_
_
_
_
_

Enterrar tejidos microscópicos para preservar la memoria de las víctimas del nazismo

Un total de 300 muestras de personas ejecutadas reciben sepultura en un cementerio berlinés

Las muestras de víctimas del nazismo reciben sepultura en el cementerio berlinés de Dorotheenstadt.
Las muestras de víctimas del nazismo reciben sepultura en el cementerio berlinés de Dorotheenstadt.FABRIZIO BENSCH (REUTERS)

Una caja de madera clara preside la capilla de un bonito cementerio berlinés, en el que se celebra un entierro muy particular. El cajón contiene 300 preparaciones microscópicas de personas ejecutadas por los nazis, y ahora, 75 años más tarde, reciben un entierro digno en una emotiva ceremonia interreligiosa. Rosas blancas, alguna kipá y un silencio sepulcral forman parte del cortejo fúnebre, que desfila hasta llegar a su fosa entre las tumbas en un mayo frío y ventoso.

Familiares de los asesinados, representantes de instituciones que trabajan por la memoria y directivos de un gran hospital componen el séquito de los que este lunes han querido hacer memoria y justicia. Los nombres de las víctimas no han trascendido para respetar la privacidad de los familiares, pero muchos se conocen y se saludan con cariño en el camposanto de la capital alemana en el que también descansan Hegel y Brecht.

Los nazis proporcionaron al anatomista Hermann Stieve cientos de cadáveres de la prisión de Plötzensee, al oeste de la capital, donde ahorcaron y decapitaron a cerca de 2.800 presos políticos entre 1933 y 1945. El histólogo diseccionaba los cuerpos que le proporcionaban los nazis para sus investigaciones y después se deshacía de ellos. Los cadáveres acababan en el crematorio de Wilmersdorf, en Berlín y las cenizas posteriormente entregadas a un cementerio, sin que sus familiares tuvieran noticia del paradero de los restos. Stieve fue director del Instituto de Anatomía del hospital de la Charité en Berlín, donde trabajó hasta 1952; el año en el que murió. Como tantos otros científicos que colaboraron con los nazis, nunca fue juzgado.

La caja con las muestras de víctimas del nazismo es trasladada a la tumba donde recibirá sepultura.
La caja con las muestras de víctimas del nazismo es trasladada a la tumba donde recibirá sepultura.FABRIZIO BENSCH (REUTERS)

En 2016, el hospital recibió de la familia del colaboracionista nazi las muestras. “Ha sido la tercera generación de la familia de Stieve, la que encontró la colección y nos la entregó. Sabían que procedían de aquella época y han querido devolver la dignidad a los muertos”, explica a este diario Karl Max Einhäupl, director de la Charité. “En seguida nos pusimos a investigar para identificar las muestras”, dice el responsable de una institución que se ha propuesto enfrentarse a su pasado. “Con el entierro de las muestras microscópicas queremos ayudar a las víctimas a restituir su dignidad”, estima Einhäupl.

Más información
La caza de los últimos nazis continúa
Publicado el borrador de la novela que Ana Frank escribió basado en su diario
Recordar el pasado para afrontar el futuro de Europa
Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

No todas han podido ser identificadas. Andreas Winkelmann, director del Instituto de Anatomía de la universidad de Brandenburgo y responsable de la investigación que se ha prolongado tres años, explica que han sido capaces de identificar con certeza unas pocas decenas de ellas. La mayoría, sospechan los investigadores, pertenecen a mujeres de entre 20 y 40 años, ya que Stieve estaba especializado en el efecto del estrés en los ciclos menstruales y en la fertilidad femenina. Algunas eran conocidas disidentes y por eso la fecha elegida ha sido el 13 de mayo, cuando en el año 1943 fueron ejecutadas 13 miembros de la red de espionaje antinazi llamada Orquesta Roja.

Una mujer, vestida de oscuro y con gafas de sol, que se identifica como Arlete, dice que ha venido al entierro en calidad de familiar, pero también de científica. “Lo que hicieron en nombre de la Ciencia fue moralmente terrible”, dice esta neurocientífica. “Todos los que hemos venido tenemos una razón muy profunda para estar aquí”, asegura.

“Cada una de las personas que fueron asesinadas por los nazis tiene que ser enterrada de una manera digna, aunque sea 75 años más tarde”, considera Johannes Tuchel, director del memorial de la Resistencia alemana y uno de los organizadores de la ceremonia en el cementerio de Dorotheenstadt.

Una pastora protestante, un rabino y un cura católico presiden la oración en la capilla y después el enterramiento. Junto a la tapia de ladrillo que linda con el hospital en el que trabajo Stieve, el sepulturero hace descender el cajón con los tejidos en el hueco excavado. Quien quiere echa un puñado de tierra. Solo faltan los cuerpos que no tuvieron una tumba para ser llorados.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_