_
_
_
_
_
ELECCIONES EN ISRAEL

Cuando la única alternativa de poder es un general

Tres exjefes del Ejército encabezan la alianza electoral centrista que busca derrotar a Netanyahu

Juan Carlos Sanz
Benjamín Netanyahu y el general Benny Gantz, en Tel Aviv en 2012.
Benjamín Netanyahu y el general Benny Gantz, en Tel Aviv en 2012.NIR ELIAS (REUTERS)

“Ya no puede seguir siendo primer ministro. Con [Benjamín] Netanyahu vemos un fenómeno que recuerda a la Turquía del presidente [Recep Tayyip] Erdogan, que se protege de las investigaciones por corrupción”. Estas palabras las pronunció el martes un teniente general que hace menos de cinco años dirigió la guerra que se cobró más de 2.200 muertos en la franja de Gaza, pero nadie en el Estado judío parece temer una asonada militar tras la entrevista publicada por el diario digital Times of Israel. El exjefe de las Fuerzas Armadas Benny Gantz se ha convertido en la única alternativa electoral al actual jefe del Gobierno, quien ocupa el poder desde 2009 después de tres victorias consecutivas en las urnas, en las legislativas del próximo martes. Junto a dos de sus predecesores al frente del Estado Mayor —los exgenerales Moshe Yaalon (que fue ministro de Defensa) y Gabi Ashkenazi— y el dirigente político liberal Yair Lapid (antiguo ministro de Finanzas) encabeza la alianza centrista Azul y Blanco (por los colores de la bandera israelí), que ha dado la sorpresa en las encuestas de intención de voto. La candidatura de Gantz (con 27 diputados previstos en los sondeos) disputa casi a la par con el conservador partido Likud de Netanyahu (30 escaños de los 120 de la Kneset o Parlamento) en la recta final de la campaña de las legislativas.

El programa de Azul y Blanco es tan impreciso como la distancia que separa a sus cuatro tenores, que van desde la derecha moderada a los aledaños del laborismo. El denominador común que galvaniza la coalición electoral radica en la voluntad de descabalgar del poder al actual primer ministro. Además de encarnar la alternancia, el principal activo de Gantz es precisamente que ofrece un mensaje de unidad a una sociedad polarizada: un reencuentro de los israelíes tras una década de fractura entre religiosos y laicos; entre partidarios y detractores del proceso de paz con los palestinos. Por ejemplo, mantener el transporte público durante el sabbat (el día sagrado judío), pese al veto de los ultraortodoxos. O la reanudación de las negociaciones para acordar una “separación” con los palestinos. “No me avergüenza pronunciar la palabra paz”, suele reiterar el carismático exgeneral en sus actos públicos, mientras evita cuidadosamente pronunciarse sobre la solución de los dos Estados.

A los 59 años, después de haber participado en casi todos los conflictos armados de Israel de las cuatro últimas décadas, el exgeneral Gantz libra ahora una encarnizada batalla política contra Netanyahu. “Mientras yo dirigía varias unidades de combate que arriesgaban la vida en territorio enemigo, él se abría paso con valentía por las salas de maquillaje de los estudios de televisión”, espetó al inicio de la campaña al primer ministro.

Hijo de inmigrantes huidos del este de Europa —su madre estuvo detenida en un campo de concentración nazi—, se alistó en 1977 en el cuerpo de élite de paracaidistas y permaneció en activo en las Fuerzas Armadas hasta 2015. Galán maduro de pelo gris, ojos azules y 1,95 metros de estatura, este antiguo agregado militar en la Embajada israelí en Washington ha irrumpido con fuerza en la escena electoral.

En la estela de Rabin y Barak

Gantz fue el comandante de dos grandes ofensivas militares en Gaza (2012 y 2014) y último jefe de las tropas estacionadas en Líbano hasta el año 2000. En un país rodeado de enemigos, las Fuerzas Armadas siguen siendo la institución más valorada. Una veintena de antiguos jefes del Ejército han hecho carrera política en los 70 años de existencia del Estado judío. Dos de ellos —Isaac Rabin y Ehud Barak— fueron primeros ministros, una decena ejercieron como ministros y otros tantos resultaron elegidos diputados en el Parlamento.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

La alianza electoral Azul y Blanco acapara el amplio espacio de centro en el que se reconocen una mayoría de los judíos israelíes de las grandes ciudades. Asentada como opción de alternancia, ha sabido atraer votantes de la izquierda y el pacifismo, que han dado la espalda en los sondeos al Partido Laborista y a Meretz. Pero para ganar la partida, Gantz precisa además del apoyo en las urnas de sectores del Likud descontentos con el extremismo del primer ministro. Solo en el caso de que supere a su rival en votos y escaños será viable que el presidente de Israel, Reuven Rivlin (precisamente un likudnik moderado enfrentado con Netanyahu), le encargue la compleja formación de un Gobierno de coalición.

Lapid aspira a tomar el relevo

El principal aliado de Benny Gantz, el líder liberal Yair Lapid, de 55 años, ocupaba el centro del terreno de juego político en Israel con su partido Yesh Atid (Hay Futuro) desde hace siete años, cuando dejó el periodismo televisivo que le había convertido en un personaje popular en el país. La irrupción del exgeneral y de otros dos antiguos jefes de las Fuerzas Armadas le relegó a segundo plano en la alianza Azul y Blanco. A cambio de dar un paso atrás, Lapid pactó con Gantz que ambos se turnarán en el puesto de primer ministro a la mitad del mandato si logran formar Gobierno. Desde el Ejecutivo impulsó entre 2013 y 2015 una radical reforma para que los judíos ultraortodoxos (que suman un 12% de la población) cumplieran también el servicio militar.

Putin irrumpe en la campaña con un 'presente' electoral para Netanyahu

Restos de un militar israelí caído en Líbano 

A cinco días de unas disputadas legislativas en Israel, Vladímir Putin irrumpió también este jueves en la campaña electoral con un inesperado espaldarazo a las aspiraciones electorales de Benjamín Netanyahu. El presidente ruso confirmó en el Kremlin ante el primer ministro que su Ejército había recuperado los restos de un militar israelí dado por desaparecido en 1982 en la guerra de Líbano. "Nuestras tropas, junto con nuestros aliados sirios, determinaron el lugar de inhumación", aseguró Putin. "En virtud de las tradiciones militares, entregamos sus restos a Israel", anunció, según France Presse.

Netanyahu había viajado de madrugada a Moscú, en principio para mantener una reunión con Putin sobre el conflicto en Siria. Pero tras el reconocimiento de la intervención de Rusia en la localización del cadáver, asistió a una emotiva ceremonia en el Ministerio de Defensa ruso en la que recibió los efectos personales del soldado caído en un ataúd cubierto por la enseña israelí.

Los restos del sargento tanquista Zachary Baumel, dado por desaparecido hace 37 años en el valle de la Bekaa libanés, fronterizo con Siria, habían viajado días antes a Israel, donde expertos forenses confirmaron su identidad. Los cadáveres de otros dos militares hebreos que intervinieron en la batalla de Sultán Yacub entre carros de combate siguen aún en ignorado paradero.

El Estado judío considera un imperativo moral la localización de sus soldados desaparecidos en combate. Agencias de inteligencia militares y civiles, como el Mosad y el Shin Bet, han intervenido en una operación para localizar la tumba de Baumel que, según la prensa israelí, se llevó a cabo en el campo de refugiados de Yarmuk, en la periferia de Damasco, después de que el Ejército sirio desalojara a las milicias del Estado Islámico que lo controlaron durante parte de la guerra.

Netanyahu regresó en la noche del jueves a Jerusalén a tiempo para asistir al funeral de Estado por el sargento Baumel en el cementerio militar del monte Herzl, en una ceremonia retransmitida por televisión.

Después de haber obtenido la semana pasada en Washington el reconocimiento de la soberanía de Israel sobre los Altos del Golán, ocupados por el Ejército hebreo desde 1967, de manos del presidente Donald Trump, el primer ministro recibió en Jerusalén al mandatario brasileño. Jair Bolsonaro viajó más de 10.000 kilómetros para anunciar la apertura de una oficina de negocios en la Ciudad Santa, aunque sin trasladar la Embajada desde Tel Aviv, como esperaba el Gobierno israelí. El presente ofrecido por el Kremlin en la recta final de la campaña electoral no tiene el mismo calado político, pero toca la fibra emocional de las decenas de miles de familias israelíes que envían a sus hijos e hijas a un prolongado servicio militar obligatorio, que muchas veces se cumple en un escenario de conflicto.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_