Guía visual para
entender la caída del muro de Berlín

Hace 30 años, en 1989, caía el muro de Berlín. Los fotógrafos de EL PAÍS estuvieron allí para contarlo. Mostramos aquí una selección de imágenes del archivo del diario, la mayoría nunca digitalizadas, de aquel mes de noviembre.

Fotos: Luis Magán, Jesús Ciscar y Joan Sánchez Texto: Anabel Serrano y Gema García

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Un soldado vigila el muro en la puerta de Brandeburgo, en Berlín, el 30 de noviembre de 1989. ©JOAN SÁNCHEZ

¿Qué pasó hace 30 años?

A media tarde del 9 de noviembre de 1989, jueves, en una rueda de prensa, Günther Schabowski, dirigente de República Democrática Alemana, hacía saber a los periodistas extranjeros que los ciudadanos orientales podían salir del país a través de los puestos fronterizos. A preguntas de los periodistas sobre cuándo entraba la orden en vigor, dijo las palabras mágicas: “De inmediato”. E inmediatamente cientos de miles de personas se dirigieron al muro de Berlín, donde los guardias fronterizos no hicieron nada para contener la avalancha, y cruzaron a la República Federal Alemana (RFA). El muro de Berlín había caído.

Un joven muestra un cartel con la palabra “Paz” en una manifestación en Berlín, días después de la caída del muro. ©LUIS MAGÁN

¿Qué era el muro de Berlín?

Un paredón infranqueable que se convirtió en el símbolo de la Guerra Fría. Además de dividir a Alemania en dos países —la RFA (occidental) y la RDA (oriental)—, también partía el mundo en dos: el bloque de los países alineados con la OTAN (bajo el liderazgo de Estados Unidos) y el del Pacto de Varsovia (la Unión Soviética y sus países satélites). Unos 45 kilómetros de muro separaban el Berlín Oriental del Occidental.

Vista desde el lado occidental del muro, con la alambrada, a finales de noviembre de 1989. ©JOAN SÁNCHEZ

¿Cuándo se construyó?

El “muro antifascista” o el “muro de la paz”, según los comunistas, y para los demás, el “muro de la vergüenza”, empezó a construirse el 13 de agosto de 1961. En unos días, entre 40.000 y 55.000 operarios, soldados y policías plantaron una valla de 40 kilómetros, dividiendo la ciudad con alambradas, bloques de piedra y edificios que fueron vaciados y cerrados.

Unos jóvenes subidos al muro tratan de derribarlo con martillos, unos días después de su caída. ©LUIS MAGÁN

¿Por qué se construyó?

Los muros fronterizos actuales (como el Estados Unidos, Israel, o las vallas de Ceuta o Melilla) se construyen para que no entren los de fuera; sin embargo, este se levantó para que no escaparan los de dentro. Solo desde principios de agosto de 1961, días antes de construirse el muro, casi 50.000 personas habían dejado el Berlín Oriental. Muchos berlineses perdieron sus viviendas cuando, además, se creó una “zona prohibida”.

Soldados subidos al muro a la altura de la puerta de Brandeburgo. ©LUIS MAGÁN

¿Cómo era?

Era más que un muro. En realidad, era un emparedado de muerte entre dos paredones. El perímetro exterior estaba fuertemente iluminado y su pared interior, pintada de blanco para reflejar mejor la silueta de los que intentaban huir; zanjas, dunas, torretas con vigilantes armados en la llamada franja de la muerte, alambrada de espino, vallas metálicas y trincheras y bloques de hormigón de dos toneladas de peso y entre 2,5 a 3,6 metros de altura por 1,5 de ancho. En algunas zonas, los policías patrullaban con perros y había barreras antitanques.

Una mujer mira a través del muro desde el lado occidental. ©LUIS MAGÁN

¿Era posible huir?

Se cree que unas 4.000 personas cruzaron el muro de distintas maneras y no se sabe cuántas lo intentaron por todos los medios imaginables en los 28 años en los estuvo en pie. En globo, en submarino artesanal, nadando por los canales de la ciudad, ocultos en maleteros o bajo los asientos de coches o en camiones, a través de túneles.

Pintada en la cara occidental del muro, vigilado por soldados orientales, reclamando la paz. ©LUIS MAGÁN

¿Cuánta gente murió?

Oficialmente, 79 personas perdieron la vida (aunque se desconoce cuánta gente murió realmente intentando pasar al otro lado del muro, se cree que fueron unas 200) y un centenar resultaron heridas en distintas tentativas. A la primera víctima, Günter Liftin, de 24 años, le dispararon el 24 de agosto de 1961 cuando cruzaba a nado el río Spree. Descubierto por la policía, fue sacado del agua y asesinado de un disparo. El último en perder la vida fue un joven de 20 años, Chris Gueffroy, el 6 de febrero de 1989, ametrallado por la policía de la RDA cuando intentaba cruzar a nado un canal que atraviesa Berlín tras haber conseguido franquear el muro.

Un soldado del Ejército Nacional Popular de la República Democrática de Alemania (RDA) vigila una calle de Berlín, el 30 de noviembre de 1989. ©JOAN SÁNCHEZ

La división de Berlín

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial (1945), las potencias vencedoras (Estados Unidos, Francia, el Reino Unido y la Unión Soviética) decidieron repartirse la capital alemana. En 1948, los occidentales unificaron sus respectivos sectores en uno solo. En 1955, la Unión Soviética declaró liquidada la ocupación y que Berlín pertenecía en su totalidad a la RDA.

Pleno del Parlamento de la RDA, en Berlín, días después de la caída del muro. ©LUIS MAGÁN

La RDA y la RFA

Además de repartirse Berlín, los vencedores de la Segunda Guerra Mundial dividieron Alemania en dos. En 1949 se fundaban la RDA, la República Democrática Alemana (Alemania Oriental, del Este, la comunista), con capital en Berlín, y la RFA, la República Federal Alemana (Alemania Oriental, del Oeste, la capitalista), cuya capital era Bonn. Las dos Alemanias estuvieron hasta 1969 sin reconocerse mutuamente como países, ya que las dos se consideraban la “verdadera Alemania”. Esta división duró hasta la reunificación en octubre de 1990, un año después de la caída del muro.

Cola de ciudadanos para cruzar al lado occidental. ©JOAN SÁNCHEZ

La perestroika

Mijaíl Gorbachov alcanzó en 1985 la cima del poder en la Unión Soviética y con él llegaron la perestroika (reestructuración en ruso), un conjunto de reformas para cambiar la economía del país y sus relaciones con occidente, y la glasnost, la transparencia informativa. Los vientos de cambio en la Unión Soviética se convirtieron en un vendaval en los países del bloque comunista. Varias revoluciones tuvieron lugar en 1989 en países de ámbitos soviéticos. Polonia dio el pistoletazo de salida; Checoslovaquia se apuntó con su Revolución de Terciopelo y en los países bálticos (Letonia, Estonia y Lituania) cientos de miles de ciudadanos salieron a las calles pidiendo recuperar la independencia que habían perdido en 1940 cuando se incorporaron a la URSS.

Unos ciudadanos cruzan el llamado “puente de los espías” en Potsdam a la RFA desde la RDA. ©JOAN SÁNCHEZ

El 40º aniversario de la RDA

Un mes antes de caer el muro habían tenido lugar las celebraciones del 40º aniversario de la fundación de la Alemania Oriental. Desde las elecciones municipales del 7 de mayo (descaradamente manipuladas por el régimen), todos los 7 de cada mes miles de personas salían a protestar en Alexander Platz, en Berlín, para pedir medidas de apertura y cambio. Las autoridades de la RDA anunciaron una “solución china” (en referencia a la matanza de Tiananmen, la masacre en esa plaza de Pekín de estudiantes chinos que pedían la apertura del régimen y que había tenido lugar solo unos meses antes de ese mismo año).

Un coche de la RDA pasa un puesto de control para entrar en el Berlín Occidental, el 30 de noviembre de 1989. ©JOAN SÁNCHEZ

Una caída pacífica

La caída del Muro de Berlín fue una fiesta, pero pudo haber sido un baño de sangre. En 1968, la Primavera de Praga fue apagada por la URSS enviando medio millón de soldados y aplastando el conato de revolución con los tanques en las calles de Checoslovaquia.

Unos soldados cruzan el Schlossbrucke (el puente del Palacio), con la catedral de Berlín y la Fernsehturm (la torre de la televisión, durante muchos años símbolo del Berlín Oriental), de fondo. ©LUIS MAGÁN

La caída de Erich Honecker

La oposición de la gerontocracia de la RDA a la perestroika, la rebelión en la calle (con miles de personas protestando en Dresde y Leipzig) y sus problemas de salud hicieron que el 18 de octubre de 1989 el líder de la RDA, Erich Honecker, fuera sustituido por Egon Krenz, que se vio sobrepasado por los acontecimientos.

Refugiados de la Alemania Oriental intentan entrar en la Embajada de la Alemania Federal en Praga (Checoslovaquia) el 5 de octubre de 1989. ©JESÚS CISCAR

Éxodo de la RDA

Además de este escenario interno, Checoslovaquia abrió sus fronteras. Se calcula que tan solo en 1989, unos 100.000 germanorientales abandonaron la RDA en dirección al país vecino. Luego en Checoslovaquia fueron enviados en los “llamados trenes de la libertad” a la RFA (cruzando la RDA), donde pedían asilo.

Una joven vende camisetas conmemorativas de la caída del muro. ©LUIS MAGÁN

Problemas al vecino

Incapaces de contener la sangría de exiliados, las autoridades de la RDA decidieron abrir sus fronteras con la RFA para evitar “problemas a los vecinos”. Los alemanes del Este solo necesitarían el carné de identidad para ir la RFA. La falta de coordinación y la improvisación de las autoridades de la RDA tras la rueda de prensa de Schabowski hicieron que cientos de miles de ciudadanos se agolparan en los puestos fronterizos del muro. Los soldados, sin órdenes en contra, y no sabiendo cómo actuar, simplemente les dejaron pasar. Había caído el muro.

Unos niños, en un campo de fútbol en Berlín. ©LUIS MAGÁN

La reunificación

En realidad, la RDA dejó de existir y fue engullida por la RFA. Nada más perderla muchos alemanes del Este comenzaron a añorarla. Aunque recibieron ayudas, en cosa de meses, la economía planificada, sin casi paro ni problemas de vivienda, dejó paso a la ferocidad del libre mercado. Muchos no consiguieron adaptarse. También hubo cambios en la RFA. La capitalidad, y con ella la Administración, ministerios y funcionarios, fueron trasladados de Bonn a Berlín. Y su muro (algunos trozos siguen en pie), acabó vendido en trocitos a los turistas.

Créditos

  • Textos: Anabel Serrano y Gema García
  • Formato y diseño: Fernando Hernández y Ruth Benito
  • Front-end: Nelly Natalí
  • Fotografía: Luis Magán, Jesús Ciscar y Joan Sánchez