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Un simpatizante del ISIS perpetró el ataque que deja cuatro muertos en Viena

La autoría del atentado, que deja además 22 heridos, ha sido asumida por el Estado Islámico

Controles de policía delante de la sede del Ministerio de Interior austriaco, este martes. En vídeo, las imágenes del ataque en Viena. Foto: EPV | Vídeo: CHRISTIAN BRUNA / EFE
Silvia Ayuso

Fueron apenas nueve minutos de violencia, pero Viena no volverá a ser la misma tras el atentado del lunes. La matanza perpetrada por un joven de origen macedonio, nacido y criado en Austria, ha enfrentado al país con la amenaza yihadista que azota a otros países europeos como Francia. Catorce personas fueron detenidas este martes por su relación con el terrorista, que fue abatido tras acabar con la vida de cuatro personas y era un “simpatizante” del Estado Islámico (ISIS, en inglés) con antecedentes por radicalización que, según el Gobierno, logró “engañar” a todos. La organización extremista reclamó la autoría del atentado.

A través de su órgano de propaganda, la agencia Amaq, el ISIS afirmó, sin presentar pruebas, que el ataque fue perpetrado por un “soldado del califato”. Lo aseguró en un comunicado que acompañó con una foto de un hombre con barba identificado como “Abu Dagnah Al Albany”, según informa Reuters, y que supuestamente es el autor de la masacre.

La amplitud del ataque, perpetrado en seis puntos diferentes —aunque muy próximos— del casco antiguo de la ciudad, así como su virulencia, con armas de combate y explosiones que se oyeron en buena parte de Viena, hicieron pensar en un primer momento que se trataba de un nuevo atentado coordinado similar al que, ahora hace casi cinco años, provocó una auténtica masacre en París la noche del 13 de noviembre de 2015. Al fin y al cabo, la sombra del terrorismo yihadista se vuelve a cernir sobre la vecina Francia, que ha sufrido tres nuevos ataques islamistas en las últimas semanas, tras la nueva publicación de las caricaturas de Mahoma. Mientras, el Reino Unido también elevó el martes la alerta antiterrorista, aunque sin vincularlo a ningún hecho concreto.

Pero aunque las autoridades austriacas desplegaron un intenso dispositivo policial, realizaron 18 registros domiciliarios en el entorno del atacante, abatido por la policía, y habían analizado ya alrededor de la mitad de los 20.000 vídeos sobre el atentado enviados por ciudadanos, hasta el martes por la tarde no habían logrado encontrar evidencias de que el atentado de Viena fuera perpetrado por más de una persona.

De este modo, las principales pesquisas se centran ahora en el terrorista, abatido a las 20.09 del lunes, apenas nueve minutos después de que la policía recibiera las primeras alertas por disparos en la antigua judería de Viena, cerca de una sinagoga. Fue esta rápida acción policial, afirmó el ministro del Interior, Karl Nehammer, la que probablemente impidió que el balance del atentado no fuera aún peor. Dos hombres y dos mujeres fueron “asesinados a sangre fría”, como dijo el canciller, el conservador Sebastian Kurz, y otras 22 personas sufrieron heridas, varias de extrema gravedad.

Pero el pasado del terrorista arroja más sombras que luces sobre la eficacia de las instituciones a la hora de identificar, vigilar y castigar a posibles yihadistas. Nehammer confirmó en rueda de prensa que el agresor, identificado por medios austriacos como Kutjim F., tenía 20 años y que sus padres son de origen albanés, naturales de Macedonia del Norte, aunque el terrorista tenía también pasaporte austriaco. De hecho, según el Kronen Zeitung, nació en Mödling, a 15 kilómetros al sur de Viena. El hombre tenía, además, antecedentes penales por asociación terrorista y fue condenado en abril de 2019 a 22 meses de prisión porque quería ir a Siria para unirse al ISIS. Estaba en libertad condicional desde el pasado diciembre. Nehammer explicó que el joven logró “engañar” a todo el mundo sobre su desradicalización y que no se percibieron señales de alarma tras su puesta en libertad. En ese sentido, el ministro aseguró que el Gobierno revisará el sistema de control y de desradicalización de extremistas. Nehammer afirmó que hay un “indicio muy claro de su cercanía con el ISIS”, que demostró en un post en sus redes sociales en el que posa con las armas con las que cometió la matanza del lunes, entre ellas un fusil de asalto, un Kaláshnikov recortado y un machete. Según el abogado que lo defendió en aquella ocasión, Nikolaus Rast, el joven probablemente se radicalizó de adolescente en una mezquita que frecuentaba.

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Delito de odio

Las imágenes difundidas en las redes mostraron a un hombre vestido con un mono blanco, con gorro y armado con un fusil y otras armas ligeras, y un chaleco explosivo que resultó ser falso. Robert Grussgott vive muy cerca de la sinagoga en cuyas inmediaciones se produjo el primer tiroteo. Este judío ortodoxo que lleva sus 48 años de vida viviendo en el mismo barrio, se encontraba a unos minutos de casa cuando escuchó los primeros disparos y vio a gente huyendo despavorida.

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Este martes, en una Viena inusualmente vacía de transeúntes —las autoridades habían instado a “quedarse en casa” y muchos siguieron la recomendación—, pero a rebosar de policías y militares fuertemente armados, Grussgott lamentaba que el terrorista hubiera logrado sortear los radares de las autoridades. “Cosas así no pasan de un día a otro, hay que tener los oídos abiertos y no tomarse nada a la ligera”, decía mientras manifestaba, a la par, su esperanza de poder retomar lo antes posible su vida normal, para no ceder ante quienes buscan destruir precisamente el modo de vida de países democráticos. “No debemos dejarnos influir por el miedo, tenemos que seguir viviendo nuestras vidas”, insistía retomando el hilo del mensaje lanzado poco antes por el canciller Kurz.

El jefe de Gobierno, quien desde un primer momento calificó el acto como un “ataque terrorista”, depositó junto con otras autoridades una corona de flores cerca de la vivienda de Grussgott, en el antiguo barrio judío de Viena, al final de una escalinata donde una placa recuerda que allí vivió y escribió el periodista y fundador del sionismo moderno, Theodor Herzl. En una declaración, Kurz calificó el acto de un ataque “de odio” hacia los valores de una sociedad libre y su “modelo de vida” en democracia.

Austria había quedado al margen en los últimos años de la ola de atentados que ha golpeado a Francia, España o Alemania. El último que sufrió Viena se produjo en 1981, contra la sinagoga central (Stadttempel), donde unos terroristas palestinos mataron a dos personas. “Nuestro país tiene más de 75 años de democracia fuerte, es un país donde la libertad de opinión y la tolerancia están protegidas”, dijo Nehammer. El del lunes “es un ataque a estos valores y un intento totalmente inútil de debilitar nuestra democracia o dividirla”, afirmó. Pero “no lo vamos a permitir”, acotó después el jefe del Gobierno, al tiempo que pidió no caer en la confrontación de “los austriacos frente a los migrantes” o los “cristianos frente a los musulmanes”. Porque, según Kurz, esta “es una lucha entre la civilización y la barbarie”.

“Ya no me siento seguro en Viena”

En el centro de dermatológico Dermacare de la Morzinplatz, a unos pasos del barrio judío, la policía aún recopilaba el martes pistas. Un imponente agujero revelaba, en una ventana de la primera planta, por dónde entró una de las balas del fusil de asalto con el que el terrorista perpetró su matanza. A pesar de la masiva presencia policial, uno de los trabajadores del centro, Konrad Karattay, reconocía que, en apenas unas horas, su ciudad había cambiado. “Ya no me siento seguro en Viena”. No era el único. “Hoy las cosas han cambiado en Austria”, coincidía un periodista local ante la escalinata que lleva a las callejuelas del barrio judío donde comenzó el tiroteo. “Hoy todos tenemos una sensación extraña, entre la seguridad porque hay mucha policía y la inquietud por lo que ha pasado y el futuro”, admitía Ricardo, que trabaja en un parking aledaño que este martes también permanecía casi vacío.

De hecho, en el centro de la ciudad, más allá de periodistas y del fuerte dispositivo militar y policial, apenas había vecinos. Buena parte de los vieneses decidió seguir la recomendación del ministro del Interior, Karl Nehammer, de “quedarse en casa” mientras la ciudad seguía en alerta máxima terrorista. Aun así, las autoridades instaron a los ciudadanos a no dejarse paralizar por el miedo. “Hoy la ciudad está vacía, sin alegría (…) pero esto es pasajero, no vamos a dejar que nuestra alegría de vivir, nuestra forma de vida tolerante vaya a ser perturbada por la violencia”, instó Nehammer. Entrada la noche, poco antes de que se instaurara el toque de queda decretado por el coronavirus, ese espíritu volvió tímidamente a las calles. Levantado el cerco policial, numerosos vieneses acudieron a depositar flores y velas donde unas horas antes solo había un rastro de balas.

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Sobre la firma

Silvia Ayuso
Corresponsal en Bruselas, después de contar Francia durante un lustro desde París. Se incorporó al equipo de EL PAÍS en Washington en 2014. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, comenzó su carrera en la agencia Efe y continuó en la alemana Dpa, para la que fue corresponsal en Santiago de Chile, La Habana y Washington.

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