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Zelenski carga contra Alemania por sus lazos económicos con Moscú

Berlín empieza a cuestionarse su actitud con Putin durante las últimas décadas por haber aumentado su dependencia energética y por ignorar las señales sobre las aspiraciones del presidente ruso

Zelenski interviene este jueves en el Bundestag, en Berlín.Foto: Michael Kappeler | Europa Press | Vídeo: EPV
Elena G. Sevillano

El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, ha acusado a Alemania de abandonar a su país por mantener durante años una relación con la Rusia de Vladímir Putin que ha priorizado la economía sobre otras cuestiones. Zelenski ha pedido ayuda al canciller alemán, Olaf Scholz, para parar la guerra en su territorio en un discurso en directo emitido al inicio de la sesión del Parlamento. El máximo mandatario ucranio, que ha sido recibido con aplausos de unos diputados puestos en pie en el hemiciclo del Bundestag, ha advertido de que se está construyendo “un nuevo muro de Berlín” en Europa, que separa a los Estados oprimidos de los Estados libres. Su país, dijo, no quiere quedar del lado del muro en el que “falta la libertad”.

Además de dar las gracias a Alemania por su ayuda, el presidente ucranio también ha hecho varias acusaciones contra los políticos alemanes, como la de haber actuado tarde con las sanciones para parar la guerra. También se ha referido al polémico gasoducto Nord Stream 2, construido pero sin permiso para funcionar, y ha afeado a los dirigentes alemanes que hayan antepuesto los intereses económicos durante la planificación de esta infraestructura, pensada para transportar gas directamente a Alemania desde Rusia sin pasar por Ucrania. Zelenski ha dicho que el gasoducto formaba parte de las preparaciones para la guerra de Moscú: “Les advertimos de que Nord Stream 2 era un arma. Y su respuesta fue economía, economía, economía”, ha asegurado.

El presidente ucranio ha lamentado que con cada nueva bomba que Rusia lanza sobre su territorio se sigue construyendo ese muro que pretende aislar a Ucrania. Las “dudas” de Occidente sobre el deseo de su país de unirse a la UE y a la OTAN son otras “piedras” de ese muro, ha añadido. El dirigente, que ha empezado su discurso unos minutos más tarde de lo previsto a causa de los bombardeos en Kiev, ha citado a Ronald Reagan, “actor y presidente” de Estados Unidos, en su apelación al canciller alemán: “Yo también le digo: señor Scholz, destruya este muro”. También se ha dirigido directamente a él para pedirle mayor liderazgo.

“Rusia nos bombardea constantemente, destruye todo lo que hemos construido”, ha dicho Zelenski, que ha recordado que las fuerzas rusas no distinguen entre objetivos civiles y militares. Ha señalado que han caído miles de ucranios, incluidos muchos niños. “Los ocupantes han matado a 108 niños en medio de Europa, en pleno siglo XXI”, ha dicho a los diputados, que también al final de su intervención se han levantado a aplaudirle.

Alemania revisa su actitud pasada hacia Rusia

El ataque de Vladímir Putin contra Ucrania ha puesto a Alemania frente al espejo de su estrecha y complicada relación con Rusia en las últimas décadas. El país, todavía en shock por una guerra a las puertas de su territorio que nunca creyó posible, empieza ahora a hacer autocrítica y a reflexionar sobre la enorme influencia que Moscú ha tenido en toda Europa a través de un interlocutor privilegiado: Berlín. Las relaciones diplomáticas y económicas con la Rusia de Putin de los excancilleres Gerhard Schröder (socialdemócrata) y Angela Merkel (conservadora) se aprecian ahora bajo otra luz, bastante más sombría, mientras arrecia el debate sobre cómo pudo Alemania colocarse a sí misma en tal situación de vulnerabilidad.

La guerra en Europa ha cambiado súbita y radicalmente la política exterior y de defensa de Berlín y los analistas coinciden en que no hay vuelta atrás. La retórica del actual canciller, el socialdemócrata Olaf Scholz, al anunciar en un discurso histórico en el Bundestag el rearme del Ejército y el envío de armas a una zona de conflicto es la mejor prueba de ello, opina Rafael Loss, analista del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR). Con su intervención, a los pocos días de iniciarse la invasión rusa, Scholz derribó los pilares de la política exterior y económica de Merkel con Moscú, que durante años significó que Alemania tenía gas barato ruso para hacer funcionar su industria y sus calefacciones y un mercado en desarrollo al que exportar bienes de consumo de alto valor.

La excanciller alemana, Angela Merkel, y el presidente ruso, Vladímir Putin, en una cumbre en Estambul en 2018 para buscar una solución a la guerra de Siria.
La excanciller alemana, Angela Merkel, y el presidente ruso, Vladímir Putin, en una cumbre en Estambul en 2018 para buscar una solución a la guerra de Siria.OZAN KOSE (AFP)

“La política alemana sobre Rusia se había reducido a las relaciones económicas, obviando completamente los aspectos geopolíticos”, asegura Loss. El mayor error de Merkel fue aumentar la relación de dependencia energética de los hidrocarburos rusos. Según datos de Eurostat, en 2010 Alemania importaba de Rusia el 36% del gas; en 2020 el porcentaje ya era del 65%. La excanciller no supo o no quiso ver las implicaciones geopolíticas de la construcción de un nuevo gasoducto, el controvertido Nord Stream 2, con el que Moscú iba a duplicar el volumen de gas que llegaría directamente a Alemania por el lecho del mar Báltico, esquivando a Ucrania, tradicional país de tránsito. Merkel sorteaba las críticas de Estados Unidos y los socios del Este de Europa asegurando que se trataba de un proyecto empresarial privado.

Scholz tomó la decisión de suspender el proceso de certificación del gasoducto al día siguiente de que Rusia iniciara la invasión de Ucrania. El Nord Stream 2 ejemplifica el “síndrome del apaciguamiento”, en definición de Stefan Meister, experto en Rusia y Europa del Este de la DGAP (el Consejo Alemán de Relaciones Exteriores, en sus siglas en alemán), que ha padecido Europa, y especialmente Alemania, respecto a Rusia. Durante años se ha confiado en que mantener el diálogo y las buenas relaciones económicas era suficiente para contener a Putin. “Alemania ha entendido finalmente que esto va de la seguridad de Alemania. Hasta ahora no quería entenderlo, rechazaba entenderlo, era un problema de mentalidad”, afirmó Meister en un encuentro organizado esta semana por el Bled Strategic Forum.

“Los anteriores Gobiernos alemanes no reconocieron el riesgo que representa Vladímir Putin, a pesar de que reveló su enfoque con una transparencia brutal”, asegura Daniela Schwarzer, analista de la Open Society Foundation. No es que Putin no hubiera dado pistas. En 2014 invadió Crimea violando el derecho internacional y la integridad del territorio ucranio y desde entonces se libra también una guerra en el este de Ucrania contra secesionistas prorrusos en la que han muerto 14.000 personas, recuerda esta experta. “A pesar de ello, los políticos alemanes asumieron que los fuertes lazos comerciales podrían evitar que se intensificara el conflicto. Merkel era de esa opinión; también el actual canciller Scholz y su partido. Ambos estaban equivocados y basaron su política rusa en ilusiones en lugar de pensar en el peor de los escenarios y preparar a Alemania y a Europa para ello”, afirma Schwarzer.

Los expertos coinciden en que a partir de ahora los líderes alemanes, y los de toda Europa, deben convertir en una prioridad el que la Unión Europea sea más independiente de los “socios problemáticos”, como los denomina Schwarzer, en particular de los regímenes autoritarios o dictatoriales. La energía es una pata de ese cambio de rumbo, pero también se mencionan las cadenas de suministro de tecnología y la seguridad y la defensa. El histórico anuncio del canciller Scholz va en esa dirección. Berlín ha abandonado el pacifismo de las últimas décadas e invertirá 100.000 millones de euros en mejorar sus fuerzas armadas, tan necesitadas de fondos que el teniente general Alfons Mais, el oficial de mayor rango del Ejército, aseguró públicamente el mes pasado que no estarían preparadas para defender al país en caso de un ataque.

Los 16 años de Angela Merkel al frente de la locomotora de Europa se están cuestionando. La excanciller se entendía de igual a igual con Putin, ya que habla ruso y conoce de primera mano el espacio soviético al haber vivido 35 años en la República Democrática Alemana. Pero Loss asegura que la excanciller se dedicó a la economía y no se ocupó personalmente de la política alemana con Rusia, que se la dejó a otros en su Gobierno. El “error” del Nord Stream 2, ahora paralizado, es enteramente suyo, añade.

Pero fue el socialdemócrata Gerhard Schröder, su predecesor, el que impulsó el primer gasoducto por el Báltico y luego trabajó activamente para que se construyera el segundo. Schröder se ha convertido en un apestado en Berlín desde que Rusia empezó a amenazar a Ucrania con el movimiento de tropas junto a las fronteras, pero tras el ataque su situación se ha vuelto insostenible. Todavía no ha renunciado a sus puestos en los consejos de administración de varias empresas estatales rusas, entre ellas, la gasista Gazprom. Su viaje, la semana pasada, a Moscú para ejercer presuntamente de mediador con Putin ha vuelto a aflorar todo tipo de sospechas sobre él. Se desconoce de qué habló con el presidente ruso, pero sí se sabe que actuó por su cuenta, sin avisar a su partido ni al Gobierno alemán.

Como resultado de este brusco despertar a la realidad, Alemania está ahora reflexionando “muy críticamente sobre su pasividad, lo cual es muy necesario”, apunta Schwarzer. “Debemos aprender de nuestros errores pasados no solo con respecto a Rusia, sino también al mirar hacia nuestra asociación con China. La guerra en Ucrania muestra que existe un conflicto sistémico entre las democracias occidentales y el autoritarismo, y China observa muy de cerca lo que la UE y Estados Unidos están dispuestos a hacer para defender la democracia”, concluye.

El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski PRESIDENCIA DE UCRANIA 28/02/2022Foto: Presidencia de Ucrania | Vídeo: EPV

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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