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adolescencia
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Qué saben los adolescentes sobre el feminismo?

Necesitamos educar con nuestro modelo a niños y niñas, transmitiendo valores como la igualdad, la tolerancia y el respeto desde edades tempranas, tanto en los centros educativos como en los hogares

Feminismo
Es importante educar en el feminismo inclusivo y tolerante, donde hombres y mujeres vamos de la mano y no sobra nadie.Unsplash

La RAE define feminismo como el principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre. Algo que todos podemos entender y tras cuya lectura cualquier persona de buen raciocinio y mejor corazón diría sin pestañear que se identifica como feminista. Pero si ampliamos la mirada más allá de las definiciones, de los motivos y las razones justas por las que el feminismo lucha, elevándonos sobre todo ello y empapándonos de artículos, noticias, videos, entrevistas y declaraciones varias, la confusión está garantizada hasta tal punto que no sé si nuestros chicos entienden qué es el feminismo, y con chicos me refiero a los adolescentes, sobre todo.

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Hace un par de años en una reunión de padres a la que asistí, tanto el padre de un alumno como la madre de otro, comentaron que sus hijos empezaban a tener miedo de relacionarse con chicas. En plena adolescencia se puede sentir cierta vergüenza en el momento de relacionarse con las personas del sexo contrario, pero ¿miedo? Me vino a la cabeza aquel artículo de Javier Marías titulado ¿Evitar a las mujeres a toda costa?

En mi familia son frecuentes las conversaciones sobre igualdad. Tengo tres hijos adolescentes, dos chicas y un chico, y año tras año percibo como surgen nuevas dudas sobre el feminismo. La confusión se fomenta además en ciertos entornos. Ya comenté en un artículo anterior cómo tiktok está contribuyendo a ello, pero también algunos Youtubers como Roma Gallardo, que llegan fácilmente a los jóvenes se dedican a “desmontar” los argumentos del movimiento feminista, afirmando incluso que este discrimina a los hombres.

Creo que hay un sentimiento común que une a los varones de todas las edades, que siendo chicos y hombres buenos, que respetan a las mujeres y por lo tanto no se sienten machistas, no entienden qué está pasando, ya que en su universo particular la igualdad ya existe. Así que temen que ahora la balanza se descompense en su contra, y que las mujeres de su entorno, compañeras de clase o de trabajo, los denuncien de agresión sexual injustamente. Les preocupa que sus novias o esposas los lleven a los tribunales por violencia de género, y les destrocen la vida. Y desde su carencia de ejemplos o referentes de machismo se sienten amenazados. Suelen decir que creen en la igualdad, pero que lo que ellos perciben actualmente no es eso sino injusticia para ellos. No ven cómo podría ser la sociedad más igualitaria y justa gracias al feminismo, porque para ellos ya lo es.

Cuando quiero dar algún ejemplo de machismo en estado puro a aquellos que no creen que existe desigualdad, recurro a mi compañera Ana García, abogada del turno de oficio de violencia de género. Ana conoce muy bien ese otro universo en el que el machismo llega al extremo más doloroso, y sabe que no hay que irse a ningún país lejano para encontrarlo. Espero que su experiencia os ayude a entender y encontrar argumentos justos y sencillos, del mismo modo que me ayuda a mí.

Como abogada tengo muy claro que la mayor demostración de desigualdad entre hombres y mujeres es la violencia machista, la misma que desde 2.003 hasta hoy ha acabado con la vida de 1.079 mujeres en España, 43 en el pasado año 2020. Pero la violencia machista no solo se materializa en forma de asesinatos, que son la expresión más trágica, sino que también se consuma en forma de maltratos físicos o psicológicos, lesiones, amenazas, acoso, agresiones sexuales y un sinfín de maneras con las que los agresores hacen daño a las mujeres. De todo esto he sido testigo durante los 15 años que he ejercido. También he visto a familias enteras, incluidos hombres, rotas por el dolor que esta violencia provocó a sus hijas, madres, hermanas o amigas. Este no es pues un problema que se ceba solo con las mujeres, sino que nos afecta colateralmente a todos como sociedad.

Habitualmente escucho que la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género ha acabado con la presunción de inocencia, dado que cuando una mujer denuncia a su pareja o expareja, al hombre se le detiene. Pero, cada vez que nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad detienen a una persona, ¿pierde el detenido su presunción de inocencia? Evidentemente no. Y la situación no es diferente con los detenidos por violencia de género. El derecho a la presunción de inocencia previsto en el artículo 24 de nuestra Constitución opera dentro del proceso penal, de manera que el acusado por un delito es inocente mientras la acusación no demuestre lo contrario. Por tanto, se trata de un derecho fundamental que tenemos todos sin excepción, incluidos los acusados por este tipo de delitos.

La razón por la que esto es así es porque si ante una denuncia no se procediera a la detención inmediata del supuesto maltratador, aumentaría el riesgo para la víctima y podríamos encontrarnos con desenlaces muy graves, sobre todo en aquellos casos en que la víctima y el agresor viven juntos. Si no tratáramos de garantizar ante todo la seguridad de las mujeres, no se atreverían a denunciar. En cualquier caso, quien crea que denunciar a un maltratador y pasar por todo un proceso judicial penal es sencillo o divertido, es que no lo conoce. La mujer que denuncia no solo tiene que declarar en sede policial, también en sede judicial y en el correspondiente juicio oral, donde habrá de contestar a las preguntas del Ministerio Fiscal, de su Letrado y del Letrado de la defensa que cuestionará continuamente su versión de los hechos. Además, la defensa buscará contradicciones en el relato de la víctima para evitar la condena de su defendido. Y dado que los delitos de violencia de género suelen suceder en la intimidad, sin testigos, es más que evidente la dificultad probatoria a la que tiene que hacer frente.

Otro punto a tener en cuenta es que cuando las mujeres se atreven por fin a denunciar, habitualmente se acogen a la dispensa del deber de declarar por una serie de motivos muy comunes: por miedo a represalias, por dependencia emocional de su agresor o porque no quieren que sus hijos pasen por un trance tan desagradable. Por lo que no es raro que el proceso después de todo no finalice con una condena. Por tanto, afirmar que una mujer puede arruinar la vida de un hombre simplemente denunciándolo por malos tratos es una absoluta falsedad. Sólo aquel que realmente lo haya hecho, y siempre y cuando el maltrato pueda probarse, sufrirá consecuencias penales por sus actos, como cualquiera que cometa un delito. Así que los chicos pueden estar tranquilos porque si no han hecho nada malo, no tienen de qué preocuparse.

No quiero acabar este artículo sin añadir que estoy completamente convencida de que con una correcta educación se podrían hacer grandes avances en la búsqueda de la igualdad entre hombres y mujeres. Necesitamos educar con nuestro modelo a niños y niñas, transmitiendo valores como la igualdad, la tolerancia y el respeto desde edades tempranas, tanto en los centros educativos como en los hogares, ya que los niños aprenden de la conducta de los adultos que los rodean. En definitiva, creo que es importante educar en el feminismo inclusivo y tolerante, donde hombres y mujeres vamos de la mano y no sobra nadie, cuyo objetivo no es otro que conseguir la igualdad real entre hombres y mujeres, sin criminalizarlos a ellos, porque la mayoría, como decíamos antes, son chicos y hombres buenos, no maltratadores.

*Ana García: Licenciada en Derecho por la Universidad de Extremadura. Abogada civilista y penalista en ejercicio desde 2005 pertenece al Turno de Oficio especializado de Violencia de Género. Diputada de la Asamblea de Madrid y Portavoz Adjunta del Grupo Parlamentario Ciudadanos.

*Eva Bailén es ingeniera en Telecomunicaciones y autora del blog todoeldiaconectados.com sobre nuevas tecnologías para niños. Inició la campaña de Change.org “por unos deberes escolares justos”. Ahora es diputada en la Asamblea de Madrid y portavoz de Educación de Ciudadanos.

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