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Columna
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Navarra

Algo parecido sucede con nuestros nacionalistas, que llaman “vasco” o “catalán” a todo lo que quieren asimilarse como nacionalista después

Fernando Savater

Milan Kundera siempre ha desconfiado del término antropo-cultu-mitológico “eslavo” aplicado a países del este de Europa, que él considera en realidad Centroeuropa. Dice Kundera que los rusos primero llaman “eslavo” a lo que luego están dispuestos a convertir en ruso. Algo parecido sucede con nuestros nacionalistas, que llaman “vasco” o “catalán” a todo lo que quieren asimilarse como nacionalista después. Es decir, borrarlo de la nómina cultural y más tarde política de lo español. La palanqueta para forzar esta apropiación indebida es el idioma. No se trata de afirmar el derecho de los hablantes a su lengua, que nadie niega, sino de reivindicar el derecho de la lengua a buscarse hablantes aunque prefieran no serlo, si habitan en territorios determinados genéricamente “vascos” o “catalanes” por el criterio nacionalista. Y no basta con que junto al idioma común del Estado se mantengan y amparen también las lenguas propias de cada autonomía, sino que éstas deben ir creciendo más y más por voluntarismo nacionalista hasta arrinconar la común sin atender a otros criterios. A fin de cuentas es precisamente eso, lo común, lo que estorba y debe ser abolido.

La asimilación de Navarra ha sido siempre la conquista de Jerusalén para los cruzados del nacionalismo vasco. Y ahora con el Gobierno de Geroa Bai, parece que tienen el camino más expedito. Hoy, en Pamplona, realizan una concentración CSIF, ANPE, CC OO, UGT y otros sindicatos, que en total representan al 52% de los docentes de Navarra, con el lema “No a la discriminación de los docentes en castellano. Por una enseñanza pública alejada de ideologías”. Protestan ante las perspectivas de una priorización sectaria de los docentes en euskera para el acceso a las plazas de la escuela pública. Y la izquierda otorga o calla.

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