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Líbano forma Gobierno tras tres meses de vacío político y protestas

Cientos de manifestantes cortan las carreteras del país para manifestarse contra un Gabinete al que acusan de perpetuar la élite confesional en el poder

Natalia Sancha
Protestas en Líbano, el pasado día 17.
Protestas en Líbano, el pasado día 17. Marwan Naamani (Europa Press)

El presidente del Líbano, Michel Aoun, y el primer ministro libanés en funciones, Hasán Diab, firmaron este martes el decreto para la formación de un nuevo Gobierno en el país casi tres meses después de la dimisión de Saad Hariri y tras registrarse las jornadas más violentas que han dejado medio millar de heridos tan solo en el fin de semana en la capital. "Este es un Gobierno que representa las aspiraciones de los manifestantes movilizados desde hace tres meses”, ha declarado Diad desde el palacio presidencial antes de citar a los nuevos ministros a su primera reunión este miércoles a las 11 de la mañana, hora local [10 en España].

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Nada más conocerse los nombres de los 20 ministros, la mayoría especialistas y entre los que hay cinco mujeres, la más destacada la cristiana Zeina Akar que será vice primera ministra y titular de Defensa, docenas de libaneses se han echado a las calles para cortar las carreteras y congregarse frente al Parlamento en protesta ante un Ejecutivo que “no satisface las demandas populares”.

Los manifestantes exigen desde el 17 de octubre la caída en bloque de la élite político-confesional en el poder, a la que acusan de llevar el país a la bancarrota. Diad fue nombrado el pasado 20 de diciembre después de que los manifestantes rechazasen previamente a tres candidatos al cargo. El primer ministro en funciones pidió entonces a los libaneses “una oportunidad” y su nombre provocó la primera división en un movimiento de contestación que por ahora no tiene líderes.

El anuncio del nuevo Gabinete ha vuelto a dividir este martes a los ciudadanos entre aquellos que consideran que no se trata de un "Gobierno tecnócrata" como ha afirmado Diab, y aquellos más pragmáticos que buscan una formula tecno-política “aceptable” capaz de frenar el colapso económico hacia el que se dirige el país.

La generación de veinteañeros de postguerra (1975-1990) y carne de cañón para la emigración o el paro, lidera la ola de protestas que se opone a perpetuar el sistema confesional que desde hace tres décadas rige el Líbano con un complejo reparto del poder político según las cuotas confesionales. La crisis económica en ciernes en un país donde un tercio de los 4.5 millones de libaneses vive bajo el umbral de la pobreza, ha servido como revulsivo para romper con el tradicional sistema de movilización y solidaridad social basada en la pertenencia religiosa y potenciar el germinar de una sociedad aconfesional.

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Docenas de manifestantes arremeten a pedradas contra policías antidisturbios en la noche del martes en Beirut tras el anuncio del nuevo Gobierno
Docenas de manifestantes arremeten a pedradas contra policías antidisturbios en la noche del martes en Beirut tras el anuncio del nuevo Gobierno/NATALIA SANCHA

"Se trata de un Gobierno un tercio tecno y dos tercios sectarios”, ironiza Hussein Hemede, comerciante de 52 años en Beirut. “Nuestros líderes viven en la inopia”, remacha. “No se pueden cambiar 30 años, en tres meses”, discrepa por su parte Mey Insuli, ama de casa y madre de tres a los 32. “Cada día más libaneses pierden su trabajo, la libra vale la mitad y aumenta la violencia en las calles”, advierte. Como Insuli, los libaneses temen que con el vacío político no haya vuelta atrás en una crisis que amenaza con escalar conforme más trabajadores pierden sus puestos y salarios y son más los casos que no pueden hacer frente al pago de hospitales, colegios o incluso comida.

Las infraestructuras del país se caen literalmente a pedazos, los cortes de electricidad son diarios y la población sufre el abuso de mafias que abastecen de agua y electricidad. La libra libanesa ha perdido hasta un 60% de su valor desde el inicio de las protestas en las casas de cambio, tras que los bancos hayan impuesto un control informal en la retirada de capital. El país acumula una de las deudas públicas más importantes del mundo de casi 76.000 millones de euros, el 150% del PIB, y encabeza la lista de Gobiernos corruptos en la región.

Gobierno monocolor

Los detractores acusan también al nuevo de ser de “un solo color”. El bloque político minoritario que integra el dimitido Hariri y principal representante de la comunidad suní, ha rehusado formar parte alegando cerrar filas con las protestas en su exigencia de un Gobierno íntegramente tecnócrata. Con ello, ha dado por terminado el anterior Gobierno de unidad que apenas ha sobrevivido al año de vida. En su grupo se cuentan los partidos cristianos Fuerzas Libanesas y Kataeb, así como el druso Partido Progresista Socialista.

El diseño del nuevo Gabinete ha quedado exclusivamente en manos del bloque mayoritario, que conforman el tándem chií Hezbolá-Amal junto con el principal partido cristiano, que lidera Yibran Basil, ministro de Exteriores en funciones y yerno del presidente Aoun. A pesar de formar parte de una misma alianza, estos partidos se han enfrascado durante semanas en un mercadeo de carteras y candidatos, acumulando retrasos en la formación del Gobierno.

Las libanesas se han mantenido en la vanguardia de las protestas para exigir una mayor representación en las esferas de decisión política y acabar con un arcaico sistema judicial por el que las mujeres son tuteladas por maridos y padres en un sistema de doble patriarcado político-religioso. Un cuarto de las carteras serán ocupadas por mujeres, incluida Defensa cuya ministra saliente, Raya el Hassan, ha sido la primera mujer en el mundo árabe en ocupar dicho cargo. Entre los recién nombrados hay varios abogados y profesores universitarios, colectivos que están jugando un importante papel en las protestas.

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