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Rumania asume la presidencia de la Unión en plena tensión por su nivel de corrupción

El país toma el relevo de Austria con dudas externas e internas sobre su capacidad de liderazgo y gestión

Lluís Pellicer
El canciller austriaco Sebastian Kurz, dando el relevo a la primera ministra rumana, Viorica Dancila.
El canciller austriaco Sebastian Kurz, dando el relevo a la primera ministra rumana, Viorica Dancila.Vadim Ghirda (AP)

Rumania asumirá por primera vez el próximo 1 de enero la presidencia rotatoria de la UE en un momento de tensión con las instituciones comunitarias. El Ejecutivo de la socialdemócrata Viorica Dancila toma el relevo a Austria con dudas sobre su capacidad para liderar y moderar los grandes debates: desde el Brexit hasta la inmigración. El Gobierno, además, está bajo la lupa de Bruselas por reformas que, a su juicio, socavan la independencia judicial y la lucha contra la corrupción y por los desequilibrios de sus cuentas públicas.

La celebración de un referéndum, el pasado octubre, para vetar los matrimonios del mismo sexo en la Constitución rumana encendió las alarmas en Bruselas ante una posible involución en los derechos civiles. Bucarest será en los próximos seis meses una de las capitales oficiosas del proyecto comunitario. Y lo será en tiempos del Brexit, de guerras comerciales, de desafíos migratorios y de unas elecciones cruciales al Parlamento Europeo el próximo 26 de mayo. Pero en la agenda de Bruselas para el próximo semestre sigue estando la propia Rumania, cuya deriva legislativa viene constatando la Comisión de Venecia, organismo del Consejo de Europa experto en el campo constitucional.

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El último informe de este órgano consultivo alertó de la “preocupación” que suscitan unas reformas que implican “debilitar seriamente la eficacia de su sistema penal”. Igual de contundente fue el vicepresidente de la Comisión Europea y candidato socialista a presidir la Comisión, Frans Timmermans, quien advirtió a la primera ministra Dancila que sería “brutal” en sus valoraciones si su Gobierno sigue transitando por esa vía.

Desde su ingreso en la UE en enero de 2007, Rumania, al igual que Bulgaria, está sometida a la vigilancia de Bruselas a través del Mecanismo de Cooperación y Verificación. Sofía está cerca de salir de ese procedimiento, pero no Bucarest. En el último año y medio la capital rumana ha sido escenario de grandes manifestaciones contra la corrupción y sus líderes políticos han flirteado con la retórica antieuropeísta.

Pero Bruselas vio con inquietud sobre todo la dimisión del ministro de Exteriores, Victor Negrescu, quien estaba pilotando el proyecto para asumir la presidencia rotatoria. Exparlamentario en Bruselas, Negrescu era considerado el político más proclive a tender puentes con la Comisión Europea. Según los medios rumanos, esa actitud suscitó recelos entre sus compañeros de partido (socialdemócratas), creando un clima insostenible que lo empujó a dejar el cargo.

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La comisaria de Justicia, la liberal Vera Jourová, se mostró “preocupada” en octubre por la situación del país al considerar que la presidencia de la UE demanda “mucha disciplina”. Los Estados miembros que ejercen la presidencia colaboran en grupos de tres, que ostentan ese cargo de forma consecutiva. Rumania abre el 1 de enero un periodo en el que le seguirán Finlandia (fin de 2019) y Croacia (principios de 2020).

Tras la renuncia de Negrescu, el presidente del país, Klaus Iohannis, advirtió que Rumania no estaba preparada para asumir la presidencia de la UE. Entre otras cosas, según afirmó, porque “no está claro quiénes son los responsables del Gobierno”, dijo en una clara referencia a que el secretario general de los socialdemócratas, Liviu Dragnea, estaba manejando los hilos del Ejecutivo desde la sombra después de verse obligado a renunciar a liderar el Gobierno por una condena por corrupción.

La semana pasada, al recibir al canciller austriaco, Sebastian Kurz, Iohannis fue más conciliador y dio por superada la crisis que supuso la salida de Negrescu del Gobierno. “Estamos bien preparados y confío en que la manejaremos [la presidencia] de manera adecuada”, aseguró. Ese tono no significa que el presidente rumano haya enterrado el hacha de guerra contra el Ejecutivo socialdemócrata.

Las medidas expansivas que lanzó el Gobierno han acabado por disparar el déficit público que, según Bruselas, este año se situará por encima del 3% y llegará al 4,7% en 2020. Ante esa situación, el Gobierno ha lanzado un plan para contener la hemorragia que, según Iohannis, va “en la dirección equivocada”. Dancila, que también fue eurodiputada, ha lanzado un mensaje de tranquilidad: “Os aseguro que Rumania está preparada, logísticamente y desde un punto de vista organizativo”, sostuvo.

Prioridades

Como punto fuerte, el país cuenta con una ciudadanía que valora las instituciones europeas. Los asuntos más urgentes que Rumania tiene sobre la mesa son el Brexit, el presupuesto y la inmigración. Pero también asuntos que no se han cerrado bajo la presidencia austriaca, como la tasa digital.

En las prioridades que ha marcado en la agenda semestral está la convergencia económica en la UE, la seguridad, el papel internacional de Europa y “los valores comunes”, entre los que constan la “lucha contra el racismo, la intolerancia, la xenofobia, el populismo y el antisemitismo”.

Dudas sobre la capacidad de Bucarest

B. De Miguel (Bruselas)

Algunos funcionarios comunitarios sospechan que Bucarest no dispone de la capacidad necesaria para gestionar un mandato que implica centenares de reuniones técnicas, decenas de consejos de ministros y al menos tres cumbres europeas.

Se ha llegado a barajar que otros países apoyasen o asesorasen al Gobierno rumano. O incluso, que la siguiente presidencia, Finlandia, asumiese parte de la gestión. Pero Rumania se ha resistido a cualquier tipo de asistencia. Y Bruselas ha optado por cruzar los dedos y confiar en que el importante aparato comunitario que colabora con las presidencias baste para garantizar un semestre operativo.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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