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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Una secuela de la historia

El atentado en la academia de policía no supone un retorno al pasado. Colombia ya ha superado su peor etapa de violencia

Ariel Ávila
Un letrero fuera de la academia de policía.
Un letrero fuera de la academia de policía. L. GONZALEZ (Reuters)

El atentado con coche bomba en la Escuela General Santander de la Policía Nacional de Bogotá despertó una sensación de incredulidad y desconcierto en la sociedad colombiana. No es para menos: en la capital del país no se vivían este tipo de ataques desde hacía varios años. El último fue en 2010, contra las instalaciones de Caracol Radio, propiedad del grupo PRISA (la sociedad editora de EL PAÍS). Además, luego del proceso de paz entre el Estado colombiano y la ex guerrilla de las FARC se pensaba que el país dejaba atrás más de 50 años de guerra. Muchos colombianos temen un retorno al pasado.

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En todo caso, conviene analiza la realidad, que es distinta. La violencia asociada al conflicto armado ha descendido de forma increíble: los desplazamientos forzados, las desapariciones forzadas, el secuestro, entre otros indicadores, están en mínimos de décadas. El problema es el posconflicto. Nadie dijo que iba a ser fácil. Más de 200.000 hectáreas de hoja de coca, decenas de municipios afectados con la minería criminal y la existencia de grupos criminales de gran tamaño, así como de la última guerrilla del país, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) sugerían que, si bien habría un descenso de la violencia política, la violencia criminal no iba a dar tregua.

El coche bomba en Bogotá no es un retorno al pasado. El país ya ha superado su peor etapa de violencia. Es más bien una secuela. Generalmente los países en transición siempre viven posconflictos con grados altos de violencia. Se conocen popularmente como los saboteadores o spoilers, es decir, grupos de personas que se aferran al pasado y no aceptan el cambio. El gran problema es que al ataque se le suman otras dificultades en materia de seguridad. Por ejemplo, en lo que va de 2019, cada dos días asesinan un líder social en Colombia. Esta violencia sistemática no se ha podido detener. Por otro lado, hay cuatro subregiones del país que están incendiadas: la zona del pacífico colombiano; el norteño departamento de Antioquia; la zona fronteriza entre Colombia y Venezuela, particularmente en Catatumbo; y parte del sur oriente del país. Todas ellas sufren verdaderas guerras criminales entre diferentes organizaciones por el control de las zonas que antes ocupaban las FARC.

A este panorama se le suma que en 2019 habrá elecciones locales y regionales. La polarización política esta a flor de piel y hay un temor por el aumento de la violencia electoral. Esto significa que Colombia ha avanzado sustancialmente, pero hay retos inmensos, que el nuevo Gobierno de Iván Duque debe afrontar de forma urgente.

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