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El alcalde de Buenos Aires desobedece un decreto del presidente Fernández y asume el liderazgo de la oposición argentina

Horacio Rodríguez Larreta mantiene las escuelas abiertas pese a la orden de cierre emitida por el gobierno para combatir la pandemia

Enric González
jefe del Gobierno de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta
El jefe del Gobierno de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, habla durante una rueda de prensa celebrada el 15 de abril pasado.ELIANA OBREGON (AFP)

La oposición argentina parece tener ya un líder. Desde su puesto como jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), Horacio Rodríguez Larreta desafía de forma abierta al presidente Alberto Fernández. Su negativa a cerrar las escuelas de la capital, contraviniendo el decreto de Fernández y el fallo de un juez federal, ha generado una batalla en los tribunales y ha convertido a Larreta, al menos temporalmente, en el principal rival del peronismo.

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“Larreta es listo y está aprovechando los errores de Alberto Fernández”, dice un conspicuo dirigente peronista, cercano tanto al presidente como a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Existe una cierta unanimidad en que Alberto Fernández se precipitó al anunciar, el pasado día 14, un toque de queda nocturno y el cierre de escuelas en la ciudad de Buenos Aires y su área metropolitana, la zona más densamente poblada del país y donde el sistema hospitalario está más exigido por el vertiginoso repunte de la pandemia.

El presidente desautorizó a su ministro de Educación, Nicolás Trotta, quien hasta minutos antes había asegurado que las escuelas permanecerían abiertas; otorgó al Ejército unas tareas de apoyo a la policía que la legislación argentina prohíbe; y utilizó un tono amenazante que resultaba inapropiado. Por otra parte, no se molestó en avisar a Larreta, el principal afectado por el decreto. “A veces, Alberto es su principal enemigo”, dijo la misma fuente peronista.

Horacio Rodríguez Larreta aprovechó la oportunidad para enarbolar la bandera de la educación y ordenó que el decreto presidencial no se cumpliera en la ciudad. Con todo un curso, el de 2020, sin clases presenciales, y con apenas dos meses de reapertura de las aulas en 2021, para muchas familias la cuestión escolar era prioritaria.

Larreta obtuvo respaldo de la Sala Cuarta de la Cámara de Apelaciones de la Ciudad de Buenos Aires, según la cual las escuelas podían permanecer abiertas hasta que la Corte Suprema dictaminara si es el gobierno nacional o el de CABA quien puede decidir sobre el sistema educativo en Buenos Aires. Un juez federal falló el lunes que no, que las escuelas habían de cerrar hasta la decisión de la Corte. Larreta optó por desoír ese fallo.

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La batalla judicial ha sumido las escuelas de la capital argentina en una situación bastante caótica. Mientras los centros privados funcionan con normalidad, una huelga de docentes (favorables al retorno a las clases virtuales para evitar contagios) hace que muchos centros públicos tengan las puertas teóricamente abiertas pero sin apenas alumnos, mientras miles de escolares permanecen en sus casas sin lecciones telemáticas.

Pero, en términos políticos, es Larreta quien ha desafiado a un pulso al gobierno nacional. Y es él quien representa ahora a ese importante sector de la población que siente una animadversión frontal hacia la coalición peronista-kirchnerista encabezada por Alberto Fernández, y también a muchos de quienes votaron por el actual presidente y se sienten decepcionados: pandemia al margen, el repunte inflacionario, las malas perspectivas económicas, la aparente falta de cohesión gubernamental (a veces el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, actúa como si fuera copresidente, amparado por la poderosa vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner) y el enfrentamiento con un sector de la judicatura considerado “enemigo” han hecho caer la popularidad del Gobierno.

La oposición, etiquetada en general como “macrismo”, ha tenido tres figuras de referencia desde que Alberto Fernández accedió a la Casa Rosada. La referencia principal es evidentemente el expresidente Mauricio Macri. Pero sobre Macri pesa una maldición parecida a la de Cristina Fernández de Kirchner: suscita el rechazo visceral de gran parte del electorado. Casi la mitad en el caso de Macri, más de la mitad en el caso de Kirchner. Otra figura es Patricia Bullrich, actual presidenta de Propuesta Republicana (PRO), el partido que fundó Mauricio Macri. Bullrich es carismática e hiperactiva, pero carece de poder institucional. Y luego está Larreta, cofundador del PRO hace 20 años, mano derecha de Macri durante más de una década y su sucesor como jefe de gobierno de Buenos Aires, el lugar desde donde el hoy expresidente saltó a la Casa Rosada.

“Larreta se siente cómodo y, a diferencia de Alberto Fernández, está siempre abierto a la negociación; lo que no va a permitir es que le avasallen”, dijo una persona muy cercana al jefe de gobierno bonaerense. “Falta mucho para las elecciones presidenciales de 2023, nadie es candidato. Pero Larreta podría ser en su momento un candidato fuerte y capaz de crear una mayoría electoral”, añadió la misma persona. Horacio Rodríguez Larreta cuenta con una ventaja: según un sondeo reciente, solo el 25% de los encuestados dice tener una opinión “muy mala” sobre él. En el caso de Bullrich, el rechazo sube al 38%. Y al 46% en el caso de Macri.

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