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La vieja guardia del presidente palestino se perpetúa en el poder sin someterse a las urnas

Abbas, de 86 años, sitúa a dirigentes leales del partido Fatah en puestos clave para designar a su sucesor en el cargo

Juan Carlos Sanz
El presidente Mahmud Abbas interviene ante la Organización para la Liberación de Palestina, el domingo en Ramala.
El presidente Mahmud Abbas interviene ante la Organización para la Liberación de Palestina, el domingo en Ramala.PALESTINIAN PRESIDENT OFFICE (PP (via REUTERS)

El presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, de 86 años, ha situado en puestos clave a dirigentes de la vieja guardia del partido nacionalista Fatah para seguir aferrado al poder y contar con potenciales sucesores en el cargo, tras casi 17 años sin someterse a las urnas. En medio del boicot de las fuerzas islamistas y de la izquierda, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) ha incluido en su Comité Ejecutivo a estrechos colaboradores del rais en la reunión celebrada el domingo y el lunes en Ramala (Cisjordania) por el Consejo Central de la organización, reconocido por la ONU como la máxima representación del pueblo palestino. El Consejo no se ha había reunido desde 2018.

El ministro para Asuntos Civiles, Husein al Sheij, de 61 años, se perfila como delfín del anciano mandatario tras ser catapultado al Comité Ejecutivo con marchamo de favorito para el puesto de secretario general de la OLP. El estratégico cargo está vacante desde la muerte en 2020 a causa de la covid de Saeb Erekat, quien estuvo presente en las negociaciones palestinas con Israel desde la Conferencia de Madrid de 1991. Al Sheij está a cargo de las relaciones con Israel en el seno de la Autoridad Palestina y mantiene fluidos contactos con Estados Unidos.

Su nombre empezó a cobrar fuerza como aspirante cuando Abbas hizo que le acompañara en las reuniones que mantuvo con el ministro de Defensa israelí, Benny Gantz, celebradas en agosto (en Ramala) y diciembre (en Rosh Haayin, área de Tel Aviv). El jefe de los servicios de inteligencia, Mayid Faraj, de 58 años, también participó en ambos encuentros, pero su influyente figura suele permanecer en la sombra y al margen de las pugnas internas entre candidatos a la sucesión. Al Sheij, quien también se ha entrevistado recientemente con el ministro de Exteriores israelí, Yair Lapid, cuenta con amplio respaldo político en el aparato del partido del presidente palestino, pero carece de la popularidad de Erekat y de otros líderes de Fatah.

En el reciente cónclave de Ramala también fueron promocionados otros dos leales de la vieja guardia de Abbas. Por un lado, Rawhi Fatuh, de 73 años, seleccionado para presidir el Consejo Nacional, órgano legislativo de la OLP, clave a la hora de decidir la sucesión en el poder. Por otro, el economista Mohamed Mustafá, de 68 años, responsable del Fondo de Inversión Palestino, quien pasa a ocupar el puesto dejado en el Comité Ejecutivo por la diputada Hanan Ashrawi, de 75 años. Ashrawi, que también se dio a conocer en la escena internacional como portavoz palestina en la Conferencia de Madrid, dimitió el año pasado en desacuerdo por la represión de las protestas populares contra la corrupción y el encarcelamiento y muerte de un disidente.

El movimiento islamista Hamás y Yihad Islámica no asistieron a la sesión de Ramala a la que habían sido invitados a pesar de no formar parte de la OLP. También boicotearon la reunión del Consejo Central partidos de la izquierda como el Frente Popular para la Liberación de Palestina e Iniciativa Palestina. “Estos nombramientos son nulos y carecen de consenso. Es un simple reajuste interno del equipo de Abbas”, advirtió un portavoz de Hamás, citado por Reuters en Gaza.

El octogenario Abbas concentra nominalmente todo el poder con una triple corona, al menos en Cisjordania, bajo la ocupación militar israelí que se prolonga desde hace más de medio siglo. Es presidente de la Autoridad Palestina, de la OLP y líder de Fatah. En mayo de 2018 fue dado de alta en un hospital de Ramala, donde estuvo ingresado durante más de una semana en medio del secretismo. Fumador empedernido y con evidente sobrepeso, su agenda oficial suele estar sobrecargada a pesar de su edad. En 2016 fue intervenido quirúrgicamente de una complicación cardiaca.

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El rais palestino no ha dejado atada su sucesión. La perspectiva de su repentina desaparición causa inquietud entre los responsables diplomáticos, comenzando por los de Israel y siguiendo por los de EE UU y la UE, que fían la estabilidad de Cisjordania a su permanencia en el poder. La Ley Básica, el texto constitucional palestino, prevé que si el mandatario muere o resulta incapacitado, el presidente del Consejo Legislativo debe ocupar interinamente la presidencia durante la organización de los comicios. Al frente del Parlamento —que no se ha renovado ni se ha reunido desde 2006— se encuentra un diputado de Hamás.

Elegido presidente en 2005 para un mandato de cuatro años, ha seguido controlando las riendas de todos los centros de poder sin someterse de nuevo al escrutinio de las urnas. El año pasado convocó elecciones legislativas y presidenciales, pero las canceló pocos meses después con el pretexto de que Israel no iba a permitir votar a los palestinos residentes en Jerusalén Este.

Líderes nacionalistas que tuvieron a sus órdenes fuerzas o grupos armados —el exresponsable de los cuerpos de seguridad en Gaza Mohamed Dahlan, de 60 años, y el exdirigente de la Segunda Intifada Marwan Barguti, de 62 años— cuentan con respaldo popular entre los palestinos. El primero, apadrinado por Egipto y países del Golfo, vive exiliado en Dubái tras haberse enfrentado a Abbas en el pasado. Cuenta con influencia entre sectores nacionalistas laicos de Gaza y en los campos de refugiados de Cisjordania con presencia de grupos armados afiliados a Fatah.

Barguti cumple varias condenas a perpetuidad en una cárcel de Israel, cuya justicia le sentenció por cargos de terrorismo como máximo responsable de atentados durante la Segunda Intifada (2000-2005). Sigue siendo el favorito en la calle y su figura, reconocida en toda la sociedad palestina como símbolo frente a la ocupación, supera en popularidad a la de los líderes de Hamás.

Washington presiona para que se produzca un giro en una sociedad mayoritariamente joven que reivindica el fin del autoritarismo y la mejora de la calidad de vida. El secretario de Estado de EE UU, Antony Blinken, telefoneó al presidente Abbas la semana pasada para reclamarle “reformas” en la Autoridad Palestina. El mandatario hizo una vaga alusión a la necesidad de reformas y la unidad entre las fuerzas palestinas en su discurso ante la dirección de la OLP la noche del domingo, pero el statu quo sigue inalterado.

Las encuestas reflejan que más de las dos terceras partes de los palestinos exigen la salida del rais del poder, después de más de tres lustros marcados por la corrupción, que se extiende a la familia del presidente, y la represión de la oposición pacífica. La ausencia de procesos electorales nacionales ha privado también a Abbas de la legitimidad que heredó a la muerte en 2004 del líder histórico palestino, Yasir Arafat. En medio de la crisis económica derivada de la pandemia que golpea a Cisjordania, Israel solo ofrece ahora economía a cambio de paz, pero sin territorio para un Estado.

Manifestación contra la Autoridad Palestina, el domingo en Ramala.
Manifestación contra la Autoridad Palestina, el domingo en Ramala.HAZEM BADER (AFP)

La solución de una confederación

Dos exnegociadores han recogido el testigo del diálogo entre israelíes y palestinos, suspendido desde 2014. En la actualidad, el heterogéneo Gobierno de amplia coalición de Israel (con partidarios y detractores de un Estado palestino) no incluye en su programa la vuelta a la mesa de conversaciones. El exministro Yosi Beilin, uno de los arquitectos de los Acuerdos de Oslo de 1993, y la jurista palestina Hiba Husseini, que participó en rondas negociadoras en 1994, han recuperado el espíritu de la llamada Iniciativa de Ginebra, un detallado plan de paz presentado en 2003 que solo se plasmó sobre el papel.

Un camino similar aguarda previsiblemente a la propuesta de Beilin y Huseini de formar una confederación entre Israel y Palestina para dar respuesta al estancamiento de la solución de dos Estados separados. El eje de esta iniciativa es el intercambio territorial, para reagrupar bloques de asentamientos judíos en Cisjordania, de un lado, y zonas israelíes con mayoría de población palestina, de otro. También contempla la permanencia del resto de los colonos en Estado palestino de nueva planta en calidad de residentes permanentes. Ambos autores del proyecto tienen previsto presentarlo este viernes al secretario general de la ONU, António Guterres, según ha adelantado el portal digital informativo Times of Israel.

Las buenas intenciones de los promotores de la iniciativa confederal llevan rumbo de colisión contra la realidad de los hechos sobre el terreno. La Autoridad Palestina solo mantiene el control exclusivo sobre la llamada área A —las grandes ciudades y su entorno—, que representa un 18% de Cisjordania. Las tropas israelíes siguen penetrando a su antojo, sin embargo, dentro de ese perímetro por razones de seguridad. En otro 21% del territorio, los palestinos asumen la gestión civil mientras el Ejército se ocupa de vigilar la llamada área B, que incluye poblaciones menores. El restante 61%, el área C, se halla por completo en manos de Israel.

Jerusalén Este, anexionada por el Estado judío en 1980, es la futura capital de un Estado palestino inexistente. Y en la franja de Gaza Hamás impone un Gobierno de hecho desde 2007. Todos los intentos de reconciliación entre Fatah y Hamás han chocado con el cisma sectario que envenena las relaciones de las facciones políticas.

Durante tres decenios Mahmud Abbas se ha esforzado en construir las instituciones palestinas que él contribuyó a alumbrar en los Acuerdos de Oslo. Los albaceas de este legado, cooptados entre una vieja guardia política sin refrendo popular, parecen estar ahora muy alejados de la mayoría social de Palestina.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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