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Erdogan busca mucho más que dinero de la UE

Turquía exige una mayor implicación en la guerra siria, un nuevo reparto de los migrantes y eliminar los visados

Migrantes intentan saltar la valla fronteriza en el paso turco de Pazarkule border crossing with Greece's Kastanies.
Migrantes intentan saltar la valla fronteriza en el paso turco de Pazarkule border crossing with Greece's Kastanies.Yasin Akgul/dpa (Europa Press)
Andrés Mourenza



“Les dije que detuvimos a estas personas en Edirne [ciudad turca fronteriza con Grecia], las subimos en autobuses y las devolvimos. Que esto podemos hacerlo una vez, o dos. Pero que llegará un momento en que diremos ‘las puertas están abiertas’ y les desearemos buen viaje. A los caballeros no les sentaron nada bien estas palabras”. Las declaraciones son de Recep Tayyip Erdogan, presidente turco, y las pronunció en noviembre de 2016. Los “caballeros” eran Jean-Claude Juncker y Donald Tusk, entonces presidentes de la Comisión y del Consejo Europeo, respectivamente, que se habían entrevistado con Erdogan para evaluar el estado del acuerdo migratorio firmado a inicios de ese año y que ya presentaba grietas.

Ya había en aquel momento empresarios que ofrecían sus autobuses al presidente turco para “llevar a los refugiados a la frontera” con la UE. Con todo, la cuestión se solucionó entonces al aprobar la UE un segundo tramo de ayudas de 3.000 millones de euros para atender a los refugiados sirios e iraquíes en Turquía. Pese a ello, Erdogan no se privó de utilizar la amenaza de romper el pacto cada vez que se enfadaba con Bruselas: fuese por la petición del Parlamento Europeo de congelar las negociaciones de adhesión de Turquía al club comunitario y sus críticas a las violaciones de derechos humanos, o por la falta de apoyo a su plan de reasentar refugiados árabes en las zonas kurdas de Siria, o por las críticas a la intervención militar en dicha zona. “Ninguna de las partes cumplió totalmente con el acuerdo, ni esperaba que la otra parte lo hiciera. Parece que lo más útil del acuerdo para Turquía era la posibilidad de utilizar como carta negociadora la amenaza de romperlo”, apunta Nicholas Danforth, analista del think tank The German Marshall Fund.

Erdogan ha decidido que ha llegado el momento de canjear el cheque que le entregó la UE en 2016. Su Gobierno está involucrado en varios conflictos internacionales: con Rusia, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Egipto y Francia en Libia; con Grecia, Chipre, Egipto, Israel y la UE en el Mediterráneo Oriental; con el régimen de Bachar el Asad, Irán y Rusia en la provincia siria de Idlib; con las milicias kurdas apoyadas por EE UU en el norte de Siria; con el grupo armado PKK en Irak; con el Consejo de Cooperación del Golfo en la cuestión de Qatar...

Demasiados frentes para un país que aspira a ser una potencia regional, pero tiene la mitad del PIB de España, que no pasa por un buen momento económico y donde la población local comienza a madurar resentimiento respecto a los 3,7 millones de sirios y medio millón de refugiados de otras nacionalidades que residen en Turquía. A eso se suma que, en los últimos dos años, se han multiplicado las llegadas irregulares de afganos y paquistaníes por la frontera sureste.

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Por ello, quizás esta vez no baste el dinero para aplacar a Turquía en la cuestión migratoria. “En su momento fue un error que el Gobierno turco aceptase detener a los inmigrantes que querían ir a la UE a cambio de un dinero que ni llegó a tiempo, ni fue suficiente [Ankara afirma haber gastado 40.000 millones de euros en los refugiados]. El pueblo turco ha pagado bastante para acoger la migración, en términos de inflación e incremento del coste de vida”, explica el analista turco Murat Yetkin. “La UE ha perdido capacidad de negociación con Turquía. ¿Qué le va a ofrecer? ¿Alguna chuchería más? Los inmigrantes tienen derecho a ir allá adonde quieren ir”. Ankara exige que se aprueben más paquetes de ayuda financiera para los refugiados sirios. Pero también que haya un reparto más justo del número de refugiados en la UE y que Bruselas se implique realmente en la solución de la crisis siria.

El acuerdo de alto el fuego en Idlib al que llegaron esta semana Erdogan y Putin “evita una nueva oleada migratoria”, pero eso “no significa un cambio” en la política de puertas abiertas hacia Europa, explicó un alto funcionario del Ejecutivo turco bajo condición de anonimato. “Cabe recordar que hay más de tres millones de personas atrapadas en Idlib y el riesgo de inmigración irregular desde esa zona es real”, añadió. Según la fuente, “la UE no ha cumplido sus promesas del acuerdo de 2016”, pues además de la ayuda financiera se comprometió a avanzar en las negociaciones de adhesión y en levantar la necesidad de visado para los ciudadanos turcos que visiten territorio Schengen (espacio de libre circulación por varios países de la UE, entre ellos Grecia). “En lugar de tomar medidas contra Turquía, la UE debería cooperar para poner fin a las crisis humanas de la región”, aconseja.

Desde Ankara, también exigen de la OTAN, de la que Turquía forma parte, medidas “de confianza” como desplegar nuevas baterías de defensa antimisiles (Turquía no se atreve a poner en marcha los S-400 que adquirió de Moscú) y compartir información de los servicios de inteligencia.

La UE y la OTAN “pagan ahora un alto precio político y moral” por haberse negado a implicarse más en Siria, dejando vía libre a Rusia e Irán, además de por permitir el “chantaje” de Turquía, sostiene Judy Dempsey en un artículo para Carnegie Europe.

En lugar de aprovechar el respiro que dio a la UE la firma del acuerdo con Turquía para negociar entre los Estados miembros una política de asilo común entre sí, han preferido postergar las decisiones e ignorar los problemas de una región como Oriente Próximo, que no es sino el vecindario de Europa.


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