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El líder de la CDU se aleja de Merkel en busca de su propio perfil político para ser candidato al Gobierno

Laschet intenta ganar terreno como aspirante a la cancillería de los conservadores alemanes en medio de turbulencias en el partido

Elena G. Sevillano
Armin Laschet
Angela Merkel y Armin Laschet, durante una reunión en Düsseldorf (Alemania), en agosto pasado.POOL (Reuters)

A medida que se acerca la sucesión de Angela Merkel, que se despide en septiembre tras 16 años al frente de Alemania, aumentan las turbulencias entre los conservadores. La alianza entre la CDU y su partido hermano bávaro, la CSU, conocida como la Unión, vive su momento más complicado. La pujanza de los Verdes amenaza con facilitar algo que hace meses ni se contemplaba: una coalición de Gobierno en la que no se sienten los conservadores. Cayendo cada semana en las encuestas de intención de voto, con el efecto Merkel diluyéndose entre críticas a la gestión de la pandemia y sin haber nombrado todavía candidato a la carrera hacia la cancillería, los líderes conservadores se mandan recados en público, evidenciando así la desunión de la Unión.

El nuevo líder de la CDU, Armin Laschet, tiene por delante unos meses difíciles. Se le multiplican los frentes abiertos. El primero es su propia valoración en las encuestas. Nunca fue buena, pero en las últimas semanas ha seguido hundiéndose en paralelo a la caída de la intención de voto de la Unión. El partido ha bajado de la barrera del 30% (algunos sondeos le dan un 27%) mientras los Verdes avanzan hasta el 22% con los socialdemócratas del SPD en tercera posición, con un 17%. Uno de los adversarios de Laschet -que fue elegido al frente de la CDU en enero pasado- en la carrera por ser candidato a la cancillería es Markus Söder, el líder de la CSU y presidente de Baviera. Es con diferencia el líder conservador mejor valorado. Extremadamente hábil en la comunicación, ha sabido situarse en los medios y cultivar una imagen de dirigente sensato y buen gestor. Söder todavía no ha dicho si querría ser candidato, pero cada vez más diputados de la CDU le quieren en la carrera.

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Laschet todavía libra una tercera batalla, mucho más reciente que las anteriores: contra la propia Angela Merkel, la mujer a la que le gustaría suceder en la Cancillería el próximo otoño. Durante mucho tiempo Laschet fue considerado el sucesor natural de Merkel. Sin apoyarle públicamente, todo el mundo sabía que era el preferido de la canciller entre la terna de candidatos que se presentaron en enero para presidir la CDU. Comparten una visión centrista, europeísta y pragmática de la política, y Laschet fue uno de los máximos defensores de Merkel cuando la atacaban desde todos los flancos por su política migratoria durante la crisis de los refugiados de 2015. Pero el año pasado empezaron a verse algunas diferencias. Mientras Merkel siempre ha defendido medidas estrictas para luchar contra el coronavirus, Laschet fue de los primeros que relajó las restricciones en el Estado que preside, Renania del Norte-Westfalia, en cuanto la incidencia empezó a bajar. Esta semana las discrepancias han devenido casi en ruptura.

El domingo pasado Merkel lanzó un ataque contra los Estados federados que no han respetado lo que acordaron el 3 de marzo: dar marcha atrás a la tímida desescalada si se producía un aumento de los casos de covid-19. En una entrevista en la cadena pública ARD, Merkel criticó la laxitud con la tercera ola de varias regiones, entre ellas la de Laschet, el Estado más poblado del país. La canciller llegó a amenazar con ampliar las competencias federales en detrimento de las regiones. Un movimiento de toma de control que se interpreta como una prueba de fuerza de una líder que ha visto reducida su autoridad en los últimos meses de su mandato por la irregular gestión de la pandemia y el desesperantemente lento ritmo de vacunación en el país.

El líder de la CDU respondió el martes durante un discurso virtual que marcaba oficiosamente el inicio de la precampaña para ser candidato. Y lo hizo atacando. La pandemia, dijo, ha mostrado “las debilidades” de Alemania. Laschet dijo que el país se ha relajado en la última década y no ha acometido las reformas necesarias para modernizarlo, como la digitalización o la reducción de la burocracia. La pandemia ha sacado a la luz esas carencias. “Nos hemos dejado llevar por las comodidades”, dijo, en clara alusión a Merkel, que ha gobernado los últimos 16 años. Laschet ha pasado a la ofensiva, coinciden los analistas, y se ha enfrentado a Merkel en un intento de buscar un perfil propio de cara a la precampaña.

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Söder no desaprovechó la oportunidad de meter baza: “Me resulta extraño que el presidente de la CDU discuta con la canciller de la CDU seis meses antes de las elecciones”, dijo, y añadió estar de acuerdo con Merkel en que los Estados deben ser más estrictos, e incluso con la posibilidad de actuar a escala federal. “Necesitamos un plan de pandemia para Alemania y no 16 distintos”, aseguró. Se da la paradoja de que es Söder, más derechista y menos europeísta que Merkel, el que ahora se alinea con la canciller, mientras su discípulo Laschet se aleja de ella al tratar de construirse una imagen de líder. Está por ver si esa extraña alianza entre la CSU y Merkel acaba por costarle la candidatura a Laschet. Se espera que el partido tome una decisión como muy tarde a finales de mayo.

Pocos meses antes de su despedida de la arena política, el efecto Merkel se desdibuja. Quien pretende sucederla ya no apela a la líder que venció cuatro veces seguidas a los socialdemócratas. Además de afianzar su propia personalidad política, Laschet tiene que distanciarse de los escándalos de corrupción que han salpicado a su partido en las últimas semanas y de la imagen de una formación que está demasiado cerca, casi confundida, con el poder económico, señala el politólogo Gero Neugebauer, de la Universidad Libre de Berlín. “La formación tiene que buscar a un candidato que no pueda ser asociado con nada de eso y que pueda recuperar la credibilidad y generar confianza otra vez”, añade.

Elegir al candidato con las mayores posibilidades

“Hay miedo en la Unión”, empezaba esta semana un artículo en Der Spiegel que recogía las voces, cada vez más numerosas, que dentro de la CDU y la CSU creen que el mejor candidato a la Cancillería es Markus Söder y no Armin Laschet. El futuro de los diputados que aspiran a repetir en su puesto depende del resultado de las elecciones, lo que hace que tengan una visión muy pragmática sobre el aspirante conservador. “Debería ser Söder. Con él tenemos más posibilidades de ganar”, dijo Markus Grübel, diputado de la CDU. “Laschet debe hacer un servicio a la Unión y al país y renunciar a la candidatura”, aseguró al semanario Veronika Bellmann, diputada por Sajonia. Pero Laschet sigue teniendo muchos apoyos en el partido –especialmente en los Estados del este- y por ahora ninguno de los pesos pesados de la formación se ha manifestado públicamente a favor de Söder.

La Unión deberá sopesar también si es buena idea enviar a pelear a Berlín a un dirigente bávaro. Hasta la fecha ningún líder de la CSU ha conseguido llegar la Cancillería. Hay dos precedentes. Franz Joseph Strauss se presentó en 1980. Logró la mayor cantidad de votos, pero acabó formando Gobierno el socialdemócrata Helmut Schmidt con el apoyo de los liberales. Ya en época de Angela Merkel la Unión escogió como candidato a Edmund Stoiber. Era 2002 y ella llevaba apenas dos años en la presidencia de la CDU. Le faltaban apoyos entre los barones regionales y las encuestas daban más intención de voto al bávaro Stoiber, así que se hizo a un lado. Finalmente el socialdemócrata Gerhard Schröder consiguió ser reelegido y gobernar en coalición con los Verdes.

No sería la primera vez que Laschet se sobrepone a las dificultades. En 2017 ganó las elecciones de Renania del Norte-Westfalia contra todo pronóstico, en un feudo tradicional del SPD y con las encuestas a favor de la candidata socialdemócrata.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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