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Los inmigrantes que Polonia sí quiere: 600.000 ucranios

La sexta economía de la UE es el Estado comunitario que más permisos de residencia concede a extranjeros. La gran mayoría a ciudadanos del país vecino que cruzan la frontera para trabajar

María Popko, ucrania de 54 años, reside cerca de Varsovia. Trabaja de limpiadora, administrativa y también de cocinera por encargo.
María Popko, ucrania de 54 años, reside cerca de Varsovia. Trabaja de limpiadora, administrativa y también de cocinera por encargo.MARÍA HERVÁS

Yuri Khoma acaba su turno de botones a las tres de la tarde. Cuando sale del lujoso hotel en el que trabaja, la niebla y la oscuridad empiezan a devorar las céntricas calles de Varsovia. Es viernes, y a este joven le gustaría salir a tomar unas cervezas con sus compañeros de piso, pero mañana empieza a trabajar a las seis de la madrugada y sabe que debe cumplir. “He tenido mucha suerte con este empleo y no quiero perderlo por nada del mundo. Para un ucranio es complicado encontrar un trabajo en Polonia de solo 40 horas a la semana”, cuenta.

Khoma, de 20 años, llegó a la capital en 2015. No le quedó otra que “salir cuanto antes” de Odessa, su ciudad, al sur del país, en la ribera del mar Negro. “Aquel año estalló la guerra con los separatistas prorrusos en la zona oriental de Ucrania. Mis padres tenían mucho miedo de que me llamaran para alistarme al Ejército. Aunque no es obligatorio, la situación era tan confusa que ellos me sacaron del país y me vine a estudiar aquí”.

Desde entonces, este joven compagina sus estudios de Logística y Administración en una universidad privada de Varsovia con su trabajo de botones. Como él, cientos de miles de ucranios (casi un millón, según datos del Banco Nacional polaco de 2017), residen en Polonia atraídos por las oportunidades laborales en un país en el que la tasa de desempleo no alcanza al 4% de la población y con un crecimiento del PIB que roza el 5%.

Yuri Khoma trabaja de botones en un hotel y estudia en la universidad. Dejó Ucrania cuando estalló el conflicto con Rusia en 2014.
Yuri Khoma trabaja de botones en un hotel y estudia en la universidad. Dejó Ucrania cuando estalló el conflicto con Rusia en 2014.M.H.

La sexta economía de la UE necesita mucha mano de obra para mantener la salud de su economía, sobre todo en sectores como la construcción, los servicios y las nuevas tecnologías. Tanta demanda de trabajo hizo que Polonia fuera el año pasado el país de la UE que más permisos de residencia concedió (683.000) a ciudadanos de terceros países, por encima de Alemania y Reino Unido, según Eurostat. El 85,7% de los beneficiarios de las autorizaciones polacas fueron ucranios. Y su principal motivo para solicitar ese permiso fue el empleo.

El discurso antiinmigratorio del Gobierno choca con la alta demanda de mano de obra que necesita el país para mantener la salud de la economía
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La crisis de corrupción endémica que sufre Ucrania, su débil economía y la prolongación del conflicto bélico en la región del Donbás ha obligado a los ciudadanos a hacer las maletas. “Polonia está muy cerca, la cultura es parecida y es más fácil conseguir una visa aquí que en Alemania”, explica María Popko, una limpiadora del hogar de 54 años que lleva más de dos décadas trabajando en el país vecino. Esta mujer, natural de Leópolis, se trasladó a Polonia en 1995 como temporera. “Me hacían contratos por tres meses en el campo. Luego volvía a mi país durante un tiempo y después regresaba de nuevo a Polonia”. Hasta que, viendo que la economía no mejoraba en Ucrania, se instaló finalmente de ilegal en Varsovia. Después de un rosario de calamidades, en 2012 consiguió por fin legalizar su situación.

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Ahora limpia las casas de cuatro familias, trabaja dos veces a la semana como auxiliar de oficina y cuando llega a casa prepara por encargo pierogis, un plato típico de la cocina polaca y ucraniana que muestra la afinidad cultural entre estos dos países que han compartido partes de su territorio en varios momentos históricos. Las lenguas de estos dos pueblos eslavos son parecidas y todos son cristianos: los ucranios ortodoxos y los polacos católicos, lo que ayuda a su integración.

María Popko ha encontrado su sitio aquí, pero reconoce que en los últimos años la actitud de los polacos hacia los ucranios está cambiando. “Esto nos da mucho miedo, hemos luchado mucho por hacernos un hueco. Cada vez son más los que dicen que les estamos quitando el trabajo y eso es mentira, hay mucho trabajo, lo que no hay son polacos porque muchos emigraron también a otros sitios de Europa”, defiende. Tradicionalmente, Polonia ha exportado mano de obra a otros países de la UE. Ahora la necesita.

"Dicen que les quitamos el trabajo. Mentira. Aquí hay mucho empleo, lo que no hay es polacos", dice María Popko

El Gobierno nacionalista y conservador de Ley y Justicia (PiS), ha declarado públicamente en muchas ocasiones su aversión hacia los inmigrantes. Su rechazo, por ejemplo, a la política de reparto de refugiados de la UE le valió la apertura de un expediente sancionador de Bruselas. El discurso ultranacionalista ha ido calando en la sociedad durante estos tres años de liderazgo del PiS, a pesar de que Polonia (con unos 38 millones de habitantes) tiene alrededor de un 1% de población extranjera (residiendo legalmente en el país).

“El discurso nacionalista también ha hecho aflorar el resentimiento histórico de los polacos contra los ucranios por la matanza de Volinia durante la Segunda Guerra Mundial”, cuenta Myroslava Keryk, presidenta de Our Choice, principal organización ucrania en Polonia. Keryk se refiere a la masacre que cometieron los nacionalistas ucranios entre 1943 y 1945 y en la que, según Varsovia, murieron unos 100.000 polacos.

“La hostilidad está creciendo. De hecho, en 2017, las denuncias interpuestas por los ucranios residentes en Polonia aumentaron un 18% con respecto al año anterior”, añade Keryk. Llama la atención que un Ejecutivo que ha abanderado la política contra los extranjeros sea el país de la UE que más permisos de residencia concede. “Una cosa es la ideología y otra la realidad”, zanja Keryk.

Anastasia Mychko Khiiam Sabet estudian Filología Española en una universidad de Varsovia.
Anastasia Mychko Khiiam Sabet estudian Filología Española en una universidad de Varsovia.M.H.

“Es verdad, en algunas ocasiones los polacos nos hacen sentir como si fuéramos ciudadanos de segunda porque no entendemos bien su idioma o porque se sienten amenazados por el trabajo”, cuenta Anastasia Mychko, estudiante de Filología española, en la cafetería de la universidad de Ciencias Sociales y Humanidades de Varsovia. El 69% de los polacos no quiere que en su país vivan más personas con un color de piel diferente, según reveló en 2013 un estudio del Centro de Investigación sobre el Prejuicio de la Universidad de Varsovia. "Un ejemplo de cómo nos tratan diferente: el día de la independencia de Polonia será este domingo. Yo me quedaré en casa por la marcha de ultras de extrema derecha que habrá en Varsovia", dice Khiiam Sabet, también universitaria ucrania.

A pesar de todo, su amiga, Anastasia Mychko, de 19 años, tiene claro que no quiere volver a Ucrania. Aunque no piensa quedarse en Polonia cuando acabe la carrera. “Vine aquí porque era más barato estudiar y porque la educación en mi país es muy mala, pero luego me quiero ir a Alemania o España”.

Cada vez son más los estudiantes ucranios que estudian en Polonia. En apenas dos años (desde 2014 a 2016), el número de matriculados ucranios en las universidades públicas polacas ha aumentado casi un 50%. “Ucrania ha perdido a toda una generación de jóvenes que están dando lo mejor de sí en un país extranjero”, lamenta Myroslava Keryk.

La contradicción polaca

En contraste con el discurso antiinmigratorio del Gobierno, cada vez son más los extranjeros que se afincan en Polonia para buscar oportunidades laborales. En 2017, cerca de 13.000 permisos de trabajo se concedieron a ciudadanos nepalíes, indios y bangladesíes. En un foro económico en 2016, el entonces ministro de Economía y hoy primer ministro del país, Mateusz Morawiecki, reconocía que el mercado laboral polaco necesita inmigrantes para mantener su buena salud. “La paradoja es inevitable: si Polonia quiere seguir por la vía del crecimiento, tiene que adaptarse a un mercado de trabajo multinacional. Quizá esa necesidad y la presencia de estos empleados en nuestro país ayude poco a poco a cambiar la imagen de sociedad homogénea que se tiene de Polonia”, explica Anna Gorska, socióloga del Instituto polaco de Estudios Públicos.

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