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Una guerra híbrida en el confín de Europa

Lituania acusa a Bielorrusia de organizar el cruce ilegal de cientos de migrantes a su territorio como parte de una estrategia de desestabilización en Occidente

lituania frontera
Un guardia lituano patrulla la frontera con Bielorrusia, el 10 de junio.Mindaugas Kulbis (AP)

Exilios, desvío de aviones, detenciones, sanciones y ahora, la inmigración. Son los ingredientes de una guerra híbrida que libran desde hace meses Lituania, que forma parte de la UE, y Bielorrusia, de la órbita del Kremlin, y que ahora se ha intensificado con el envío de cientos de migrantes irregulares a la república báltica por parte de Minsk. “Las autoridades bielorrusas están permitiendo los cruces ilegales de frontera [a Lituania]”, confirma Frontex, la agencia europea de fronteras, en una nota interna.

Según Vilnius, más de 1.716 migrantes —de Oriente Próximo, pero cada vez más del África subsahariana— han entrado desde el pasado 1 de junio ilegalmente a través de Bielorrusia, en lo que los analistas creen que es un “uso político” de los migrantes como “arma de presión” para desestabilizar Occidente por parte del presidente bielorruso, Alexandr Lukashenko. La cifra contrasta con el apenas centenar de migrantes que anualmente cruzaban desde Bielorrusia.

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“Lo sucedido en la frontera entre Lituania y Bielorrusia es algo sin precedentes”, comenta Ricardo Lenoir-Grand Pons, doctorando en Defensa y Seguridad. Con cierta inquietud, Lituania alerta en una carta a Bruselas del carácter “impredecible” de Lukashenko y no ha tardado en reaccionar. La primera ministra, Ingrida Šimonyte, declaró el 2 de julio el estado de emergencia. Esta semana, anunció la construcción de una valla de espino a lo largo de los 679 kilómetros de frontera que comparte con Bielorrusia, el levantamiento de un campamento con capacidad para 500 solicitantes de asilo y la más que probable suspensión del espacio Schengen (de libre circulación de personas) con sus vecinos letones y polacos.

Vilnius y Bruselas achacan el “inusual” aumento de llegadas de migrantes desde Bielorrusia a una “contramedida” de Lukashenko a las sanciones que le impuso la UE como respuesta, a su vez, al desvío —“secuestro”, dijo la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen— del avión de Ryanair en el que viajaba Roman Protasevich, un periodista critico con Lukashenko que vivía exiliado en Lituania, al igual que la opositora Svetlana Tijanóvskaia. Protasevich fue arrestado en la pista de aterrizaje del aeropuerto de Minsk. Tras unas semanas detenido, en las que se especuló con que podría haber sido torturado, ahora está, junto a su novia, Sofía Sapega, en arresto domiciliario en la capital bielorrusa.

Gabrielius Landsbergis, ministro de Exteriores lituano, alertó hace días al mundo que “Lukashenko intenta utilizar como armas a los migrantes”. Así lo confirma al teléfono Teija Tiilikainen, directora del Centro de Excelencia de Amenazas Híbridas de la UE y la OTAN, con sede en Helsinki, quien añade que “no es la primera vez” que se utiliza a los solicitantes de asilo para desestabilizar Europa. “En 2015, Rusia dejó pasar a migrantes como forma de presión por las fronteras de Noruega y Finlandia. Turquía lo ha hecho con Grecia. (…) Y hay similitudes en lo que ocurrió hace semanas en Ceuta”. Lenoir-Grand Pons, responsable de seguridad en International SOS, explica la estrategia: “Se trata de desestabilizar al enemigo mediante medios no violentos o no armados (…) buscan lograr el máximo impacto con la menor inversión, y este caso [el lituano] lo demuestra”.

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Aunque sea el elefante en la habitación, nadie se atreve a señalar directamente al presidente ruso, Vladímir Putin, de maniobrar a través de Lukashenko, su principal valido en Europa, pero para Tiilikainen “hay un efecto del Kremlin directa o indirectamente” en lo que está pasando en este confín de la UE.

Desde las pasadas elecciones en Bielorrusia y los posteriores paquetes de sanciones de Occidente contra el entorno de Lukashenko, Minsk se ha acercado más a Moscú, del que depende económica y políticamente, dice la finlandesa. Tiilikainen asegura que ambos gobiernos tienen un enemigo común: la UE y Occidente. “No sabemos si es que Bielorrusia copia las estrategias [de desestabilización] de Rusia, o si ambos países están cooperando”, desliza la jefa del Centro de Amenazas Híbridas. En la misma línea, y sin querer responsabilizar al Kremlin, Lenoir-Grand Pons sostiene que “socavar el ánimo de los dirigentes y población de un país es una estrategia clásica rusa” y que “el fin último de Rusia es desestabilizar Occidente”.

Egle Samuchovaite, directora de Programas de la Cruz Roja lituana, asegura que lo que está viviendo Lituania en la frontera es “inédito”. Describe cómo los migrantes —en su mayoría iraquíes, pero también cameruneses, guineanos...— atraviesan el bosque a pie, entran por las zonas de la frontera que están menos vigiladas y automáticamente piden el asilo en suelo lituano, que es suelo comunitario. Samuchovaite alerta, además, del creciente rechazo de la población hacia los migrantes, especialmente por parte de los vecinos de localidades fronterizas.

Contrabando

Lituania es un país que no está acostumbrado a un panorama migratorio equiparable al del sur de la UE, con cruces ilegales, vallas y operaciones de Frontex. “Aquí estábamos acostumbrados al contrabando de tabaco de Bielorrusia. Todo esto es nuevo”, lamentó a Reuters Povilas Vitkus, un guardia fronterizo.

Lukashenko, por su parte, niega que esté utilizando los flujos migratorios como arma de desestabilización. Y lejos de amedrentarse ante una represalia de Occidente, advirtió: “No vamos a retener a nadie. No vienen a Bielorrusia, sino que van a la cálida, cómoda e iluminada Europa”, dijo el mandatario en tono de mofa en unas declaraciones recogidas por la BBC. Como indican los expertos, “esto no es un problema entre Lukashenko y Lituania, sino entre Lukashenko y la UE”, dice Tiilikainen.

De hecho, la tensión entre ambos bloques se ha ido elevando hasta tal punto que Washington, aliado en la OTAN de Lituania, se ha mostrado “preocupado” y ha asegurado que está siguiendo la situación “muy de cerca”, según informa Reuters.

Tiilikainen no duda a la hora de decir que Minsk “convierte en armas a los migrantes” y asegura que estos cruces masivos y puntuales de fronteras entran dentro de las “amenazas híbridas” para Occidente. Por eso, opina, tanto la UE como la OTAN “deben lanzar un mensaje común que diga que la respuesta será conjunta”. De hecho, recuerda Tiilikainen, hay un debate en el seno de la Alianza Atlántica sobre si este tipo de actos híbridos pueden invocar el artículo 5 de la OTAN, que estipula la defensa mutua. “Es difícil decidir esto. La OTAN lo está estudiando”, cuenta. Lenoir-Grand Pons opina, sin embargo, que “la posible respuesta occidental se puede esperar en el marco de las sanciones y, en el caso de la OTAN, con un batallón disuasorio en cada país báltico [Estonia, Letonia, Lituania] más Polonia”.

Situación “excepcional”

Ante la situación “urgente y excepcional” que vive Lituania en su frontera con Bielorrusia, según califica el director de Frontex, Fabrice Leggeri, un grupo de agentes fronterizos de la agencia comunitaria se desplegará de forma inmediata en el límite con Bielorrusia.

Las autoridades lituanas habían solicitado hace días 60 guardias, 30 coches patrulla, 2 helicópteros y 1 cámara térmica de vigilancia. Frontex, con sede en Varsovia, hizo el jueves un llamamiento a los Estados miembros para que aporten agentes y material en una operación que durará hasta 6 de octubre. La agencia pretende que sean Bulgaria, Croacia, Finlandia, Francia, Alemania, Polonia, Rumania, Eslovaquia y Eslovenia los que aporten hasta 60 guardias fronterizos.

 

Además, la Comisión Europea ha anunciado el desembolso, en agosto, de 10 millones de euros para afrontar esta llegada de migrantes, avanzó la comisaría de Interior, Ylva Johansson.

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