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El rumbo incierto de la protesta en Argelia

El movimiento social que provocó la caída del presidente Buteflika se mantiene en la calle un año después de que surgiera

Francisco Peregil
Miles de argelinos, durante una protesta el pasado 1 de noviembre, en Argel.
Miles de argelinos, durante una protesta el pasado 1 de noviembre, en Argel.RYAD KRAMDI (AFP)
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Hirak. Esa palabra árabe que significa movimiento se convirtió en una pesadilla para el régimen argelino a partir del 22 de febrero de 2019. Ese día, cientos de miles de argelinos se echaron a la calle para reclamar que el entonces presidente, Abdelaziz Buteflika, no se presentara a un quinto mandato presidencial. Las manifestaciones en el centro de Argel estaban prohibidas, pero los ciudadanos superaron el miedo. Había nacido el Hirak de Argelia. No había un líder claro, ni una estructura de partido político. Y sigue sin haberlo. Esa es la fuerza y la debilidad del movimiento de protestas.

Las manifestaciones perdieron afluencia desde el pasado diciembre, cuando el régimen logró convocar unas elecciones presidenciales en las que resultó elegido Abdelmayid Tebún, aunque con una abstención récord del 60%. Pero este 21 de febrero, después de más de 50 viernes de protestas, el Hirak intentará inundar las calles de las principales ciudades del país, como en sus mejores días.

Durante un año, el Hirak ha conseguido sacar a las calles a miles de personas cada semana, ya fuera el sol del verano, bajo los días de lluvia, en Ramadán o durante las vacaciones universitarias. Y siempre, de forma pacífica.

Muchas cosas han cambiado en Argelia gracias al Hirak. Buteflika fue obligado a presentar su dimisión y pidió perdón al pueblo argelino. Ahora, no se sabe en qué condiciones vive, quién lo cuida, si puede hablar o no. Pero esas preguntas que asediaron a los argelinos desde que Buteflika sufrió un infarto cerebral en 2013 ya no están en boca de nadie.

La justicia ha arremetido con dureza contra quienes formaban el clan de Buteflika, empresarios, militares y políticos. Un tribunal militar confirmó este mes las penas de 15 años de cárcel para Said Buteflika, de 62 años, el hermano menor del presidente, al que se le conocía como el poder en la sombra, y para los últimos jefes de los todopoderosos servicios secretos, el general Athmane Tartag y Mohamed Madiene. Sin embargo, Abdelaziz Buteflika no ha sido ni siquiera reclamado para declarar como testigo.

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Los principales activistas del Hirak declararon en su día que esos encarcelamientos del clan Buteflika obedecían a una guerra entre los clanes que se vienen repartiendo el poder. Según esa lógica, el claro vencedor de esa lucha fue el entonces jefe del Estado Mayor, el general Ahmed Gaid Salah. Este general forzó la dimisión de Buteflika e impulsó la lucha judicial contra lo que él mismo bautizó como “la banda”, es decir, el clan Buteflika.

Gaid Salah se negó a promover una Asamblea constituyente, como reclamaba y sigue reclamando el Hirak. Sin embargo, apoyó la convocatoria de unas elecciones presidenciales pilotadas por las mismas autoridades que vienen manejando las riendas del país desde los últimos 20 años. A esas presidenciales del pasado 12 de diciembre se presentaron cinco candidatos, todos ellos antiguos altos cargos de Buteflika. Y ganó Abdelmayid Tebún, quien tenía una estrecha relación con el jefe del Estado Mayor.

Gaid Salah murió el 23 de diciembre, a los 79 años y a causa de un paro cardiaco. Rápidamente fue nombrado su sustituto de forma interina, el general Said Chengriha, de 74 años. Chengriha ha mostrado un perfil bajo, a diferencia de su antecesor, Gaid Salah. El presidente Tebún, sin embargo, no elude los focos. En su primer discurso tendió la mano al Hirak, aunque los principales activistas del movimiento califican a Tebún como presidente sin legitimidad. No obstante, Tebún ha continuado con sus gestos aparentes de diálogo. Así, este miércoles declaró que a partir de ahora todos los 22 de febrero sean considerados “día nacional de la fraternidad y la cohesión entre el pueblo y su Ejército por la democracia”.

Tebún declaró esta semana al diario francés Le Figaro, que las principales reivindicaciones del Hirak han sido satisfechas: “En la calle las cosas empiezan a calmarse. (…) Los miembros más destacados del antiguo régimen ya han dejado el poder, y se ha iniciado la lucha contra los que han puesto la economía de rodillas. Quedan aún las reformas políticas. Esa es mi prioridad y estoy decidido a ir lejos en el cambio radical para romper con las malas prácticas, moralizar la vida política y cambiar la forma de gobernar (…) “No se puede reformar, reparar y restaurar en dos meses todo lo que ha sido destruido durante una década”.

Tebún indultó este mes a 10.000 presos comunes cuyas penas por cumplir eran inferiores al año y medio de cárcel. Sin embargo, quedan aún en prisión decenas de detenidos del Hirak, entre ellos el carismático Karim Tabú, de 46 años, portavoz de la Unión Democrática y Social (UDS), partido no legalizado por el Ministerio del Interior.

Hay analistas que consideran que ahora mismo el principal desafío para el poder argelino ya no es e Hirak sino el estado de la economía. La caída de los precios del petróleo desde 2014 está causando estragos en un país donde las exportaciones de hidrocarburos representan el 90% de los ingresos procedentes del exterior.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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