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Túnez se asoma a la bancarrota tras la caída del turismo

La bajada de los ingresos por el virus en uno de los principales sectores acecha una transición democrática aún inestable

Un grupo de turistas abandona un hotel de la ciudad de Susa, tras un atentado en 2019.
Un grupo de turistas abandona un hotel de la ciudad de Susa, tras un atentado en 2019.Carthagefm.com

“Nosotros estamos cerrados, pero le puedo indicar dónde hay un hotel que sí está abierto”, comenta el desganado conserje del hotel Consul, un establecimiento de cuatro estrellas en el centro de Túnez. En el interior, las luces están apagadas y no se ve un alma. Los efectos de la covid-19 son contundentes en el sector. Según la Federación de Hostelería de Túnez, solo 300 de los 800 hoteles están abiertos. El banco central estima que los ingresos por turismo entre enero y agosto cayeron un 59% respecto a igual período del año anterior, y las pérdidas a final de año se elevarán a 2.000 millones de euros, una cifra inquietante para una economía ya renqueante antes de la pandemia.

“Este año el objetivo es minimizar las pérdidas, porque beneficios no habrá. Se trata de pasar el año como sea para no tener que cerrar”, explica por teléfono Hama Abdellaoui, un empresario de la isla de Yerba, en el sur del país. En esta región hay 75 hoteles abiertos, 30 menos que en 2015. Aquel año, diversos ataques terroristas asestaron un golpe a turismo, puntal de una economía que ha registrado tasas anémicas de crecimiento desde la revolución de 2011.

El fantasma de la bancarrota acecha una transición democrática que, a pesar de hallarse en su última etapa, se asienta sobre unas bases inestables. Tras la dimisión del jefe de Gobierno, Elías Fajfaj, a mediados de julio por un escándalo de corrupción, se someterá a votación en el Parlamento el nuevo Ejecutivo formado por Hichem Mechichi. Un escenario político polarizado y un Parlamento altamente fragmentado le dificultan asegurarse los apoyos suficientes. Si fracasa, se convocarán elecciones anticipadas. Según las encuestas, se alzaría con la victoria el PDL de Abir Mussi, exdirigente del partido disuelto creado por Ben Alí, el dictador depuesto al inicio de las primaveras árabes.

Después de haberse convertido en un ejemplo de buena gestión en la contención de la pandemia —en Túnez solo se han registrado unas 2.800 infecciones y 65 muertos—, los hoteleros se mostraban optimistas cuando las autoridades decidieron reabrir las fronteras el 27 de junio. La incidencia del virus es menor que en cualquier país europeo, y por eso Túnez figura en la selecta lista de países seguros para la UE. Sin embargo, en las últimas semanas los aviones han llegado solo medio llenos. Algunos de los principales países emisores, como Francia, han sufrido recientes rebrotes del virus y han impuesto medidas restrictivas a sus nacionales, como la obligatoriedad de presentar una prueba negativa de PCR o ponerse en cuarentena a la vuelta. Con Argelia, el principal mercado para Túnez gracias a la llegada de más de un millón de turistas anuales, las fronteras ni siquiera llegaron a abrirse al ser el epicentro regional del virus.

“No podemos ni confiar en el turismo local, que este año ha bajado, ya sea por la caída de ingresos de las familias o el miedo al contagio”, lamenta Houssem Ben Azouz, presidente de la Federación Interprofesional de Turismo. El sector considera que las ayudas del Gobierno, sobre todo créditos blandos, son insuficientes. “Las medidas [en las fronteras] son desproporcionadas en relación a la situación del país. Hemos de aprender a convivir con el virus”, sostiene Sonia Khouaja, directora ejecutiva de la Federación de Hostelería.

La crisis del sector, que supone más del 8% del PIB y emplea a unas 400.000 personas, ha contribuido de forma sustancial a la caída del 21,6% del PIB en el segundo trimestre del año. Además de la hostelería, la industria y la construcción se han resentido del duro confinamiento impuesto por las autoridades en marzo, con descensos de su actividad del 30%. Este oscuro panorama ha derivado en la pérdida de 161.000 empleos y la tasa de paro alcanza ya el 18%.

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El ministro de Finanzas, Nizar Yaize, ha definido la situación macroeconómica como “muy delicada”, y calcula en cerca de 3.000 millones de euros el montante del rescate que requieren las finanzas públicas. “La situación es catastrófica, inédita. Los ingresos han caído, y el déficit se puede disparar hasta el 9% del PIB en 2020. El país ya tiene una deuda externa difícilmente asumible, que llegará al 85% del PIB. Se deberán renegociar los plazos y condiciones para poder hacer frente a todos los pagos”, sostiene el economista Abdejelil Bedui.

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