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La traición de un discípulo reescribe el final del juego de tronos de Netanyahu

El ultraconservador Lieberman, que fue brazo derecho del primer ministro, fuerza las nuevas elecciones

Juan Carlos Sanz
Avigdor Lieberman, entonces ministro de Defensa, y Benjamín Netanyahu, en el Parlamento israelí en 2016.
Avigdor Lieberman, entonces ministro de Defensa, y Benjamín Netanyahu, en el Parlamento israelí en 2016.MENAHEM KAHANA (AFP)

Le negó al menos tres veces, como Pedro a Jesús de Nazaret, y ha acabado traicionando a su maestro. El gallo aún no había cantado en la madrugada del jueves en Jerusalén cuando la Kneset (Parlamento) votó hacerse el harakiri para repetir unas elecciones legislativas que Israel había celebrado apenas dos meses atrás. La mueca sardónica que caracteriza a Benjamín Netanyahu se trocó en rictus sombrío al comprender que el final feliz de los comicios del 9 de abril, que parecían haberle revalidado como primer ministro por quinta vez, se había desvanecido por una traición. El judas que ha reescrito el desenlace del juego de tronos del líder indiscutido de Israel durante un decenio había sido el chico de los recados al inicio de su carrera política.

Avigdor Lieberman (Chisináu, 1958) tuvo que trabajar como portero de discoteca para poder abrirse camino en la elitista Universidad Hebrea de Jerusalén, adonde llegó como joven judío emigrado desde la antigua URSS. Cuando no se peleaba en el campus con estudiantes árabes, frecuentaba las reuniones del movimiento racista Kach, proscrito años después. Pero fue en el Likud donde coincidió a finales de los años ochenta con Netanyahu, prometedor dirigente sabra (nacido en Israel) y askenazi (judío centroeuropeo), a quien ayudó a escalar peldaños en la jerarquía hasta que se convirtió en el líder del principal partido de la derecha.

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Fue durante años su asistente personal, chófer ocasional y, a menudo, confidente. La fidelidad del edecán moldavo fue generosamente recompensada cuando su mentor alcanzó la cima del poder y le nombró jefe de gabinete del primer ministro, al inicio de su primer mandato en 1996. Pronto prefirió volar solo. Al año siguiente negó por primera vez al jefe del Gobierno y dimitió a causa de las concesiones que, alegó, se hacían a los palestinos.

Lieberman fundó entonces el partido Israel Nuestra Casa, la plataforma política favorita de los cerca de un millón de rusohablantes del Estado judío. Como paladín de esta comunidad ultraconservadora y de estilo de vida laico —saborea los productos porcinos sin la bendición kosher de los rabinos—, ha navegado por la derecha israelí como firme aliado de Netanyahu.

Cuando el líder del Likud regresó al poder en 2009 le designó ministro de Exteriores, antes de ponerle en 2016 al frente de la cartera de Defensa, la más relevante del Ejecutivo en Israel. Pero también acabó renegando del primer ministro en noviembre del año pasado, cuando ambos chocaron sobre la estrategia de contención militar en la franja de Gaza.

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Israel Nuestra Casa sufrió un retroceso en las últimas elecciones, pero sus cinco escaños eran claves para que la coalición derechista que pretendía forjar Netanyahu sumara mayoría en la Kneset. Escudado en la reforma del servicio militar que él mismo había impulsado desde Defensa, el líder ultraconservador vetó el pacto de Gobierno si los partidos ultraortodoxos, cuyos votos eran también decisivos, no acataban antes el alistamiento de los estudiantes de las yeshivas (escuelas talmúdicas). La tercera negación de Lieberman ha sido recibida como la infamia de un felón por quien fue su maestro. El primer ministro le dedica ahora el peor insulto que sale de su boca: “izquierdista”

“Desde que entró en la escena pública, Lieberman ha sido considerado, y no sin motivos, como el supervillano de la política israelí”, subraya el columnista de Haaretz Chemi Shalev. La oposición de centroizquierda y los partidos árabes le tachan de extremista y racista. Las declaraciones de este dirigente —habita desde hace décadas en Nokdim, asentamiento de Cisjordania próximo a Belén— contra la minoría israelí de origen palestino y las organizaciones pacifistas suelen ser incendiarias. En su trabajo en el Gobierno, sin embargo, ha sido más conocido en los últimos tiempos por su perfil bajo y pragmático.

Supo aprender de las habilidades de su mentor político, cuyas debilidades conoce además mejor que ningún otro líder del país. Al bloquear la formación de Gobierno y forzar la convocatoria de nuevas elecciones el 17 de septiembre, Lieberman ha puesto en jaque a Netanyahu, quien se verá obligado a mover ahora sus piezas con extrema cautela. Aunque el líder del Likud vuelva a ganar en las urnas, como ya apuntan los sondeos, apenas tendrá margen para poder formar nuevo Gobierno antes de que el fiscal general le cite el 3 de octubre por tres casos de fraude y soborno.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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