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Muere Jesús Santrich, guerrillero disidente de las FARC, en un ataque

El excomandante de la guerrilla estaba prófugo desde hace dos años y Colombia ofrecía una recompensa de 620.000 dólares por su captura

Juan Diego Quesada
Jesús Santrich, en La Habana, durante el proceso de negociación por la paz, en 2016.
Jesús Santrich, en La Habana, durante el proceso de negociación por la paz, en 2016.REUTERS

El guerrillero disidente de las FARC Jesús Santrich ha muerto este martes, según ha confirmado la facción disidente de la extinta guerrilla en un comunicado. El Gobierno de Colombia dijo que sus servicios de inteligencia tenían indicios de que Santrich, de 53 años, había muerto en un intercambio de disparos, pero que trataría de verificarlo. “Información de inteligencia señala que en presuntos enfrentamientos ocurridos ayer en Venezuela habría muerto alias “Santrich” y otros delincuentes”, tuiteó este martes el ministro de Defensa, Diego Molano.

El disidente de las FARC, una de las piezas clave en el proceso de negociación de La Habana entre el anterior Gobierno y la antigua guerrilla, permanecía escondido en Venezuela porque Estados Unidos le reclamaba por conspirar para exportar 10 toneladas de cocaína. Su fuga en 2019, cuando acababa de tomar posesión como congresista, puso en cuestión el proceso de paz entre el Gobierno y las FARC que desmovilizó a 13.000 combatientes.

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Este es el golpe más importante hasta ahora contra la disidencia de la que fue la guerrilla más poderosa de Latinoamérica. Santrich se unió hace dos años a otro guerrillero, Iván Márquez, jefe negociador de las FARC en La Habana, para continuar levantado en armas contra el Gobierno colombiano, en lo que ambos denominaron la Nueva Marquetalia. Discrepaban del proceso de paz al que se había atenido el grueso de la comandancia de las FARC, encabezada por su líder, Rodrigo Londoño, alias Timochenko. Su vida en clandestinidad estaba siendo muy agitada. Las disidencias libran desde hace dos meses un combate en territorio venezolano contra el ejército de ese país a orillas del río Arauca, en la frontera entre Colombia y Venezuela. Es la mayor operación militar lanzada por Caracas en décadas. El ministro de defensa venezolano, Vladimir Padrino, denunció la semana pasada que ocho de sus militares han sido secuestrados por los insurrectos.

A diferencia de Santrich, Londoño optó por dejar las armas y ahora encabeza un partido político, Comunes. “Sinceramente me da pesar que haya terminado así, independientemente de que nos traicionó cuando nos la jugamos por la paz. Si no lo hubiera hecho de seguro podría haber contribuido mucho, pero su locura lo llevó a terminar así”, dijo en declaraciones a este periódico.

El nombre de Santrich era Seuxis Paucias Hernández Solarte. Jesús Santrich era el alias que usó, cuando se incorporó a la guerrilla, en memoria de un compañero de universidad asesinado. Y con ese nombre ha muerto, ya que nunca regresó del todo a la vida civil. Uno de sus momentos más controvertidos ocurrió en 2012, cuando se comenzaba a instalar la mesa de negociación y le preguntaron si las FARC estaban dispuestas a pedir perdón a las víctimas, Santrich respondió: “Quizás, quizás, quizás”. Años después se disculpó por esas palabras.

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Sus últimos años de vida resumen la enorme complejidad que ha supuesto la búsqueda de la paz en Colombia tras medio siglo de guerra. Santrich, un guerrillero casi ciego que se guiaba con un bastón, participó en las negociaciones de La Habana. Allí fue un quebradero de cabeza para la delegación del Gobierno por su dogmatismo y poca flexibilidad. Él era uno de los encargados de redactar no solo los comunicados conjuntos, sino el acuerdo en sí, midiendo al milímetro cada palabra. Su actitud contrastaba con la de otros comandantes de las FARC dispuestos a regresar a la vida civil tras décadas en la selva combatiendo al ejército colombiano. Se financiaban con secuestros y extorsiones a campesinos y empresarios de la zona. Antes de que echara a andar la implementación de los acuerdos, Santrich fue detenido por tráfico de droga y encerrado en una cárcel de máxima seguridad en Bogotá. En mayo de 2019, la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), el tribunal encargado de juzgar los crímenes del conflicto armado, dispuso su liberación y aplicó una garantía de no extradición a Estados Unidos, como contemplan los acuerdos de paz.

La liberación de Santrich provocó un terremoto político. El ala más radical de la derecha, encabezada por el expresidente Álvaro Uribe, creyó ver en este gesto la prueba de que el Estado se rendía ante las FARC. Ese fue siempre su principal argumento de oposición al proceso de paz. Dimitió el fiscal general de entonces y la primera ministra de Justicia del presidente Iván Duque, que heredó la tarea de implementar un proceso, iniciado por el expresidente Juan Manuel Santos, en el que muchos de su partido no creen. Finalmente, Santrich podría haber afrontado los cargos en su contra como congresista. Su llegada a la cámara de representantes caldeó el ambiente y Santrich, a los pocos días, se fugó. Optó por volver a las armas, la clandestinidad, la selva, y se unió a Iván Márquez, otro negociador jefe que no se reintegró en la sociedad.

Poco después, los dos aparecieron en un vídeo rodeados de hombres armados. Santrich llevaba sus características gafas negras y un pañuelo palestino. “Nunca fuimos vencidos ni derrotados ideológicamente. Por eso, la lucha continúa. La historia registrará en sus páginas que fuimos obligados a retomar las armas”, decía Márquez.

Desde entonces, el Gobierno ofrecía una recompensa de 620.000 dólares por información que condujera a la captura de Santrich. La Corte Suprema había autorizado esta semana su extradición en caso de que lo atraparan. No ocurrirá. Jesús Santrich encontró la muerte después de haberse negado a ser, de nuevo, Seuxis Paucias Hernández Solarte.

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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