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Pugna en el seno de la UE para decidir quién elige al sucesor de Juncker

Macron impulsa una iniciativa para que sean los Gobiernos, y no el Parlamento Europeo, los que voten al futuro presidente de la Comisión Europea

Macron, durante un debate sobre la situación social de las mujeres, el pasado 28 de febrero. En vídeo, declaraciones de Macron y del portavoz de la Comisión Europea, Margaritis Schinas.Vídeo: AFP / AP-EPV

La cuenta atrás para elegir al sucesor de Jean-Claude Juncker ha comenzado y la batalla por controlar el proceso de selección del nuevo presidente de la Comisión Europea, tras las elecciones europeas del 26 de mayo, se anuncia encarnizada. El Parlamento Europeo espera que el elegido sea uno de los candidatos designados por los partidos políticos. Pero varios Gobiernos, con el presidente francés Emmanuel Macron al frente, maniobran para abortar ese sistema, utilizado por primera vez en 2014, y permitir que los 27 socios de la UE designen a su propio aspirante.

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Populares, Socialistas y Verdes, entre otros grupos políticos, ya han designado a sus cabezas de cartel para las elecciones de mayo. Y el Parlamento saliente ha exigido que el próximo jefe del Ejecutivo comunitario sea uno de ellos, en función del resultado de las urnas. Pero varios socios de la UE, encabezados por Francia, quieren impedir que se repita ese sistema de nombramiento bautizado con el término alemán de spitzenkandidat (candidato principal). Macron, entre otros, prefiere volver al sistema de elección que daba todo el poder de elección al Consejo Europeo, sistema utilizado desde 1958 hasta 2014.

Fuentes diplomáticas aseguran que ya han empezado los movimientos para hacer descarrilar el proceso de spitzenkandidat, que califican como "pura ficción". Francia cuenta con el apoyo explícito de países como Holanda o Finlandia. Y el resto, sin rechazar tan abiertamente el proceso, se reserva la posibilidad de elegir un candidato al margen de los presentados por cada partido.

El Gobierno de Pedro Sánchez en principio apoya el proceso defendido por el Parlamento, y los socialistas españoles han respaldado sin ambages al candidato europeo de su formación, el holandés Frans Timmermans. Pero España coincide con los otros socios en que no debería de haber automatismo en esta elección y en que el Consejo Europeo (en el que están presentes los jefes de Estado y de Gobierno de la UE) tiene libertad de elección. Sánchez, además, fue uno de los pocos líderes socialdemócratas que en 2014 ordenó a sus eurodiputados votar en contra de la investidura de Juncker, a pesar del acuerdo alcanzado a nivel comunitario con el Partido Popular Europeo.

Merkel y Cameron ya lo intentaron hace cinco años

El choque institucional para elegir al presidente de la Comisión Europea ya se produjo hace cinco años. La canciller alemana, Angela Merkel, y el primer ministro británico, David Cameron, intentaron, junto a otros líderes europeos, frustrar el nombramiento de Jean-Claude Juncker, candidato del Partido Popular Europeo. Pero la revuelta de la opinión pública en Alemania asustó a la canciller. Y para gran frustración de Cameron, Berlín acabó aceptando la presidencia de Juncker. El británico, despechado, votó en contra del luxemburgués, una rabieta en la que solo se vio acompañado por el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, socio del PPE.

Merkel, según fuentes diplomáticas, mantiene sus reticencias sobre el modelo del spitzenkandidat, que arrebata a los Gobiernos la posibilidad de elegir un aspirante a presidente de la Comisión y traspasa esa potestad a los partidos políticos europeos. Pero la canciller no puede liderar esta vez la ofensiva. Primero, porque salió escaldada en 2014. Y segundo, porque uno de los canidatos es alemán, Manfred Weber, y miembro de la CSU, el partido hermano de la CDU de Merkel.

Al presidente francés, Emmanuel Macron, le toca encabezar la ofensiva para desbaratar el proceso puesto en marcha por el Parlamento Europeo. El francés cuenta con importantes aliados, entre los que se menciona al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, o al primer ministro de Holanda, Mark Rutte, entre otros.

La fórmula que defiende Macron da un mayor margen de maniobra a los Gobiernos de la UE. Estos puede elegir entre ellos a la persona que desean colocar al frente de la Comisión, el organismo comunitario más poderoso e influyente. Este sistema permitiría a Macron influir en mayor medida en la elección, ya que en el Parlamento Europeo no cuenta con grupo propio y en los dos grupos principales (PPE y S&D) los franceses apenas contarán con escaños, según los sondeos.

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Para diluir el efecto de una cabeza visible de cartel en las elecciones del 26 de mayo, el grupo liberal (ALDE), en el que se da por sentado que se integrarán los eurodiputados de Macron y que ya se ha desmarcado del proceso de spitzenkandidat, no presentará un candidato principal, como hizo en 2014, sino un plantel de aspirantes.

Los liberales optarán por un pánel de varias personas, cuyo listado se presentará el próximo 21 de marzo. "Planteamos varios nombres como forma de protesta y para demostrar a la opinión pública que esto no es un juego serio", señala el líder de los liberales europeos, Guy Verhofstadt, durante un reciente encuentro con El PAÍS y otros medios europeos.

Los liberales, como Macron, creen que la idea del candidato principal ha quedado desnaturalizada al no permitirse las listas electorales transnacionales, propuestas por el presidente francés y rechazadas por el Parlamento Europeo (con el voto en contra, sobre todo, del Partido Popular europeo y de algunas delegaciones socialistas).

Verhofstadt fue un entusiasta defensor del spitzenkandidat y él mismo concurrió como candidato. "Pero ese sistema era un primer paso para llegar a las listas transnacionales. Y el Partido Popular Europeo ha roto ese acuerdo", acusa el líder liberal.

¿Quién elige al presidente según el Tratado?

El Tratado de Lisboa, que entró en vigor a finales de 2009, establece el procedimiento de nombramiento del presidente de la Comisión. Y no menciona para nada el sistema del spitzenkandidat, inventado por el Parlamento Europeo en 2014. El Tratado establece que "teniendo en cuenta el resultado de las elecciones al Parlamento Europeo y tras mantener las consultas apropiadas, el Consejo Europeo propondrá al Parlamento Europeo, por mayoría cualificada, un candidato al cargo de Presidente de la Comisión". El candidato necesita el respaldo de la mayoría del Parlamento. Y si no logra, "el Consejo Europeo propondrá en el plazo de un mes, por mayoría cualificada, un nuevo candidato, que será elegido por el Parlamento Europeo por el mismo procedimiento". Es decir, siempre son los gobiernos los encargados de proponer, lo cual no impide que el Parlamento rechace uno tras otro a los aspirantes hasta que se proponga el que sea de su agrado.

El Parlamento Europeo, en cambio, considera que vincular la presidencia de la Comisión a las elecciones europeas añade legitimidad democrática al organismo comunitario. También defiende que es una forma de dar mayor visibilidad al organismo, de mostrar a los ciudadanos que tiene verdadera capacidad de influir, para intentar reducir la menor participación que estos comicios suelen tener respecto a los nacionales.

Pero los arietes de Macron en Bruselas, una legión de eurócratas y diplomáticos partidarios de volver al dedazo, niegan que el sistema de spitzenkandidat tenga ningún valor añadido democrático. "El sistema de candidatos es pura ficción", acusan fuentes diplomáticas. Esas fuentes creen que el spitzenkandidat solo ha servido para que el Parlamento se arrogue una competencia que no tiene y para dar más poder a unos partidos políticos europeos cuyo anclaje real con la ciudadanía es más que dudosa. "En 2014, el proceso solo cuajó en Alemania. En el resto de países, nadie podía identificar a los presuntos candidatos", subrayan esas fuentes.

Los partidarios de volver al sistema anterior esgrimen sondeos realizados tras las elecciones europeas de hace cinco años en los que apenas el 14% de los encuestados en 15 países de la UE podían nombrar a alguno de los candidatos a presidir la Comisión. Solo en Luxemburgo, país de origen de Juncker, el grado de conocimiento llegó al 54,7%, mientras que en Alemania y Bélgica rozó el 25%. Países como España, Holanda o Polonia se quedaron por debajo de media del 3% y en Reino Unido apenas fue del 1,1%.

Fuentes diplomáticas también subrayan que los presidentes de Gobierno que se sientan en el Consejo Europeo han sido elegidos en elecciones con mucha más participación que las de los europarlamentarios, sobre todo, en algunos países. En 2014, la abstención en las elecciones europeas superó el 50% en 20 de los 28 países de la UE, incluidos, los de más población (Alemania, Francia, Reino Unido, España y Polonia), salvo Italia, donde el voto es obligatorio.

La legitimidad democrática del sistema también se ve cuestionada por el escaso éxito de los candidatos en sus propios países. En 2014, Juncker no se presentó a las elecciones en Luxemburgo, por lo que ni siquiera pudieron votarle sus propios compatriotas.

Entre los candidatos de este año, el conservador Manfred Weber (PPE) puede esperar un buen resultado de su partido en Alemania, donde los sondeos apuntan a una victoria de su formación (CDU/CSU) con el 33% de los votos. Pero su rival socialista, Frans Timmermans (S&D), le espera un pésimo resultado en Holanda, donde su partido (PvDA) figura en novena posición, según los sondeos, con poco más del 8% de intención de voto.

La aritmética parlamentaria posterior al 26 de mayo podría acabar con ambos aspirantes. Populares y socialistas, según las proyecciones de voto, necesitarán el respaldo de los liberales para nombrar al presidente de la Comisión (se necesita el respaldo de 353 eurodiputados en un hemiciclo de 705). Y si Weber no logra sumar los votos necesarios para la investidura, parece impensable que Timmermans pueda conseguirlo.

El bloqueo daría la oportunidad buscada por las capitales. Y permitiría Consejo Europeo proponer su propio candidato, una potestad que le reconoce el Tratado de la UE, que solo obliga "a tomar en cuenta el resultado de las elecciones al Parlamento Europeo".

El presidente del Consejo, Donald Tusk, tiene previsto, según fuentes comunitarias, plantear en la misma cumbre europea (22 de junio) la elección del presidente de la Comisión y la del próximo presidente del Banco Central Europeo. La posibilidad de combinar el relevo de Juncker con el de Mario Draghi (que abandona Fráncfort el 1 de noviembre) otorga a los Gobiernos una jugosa posibilidad de regateo que no parecen dispuestos a perder.

El Parlamento Europeo aprobó el año pasado una resolución (por 457 votos a favor y 200 en contra y 20 abstenciones) en las que advertía que rechazará cualquier aspirante a presidir la Comisión que no se haya postulado como spitzenkandidat. Pero las capitales no se sienten amedrentadas por esa advertencia. "No sabemos si el próximo Parlamento asumirá las decisiones del actual", señalan fuentes diplomáticas. Y con un ala euroescéptica en ascenso, según los sondeos, todo indica que buena parte del próximo hemiciclo preferirá un dedazo, que visualice sus críticas a la eurocracia, antes que una elección en apariencia más democrática.

Barnier parte como favorito de los 'tapados'

El posible descarrilamiento de los candidatos de los partidos políticos a presidir la Comisión Europea abrirá el camino a los aspirantes que no se han postulado oficialmente y permanecen a la sombra a la espera de que pasen las elecciones del 26 de mayo. En ese grupo de tapados, el francés Michel Barnier, negociador jefe de la UE para el Brexit, parte con muchas posibilidades, sobre todo, si finalmente el Reino Unido sale del club europeo de forma pactada y tranquila. Barnier aspiraba a ser el candidato oficial del Partido Popular Europeo (PPE), pero las complicaciones del Brexit le impidieron disputar ese puesto al alemán Manfred Weber. Curiosamente, el no haber entrado en la carrera refuerza ahora las posibilidades del francés, que podría beneficiarse del dedazo del Consejo Europeo que pretende recuperar Emmanuel Macron. Aunque Barnier es conservador, se encuentra muy próximo a la visión europeísta del presidente francés. Y aprovechando la recta final del Brexit, Barnier está de gira por todas las capitales donde, según fuentes diplomáticas, está haciendo valer sus credenciales para sustituir a Jean-Claude Juncker.

Pero en las filas de Macron también se atisban candidaturas ocultas. La más evidente es la liberal danesa Margrethe Vestager, actual comisaria europea de Competencia, que podría convertirse en la primera mujer al frente de la Comisión Europea. Vestager no oculta su deseo de seguir en Bruselas, aunque, de momento, no tiene el respaldo del gobierno de Copenhague.

También podría entrar en el bombo el nombre de Mark Rutte, primer ministro de Holanda y liberal como Vestager, aunque más cercano a la canciller alemana, Angela Merkel, que a Macron. A Rutte se le vinculaba hasta ahora con el puesto de presidente del Consejo Europeo (que quedará libre en diciembre). Pero algunas fuentes apuntan su interés por la presidencia de la Comisión, un cargo con mucho más poder real que la presidendia del Consejo.

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