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Nueve claves a tener en cuenta para que los niños sean felices

La educación emocional debería convertirse en el pilar fundamental en la educación. Una formación centrada en enseñar a decidir, a comprometerse, a responsabilizarse, a dibujar caminos con coherencia.

Según la RAE, la felicidad es el estado de grata satisfacción espiritual y física. Si algo nos une a todos los seres humanos es el deseo de conseguirla.
Según la RAE, la felicidad es el estado de grata satisfacción espiritual y física. Si algo nos une a todos los seres humanos es el deseo de conseguirla.pexels

Es bien curioso que en muchas ocasiones olvidemos mostrar a nuestros hijos o a nuestros alumnos la materia más importante que existe. Seguimos basándonos en la idea tradicional de que educar es adquirir el máximo número de conceptos. Nos obsesionamos con que desde muy pequeños aprendan o memoricen la mayor cantidad de contenidos posibles o que aprendan idiomas, toquen instrumentos y practiquen el mayor número de deportes. Para mí, el objetivo principal de la educación debería ser enseñar la ciencia de la felicidad. Esa ciencia que te abra la posibilidad de vivir una vida plena de sentido. Según la RAE, la felicidad es el estado de grata satisfacción espiritual y física. Si algo nos une a todos los seres humanos es el deseo de conseguirla.

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Ojalá fuésemos capaces de enseñar a nuestros pequeños una felicidad bien entendida, sin edulcorantes y llena de realismo. Definiéndola como una responsabilidad individual, como una elección que mucho tiene que ver con la forma en la nos observamos, nos juzgamos o nos queremos. Sin confundirla con una obligación o un estado final o con la cantidad de cosas que somos capaces de poseer. Una felicidad entendida como un viaje y no como un destino, donde dejas de consumir el tiempo y empiezas a exprimirlo. Esa que te permite vivir con intensidad los días, vivir la vida con sentido y disfrutar de lo cotidiano. Ese sentimiento que permite sentir el privilegiado de poder abrir los ojos cada mañana y te ayuda a ser a diario un poco mejor.

La felicidad se consigue con mucho trabajo, dándote cuenta de cuándo lo eres y qué has hecho para lograrla. Con paciencia y perseverancia, sin identificarla únicamente con el éxito. Se aprende a serlo siendo feliz, pero también en los momentos en los que parece que nada funciona o no conseguimos lo que nos proponemos.

La educación emocional debería convertirse en el pilar fundamental, el eje vertebrador de la felicidad. Una formación centrada en enseñar a decidir, a comprometerse, a responsabilizarse, a dibujar caminos con coherencia. A identificar y gestionar las emociones, a establecer expectativas adecuadas, a aprender a liderar la propia vida. Una educación que prepara a nuestros hijos a vivir en una sociedad compleja, vacilante y llena de incertidumbre. Que prime la formación de una personalidad fuerte y flexible, que enseñe resiliencia y crea en el valor educativo de los errores.

¿Cómo se educa en la felicidad?

A ser feliz se aprende a diario, con esfuerzo y mucha, mucha práctica. La felicidad no es un código binario, sino un subir y bajar, una montaña rusa a la que hay que aprender a domar. Así que hay que enseñar a nuestros pequeños a ser constantes, a asumir que el error es parte imprescindible del juego, a saber perder. Se educa en felicidad:

  1. Ofreciendo la oportunidad de vivir experiencias de felicidad diversas pero sobre todo aprendiendo a crearlas. Enseñando a cultivar relaciones sanas, a identificar el sentido de aquello que hacemos, a creer en las sinergias.
  2. Mostrando la manera de reilusionarse cada vez que las cosas se tambalean, enseñando a enfocarse en las propias fortalezas, a centrarse en las emociones positivas.
  3. Haciendo sentir a nuestros pequeños que estamos orgullosos de ellos, ofreciéndoles nuestra protección y seguridad, creando vínculos que enfortezcan. Queriéndoles sin etiquetas, comparaciones o reproches.
  4. Entrenando a reaccionar de forma positiva ante las cosas que nos pasan, a esforzarse para conseguir aquello que queremos, a creer que la actitud es la mejor arma para conseguir que las cosas sucedan.
  5. Enseñando que no existen emociones buenas o malas, a convivir con emociones incómodas como la ira, el miedo o la ansiedad, a superar los baches del camino. A buscar ayuda cuando sea necesario, a aprender a convivir con los problemas con optimismo, a no avergonzarse de los baches o fracasos.
  6. Ayudando a nuestros pequeños a establecerse retos, fomentando la autoestima, la autorregulación, la curiosidad y la autonomía. Potenciando la valentía y la confianza en uno mismo. 7. Se educa la FELICIDAD valorando el esfuerzo que hacen nuestros hijos a diario, alentándolos a no renunciar a los proyectos que les hagan felices, a saber priorizar lo que realmente es importante, a soñar grande.
  7. Enseñando el valor del agradecimiento que tiene un poder sanador y empático para quien lo da y lo recibe. Que nos conecta con el amor, con la paz, la seguridad y la confianza. Con la abundancia, la positividad y la alegría interna.
  8. Sin culpas ni autoexigencias que ahogan, convirtiéndonos en el mejor modelo de conducta que puedan tener. Transmitiendo valores y contagiando las ganas de vivir con grandes dosis de buen humor.
  9. Aprendiendo a valorar cada pequeño gesto que tienen con nosotros aquellos que nos acompañan y nos quieren; los besos, los abrazos, las palabras que reconfortan y ayudan a seguir adelante.

Gandhi afirmaba que la “felicidad aparece cuando lo que piensas, lo que dices y lo que haces están en armonía”. Seamos capaces de enseñar a nuestros hijos a vivir en el aquí y el ahora, a hacer frente a las dificultades con realismo y optimismo, a valorar todo lo que ya tienen. Ese será el secreto para vivir la vida con felicidad.

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