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Un Día del Padre a oscuras

Muchos porteños no pudieron siquiera hacerse un café. La dependencia eléctrica del país es enorme

Una carnicería, durante el corte de luz en Buenos Aires.
Una carnicería, durante el corte de luz en Buenos Aires.Lalo Yasky (Getty Images)
Federico Rivas Molina

A las siete de la mañana suena el móvil y al otro lado de la línea avisan de que Argentina y buena parte de Uruguay están sin electricidad. Es domingo, diluvia, hace frío y se celebra el Día del Padre. El lunes, además, es feriado nacional. Lo primero que viene a la cabeza es la puntería de la catástrofe. Cuesta imaginar las consecuencias de un apagón semejante en la madrugada de un día laborable, sin buses, trenes ni subterráneos en hora pico para los cuatro millones de personas que cada día ingresan a Buenos Aires desde el conurbano (las localidades del extrarradio). Lo mismo en las grandes ciudades del interior. Este domingo, en cambio, el impacto se sintió puertas adentro de los hogares, que amanecieron sin agua, en muchos casos sin calefacción. Muchos porteños no pudieron siquiera hacerse un café. Nuestra dependencia eléctrica es enorme.

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En los barrios no funcionan los semáforos y las gasolineras están cerradas. Corre la voz de que a unas pocas calles hay una que tiene grupo electrógeno y ya hay una larga fila de autos, “por las dudas de que esto dure mucho tiempo”. “Están sin luz en Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Brasil y Chile”, comenta una mujer mayor en el chino, el supermercado del barrio. Cuando le aclaran que el corte solo afecta a Argentina y Uruguay, se las ingenia para salir airosa: “Dicen que en Constitución ya hay luz”, y cambia de tema, mientras busca velas con la linterna de su móvil en las estanterías.

Sin televisión ni internet, los vecinos se informan desde sus teléfonos. Y arden los grupos de WhatsApp. Allí circula que “en Colegiales ya funcionan los semáforos”, señal de que poco a poco todo vuelve a la normalidad. A media mañana, crece el temor de que las baterías no duren lo suficiente. ¿Qué hacer con los almuerzos del Día del Padre?, se preguntan otros, mientras avisan de que “mejor cancelar la reserva en el restaurante” y “hacer algo rápido en casa”. Las primeras horas del “apocalipsis” están bajo control, pero nadie se anima a pronosticar qué pasará si la situación dura más de la cuenta. Aún está en el recuerdo aquel corte de 1999, que afectó a 150.000 hogares de Buenos Aires durante 11 días, en medio de una ola de calor sin precedentes. Las manifestaciones hicieron tambalear al Gobierno de Fernando de la Rúa.

En 2002 hubo otro apagón masivo que afectó a siete millones de personas en Buenos Aires y ocho provincias, pero solo duró tres horas. Eran los tiempos del colapso económico argentino y aquel incidente se vivió como una señal más en un país que se caía a pedazos. Esta vez, el alcance del corte ha sido mayor, aunque las autoridades han prometido una rápida solución. El humor social no está para experiencias traumáticas, sobre todo porque en octubre habrá elecciones generales y los votantes podrán recordar al presidente Mauricio Macri que desde el inicio de su gestión, en 2015, las tarifas de electricidad se multiplicaron por siete.

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Sobre la firma

Federico Rivas Molina
Es corresponsal de EL PAÍS en Argentina desde 2016. Fue editor de la edición América. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires y máster en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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