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¿Quién teme a Alexéi Navalni?

Populista, pragmático y con talento mediático, el opositor ruso colaboraba en la campaña para los comicios de Siberia cuando sufrió la intoxicación

El líder opositor ruso Alexéi Navalni, en una imagen de archivo en 2018. En vídeo, perfil de Navalni.Vídeo: KIRILL KUDRYAVTSEV (AFP) | JOSÉ PABLO DÍAZ
Pilar Bonet

¿Ha sido el político ruso de la oposición Alexéi Navalni, de 44 años, víctima de una intoxicación fortuita o de un envenenamiento premeditado? En ausencia de datos fidedignos cada uno puede creer lo que quiera y a muchos tal vez les resulte cómodo y emocionante colocar este caso en una lista que incluye a Alexandr Litvinienko, ex oficial del KGB (La organización predecesora del Servicio de Seguridad Ruso o FSB) y Serguéi Skripal, ex oficial del espionaje militar y doble agente con el Reino Unido. El primero falleció en 2006 a consecuencia de una dosis de polonio supuestamente administrados por dos de sus antiguos colegas en Londres y el segundo sobrevivió en 2018 a un intento de asesinato con una sustancia paralizante en Salisbury.

“Las autoridades ya han probado (entre otras cosas por su renuncia a investigar incidentes semejantes), que hay alguien en sus filas que practica el envenenamiento como tal”, afirma el politólogo Gleb Pavlovski en el diario Nóvaya Gazeta. “En caso de envenenamiento siempre la primera sospecha se dirigirá contra las autoridades, porque ellas o alguien en sus filas se dedican a esto”. “El envenenamiento de las personas conocidas exige que el envenenador tenga un protector muy arriba, de lo contrario no se arriesgaría tanto”, continúa el politólogo, según el cual el momento provocado por el caso Navalni es “crítico” y “las autoridades en el Kremlin tienen que estar extremadamente interesadas en que no sea un envenenamiento”.

A diferencia de los espías -simples, dobles o tránsfugas- Navalni es un político (aunque nunca fue autorizado a registrar su partido) y por ello trabaja cara al público para consolidar y ampliar las estructuras de sus seguidores por todo el país. Su estancia en Siberia, donde ha sufrido su grave indisposición, tenía que ver con el apoyo de candidatos en diversas provincias para la jornada electoral unificada del 13 de septiembre, en la que se concentran comicios locales y regionales de distinto nivel.

En 2013 Navalni midió sus fuerzas en la contienda por la alcaldía de Moscú y obtuvo entonces el 27% de los votos contra el vencedor y actual titular Serguéi Sabianin. En 2018, sin embargo, no pudo ser candidato a la presidencia de Rusia debido a sus antecedentes penales (lo impidió un artículo de ley que parecía cortado a medida).

Navalni había sido condenado en 2017 a cinco años en libertad provisional por supuesto fraude en un negocio de venta de material forestal cuando era consejero del gobernador de Kírov, Nikita Belij. También ha sido encarcelado por distintos cargos administrativos en mítines de protesta por irregularidades electorales, por ejemplo en las parlamentarias de 2011 y las presidenciales de 2012.

Criado en una ciudad militar de la provincia de Moscú (su padre trabajaba para el ejército), Navalni estudió derecho y finanzas mientras desempeñaba empleos, desde banquero a promotor inmobiliario. Ingresó en el partido “Yábloko”, de carácter liberal y llegó a desempeñar un puesto directivo en su organización de Moscú de donde fue excluido en 2007 por sus coqueteos con las tendencias nacionalistas rusas.

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Populista, pragmático y con gran talento mediático, Navalni se ha centrado sobre todo en la lucha contra la corrupción y ha puesto en marcha populares proyectos como fue Rospil, lanzado en 2010 para analizar los contratos de adjudicación de la administración y denunciar las operaciones sospechosas.

En 2012, Navalni renunció a la financiación anónima de sus proyectos y creó el Fondo de Lucha contra la Corrupción (FLC). Detrás de esta entidad se concentraron 16 personas del mundo de las finanzas, el empresariado y la cultura, parte de las cuales tuvieron que emigrar de Rusia. En la actualidad la supervivencia del FLC está en cuestión debido a las denuncias recibidas por parte de personas que se sienten afectadas por sus pesquisas y debido también a la acción del Comité de Investigación de Rusia. Este comité ha practicado registros sistemáticos en las filiales regionales del FLC, ha requisado ordenadores y material de trabajo y ha congelado las cuentas de sus colaboradores y familiares.

Los blancos de las investigaciones de Navalni forman una larga lista en la que se encuentra el ex jefe del Gobierno y ex presidente de Rusia, Dmitri Medvédev (a quien acusó de aceptar supuestamente una villa de lujo como regalo de un oligarca del negocio del gas y de presuntos negocios vinícolas en Italia), y también los hijos del fiscal Chaika por supuestos negocios ilegales. Asi mismo figuran en ella el ex viceprimer ministro Igor Chuválov por los viajes de lujo de su esposa junto con sus mascotas domésticas en avión particular, el jefe de la Guardia Nacional de Rusia, Víctor Zólotov, por las compras de la institución a precios supuestamente hinchados, la directora del canal televisivo RT, Margarita Simonián, y su esposo Tigrán Keosayán, por el supuesto aprovechamiento de infraestructura pública para un programa en la cadena de televisión NTV, perteneciente a Gazprom. También ha acusado a una empresa de catering del denominado “restaurador” del Kremlin, Yevgueni Prigozhin, de haber alimentado a los escolares de Moscú con comida en mal estado.

El acoso sobre el fondo de Navalni es tal que el político ha anunciado el cierre del mismo y su sustitución por otra entidad jurídica con la misma finalidad pero con otro nombre. En las últimas entradas de su página de web, Navalni exhortaba a apoyar al pueblo bielorruso con palabras, hechos y dinero, pero sobre todo invitaba a los rusos “a volver a la vida política de su ciudad” y a aplicar la “votación inteligente” que consiste en apoyar al candidato de la oposición con más posibilidades objetivas de vencer a los del gobierno, es decir a aquellos que en el pasado tildó de “pillos y ladrones”.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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