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Julián Castro: “En algún momento, los demócratas nos hemos olvidado de defender a los pobres”

EL PAÍS acompaña en Los Ángeles al único latino candidato en las primarias demócratas, cuya campaña se está fijando en grupos olvidados y sirve de advertencia a la deriva elitista del partido

Pablo Ximénez de Sandoval
Castro, en una mesa redonda con veteranos sin hogar, en Los Ángeles.
Castro, en una mesa redonda con veteranos sin hogar, en Los Ángeles.P. X. S.
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Julián Castro: “At some point, the Democrats forgot to defend the poor”

El pasado martes, un pequeño grupo de personas se concentraba frente a la sede central de la Policía de Los Ángeles para protestar por la violencia policial. Eran el grupo local de Black Lives Matter, el movimiento contra la brutalidad policial que se ceba con los jóvenes negros en Estados Unidos. Les acompañaba en solidaridad Julián Castro, candidato a presidente de Estados Unidos en las primarias demócratas. Castro escuchó con respeto a la familia de Grechario Mack, un hombre negro de 30 años que murió a tiros de la policía el año pasado. Cuando tomó la palabra, pidió que sean despedidos los policías que mataron a Mack y prometió fijar unos estándares nacionales sobre el uso de la fuerza si llega a presidente.

“Nunca habíamos tenido una interacción así con un candidato a presidente”, decía a EL PAÍS Melina Abdullah, portavoz de Black Lives Matter. “Fueron ellos los que nos llamaron y nos dijeron cómo podían ayudar. Este es el tipo de campaña que puede ilusionar a gente como yo”. Definitivamente, manifestarse con víctimas de la policía no es el típico acto de una campaña electoral presidencial. Pero es el típico acto de la campaña que está haciendo Julián Castro.

En 24 horas en Los Ángeles esta semana, Castro no se hizo fotos con líderes locales ni estatales, ni con donantes famosos en Bel Air. Su agenda incluía hablar a una clase de alumnos de políticas de la Universidad de East LA, la universidad del corazón mexicano de la ciudad. Los alumnos le preguntaron por sanidad, cambio climático, leyes de armas y políticas de refugiados. Después, la protesta frente a la policía. Por último, una mesa redonda con veteranos sin techo que viven en un centro para personas sin hogar que él puso en marcha como secretario de Vivienda en 2015. Entre medias, se reunió con unas decenas de partidarios en un restaurante mexicano. En un breve discurso, les dijo: “En algún momento de los últimos 40 años, los demócratas nos olvidamos de defender a los pobres”.

“Creo que el partido se condenó durante la época de Reagan”, explicaba Castro después en una entrevista con EL PAÍS durante ese día de campaña en Los Ángeles. “Cuando Reagan hablaba de las ‘reinas de los subsidios’ y parecía que si eras pobre era porque habías hecho algo mal, algunos demócratas decidieron que era políticamente arriesgado hablar de solucionar la pobreza. Intentaron convencer a una generación de que la guerra contra la pobreza de los años sesenta fue un fracaso y no trajo nada bueno, lo cual es mentira”.

Julián Castro escucha a los familiares de un hombre que murió a tiros de la policía, el martes en Los Ángeles.
Julián Castro escucha a los familiares de un hombre que murió a tiros de la policía, el martes en Los Ángeles.P. X. S.
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“Yo creo que los demócratas podemos luchar por la clase media”, continúa Castro, “pero también luchar por la gente que está durmiendo en la calle, las personas con discapacidad que sufren cada día solo para sacar adelante sus vidas y luchar por los niños migrantes que han sido separados de sus padres. Tenemos que luchar por todos, porque a este presidente solo le preocupa la gente que se parece a él y tiene una cartera como la suya”.

Julián Castro (San Antonio, 45 años) es un abogado tejano, hijo de María Castro, una activista del movimiento chicano iniciado en los años sesenta. Tiene un hermano gemelo idéntico, Joaquín, que nació un minuto después que él. A principios de la década, ambos entraron en política influenciados por su madre, Julián como concejal de su ciudad y Joaquín como congresista estatal (hoy es miembro de la Cámara de Representantes). En 2009, Julián se convirtió en alcalde San Antonio. El resto del país lo descubrió en 2012, cuando dio un celebrado discurso en la convención demócrata de aquellas elecciones. En 2014, Barack Obama lo llamó para ser Secretario de Vivienda en su Gobierno.

Desde la Casa Blanca vio cómo Estados Unidos elegía presidente a Donald Trump dejando atónitos a los demócratas y al mundo. “Creo que en parte fue una reacción a la elección de Barack Obama, el primer presidente negro. También fue una reacción de alguna gente que quería sacudir el establishment y pensaban que Trump iba a hacerlo. El problema es que Donald Trump está en esto para servirse a sí mismo. Da igual si eres demócrata o republicano, en política puedes encontrar a alguien que sea honesto y que quiera servir a tu familia en vez de a sí mismo”.

Poco más de dos años después, Castro fue uno de los primeros en anunciar su candidatura a la nominación demócrata, el pasado enero. “Yo esperaba que habría entre 12 y 18 candidatos”, confiesa. “En un momento dado teníamos 25. Ahora somos 15. En cualquier caso, ha sido de locos, una carrera muy fracturada. Pero mi mensaje está llegando finalmente a los votantes, soy el candidato que más ha alzado la voz por los más vulnerables en este país. Creo que estoy ganando momentum, especialmente en lugares como California”.

El candidato hace esta afirmación apenas una hora después de enterarse de que la senadora por California Kamala Harris ha dado por terminada su carrera en las primarias. Ha sido una sorpresa. Castro, por su parte, no logró clasificarse para estar en el debate de noviembre y aún no está claro que pueda estar en el de diciembre, que se celebra precisamente en Los Ángeles. La campaña asegura que piensan seguir adelante porque están llegando a votantes que no salen en las encuestas. El día que Castro no estuvo en el debate, por ejemplo, fue el mejor día de recaudación de la campaña y las redes se llenaron de mensajes pidiendo su presencia.

Pero las primarias han entrado en una fase en la que las candidaturas implosionan de un día para otro, como las de Beto O’Rourke o Kamala Harris y es imposible saber si a la campaña de Castro le quedan meses u horas. “Quedan nueve semanas para Iowa. En política, nueve semanas son como nueve vidas”, decía Castro esta semana en Los Ángeles. El jueves, anunció que había recaudado 360.000 dólares de 18.000 donantes, a una media de 20 dólares cada donación, después de que Harris anunciara su retirada. Con esas cifras ya cumple una de las condiciones para estar en el debate, pero aún tiene que subir en las encuestas, que le dan una media de 1,4%.

La mayoría de las voces que lamentan la ausencia de Castro en los debates destacan que es el único candidato latino. Él reivindica su historia familiar, pero nunca ha hecho bandera de la etiqueta de el candidato latino. “No hay duda de que en cierta forma llamo la atención por mis antecedentes. Hay gente que no sabe cómo tomarlo. He tratado de articular una visión que incluya a todo el mundo y usar mi experiencia como alcalde y secretario de Vivienda, para decir lo que tenemos que hacer para que todo el mundo prospere, tanto si comparten mi origen como si no”.

Como candidato a presidente, Castro tendría que ganar en lugares donde no se entiende la inmigración y la cultura latina tan bien como en el sur de Texas o el sur de California. “Creo que la mayoría de la gente tiene buen corazón y quiere entender”, dice Castro a EL PAÍS. “Los mejores candidatos y los mejores líderes son aquellos que cierran esa división. En mi campaña yo he tratado de cerrar esa división, de una forma respetuosa pero también franca, sin miedo. Creo que tenemos que tomar una decisión en América. O vamos por el camino del miedo y la división como quiere Donald Trump, o podemos aceptar con elegancia y celebrar que somos más fuertes gracias a la creciente diversidad. Eso es lo que yo quiero hacer. He intentado ser una voz que inspirara a gente de orígenes distintos”.

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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