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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

O Merkel o el partido

La sucesión de derrotas regionales de la CDU empuja a la canciller a renunciar al liderazgo

Angela Merkel, este lunes en Berlín.Vídeo: HANNIBAL HANSCHKE / reuters-quality

Ahora sí. Arranca la carrera por la sucesión de Angela Merkel, la eterna canciller, que tras 18 años al frente del centro-derecha alemán se ha visto forzada a ceder la jefatura de su partido. No estaba en su guión original, pero la presión interna ha acabado por hacer mella en una canciller que hasta ahora había defendido que la presidencia del partido y del Ejecutivo debían recaer en la misma persona. Los fracasos encadenados en una serie de citas electorales, la última el domingo en Hesse, junto la debilidad de una gran coalición, cuyos partidos –conservadores y socialdemócratas- hoy no sumarían una mayoría suficiente para gobernar, se ha vuelto asfixiante.

Merkel no se va, al menos por ahora. Merkel quiere seguir siendo canciller hasta 2021. Pero su anuncio de dejar la jefatura del partido en diciembre supone un nítido primer paso hacia su salida. Queda inaugurada oficialmente la nueva fase, conocida en Alemania como el ocaso de Merkel. Es decir, el inicio del fin de una canciller, que hasta ahora y tras 13 años en el poder, había sido capaz de sobrevivir a infinidad de obituarios políticos. Ya no.

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“Hoy es el día en el que se abre un nuevo capítulo”, ha dicho Merkel el lunes ante los periodistas. La canciller anunció que piensa acabar su mandato y que después, dejará la política, también la europea. También, para sorpresa de sus colaboradores más próximos aseguró que la decisión estaba tomada desde antes del verano.

En Alemania, sin embargo sobran los analistas que vaticinan que un adelanto electoral se vuelve ahora más plausible que nunca. Pero la realidad es que de momento, ni la CDU de Merkel ni sus socios en el Gobierno, la socialdemocracia (SPD), desean pasar por las urnas. Las últimas citas electorales han dejado claro que el electorado está cansado de los grandes partidos alemanes, a los que ya no creen como antes. Les resultan más atractivas formaciones con objetivos más definidos como la extrema derecha xenófoba (Afd) o, en el polo opuesto, Los Verdes con su defensa de una sociedad ecológica, pro europea y de fronteras relativamente abiertas.

Un potencial adelanto electoral dependerá en parte de que los grandes partidos sean capaces de ofrecer alternativas de la mano de rostros nuevos. El futuro próximo de Merkel pues se verá ligado a la solidez que vayan forjando sus posibles sucesores, hasta ahora agazapados. La mañana del lunes se abrió la veda. Los medios alemanes fueron lanzando una cascada de alertas, en las que anunciaban las candidaturas de los que aspiran a suceder a Merkel al frente del partido. Annegret Kramp-Karrenbauer, alias AKK y la delfina de la canciller, Friedrich Merz, rival histórico de la canciller y alejado de la política desde hace tiempo y Jens Spahn, el joven ministro de Sanidad que nunca ha ocultado su sed de poder. El 7 de diciembre los candidatos medirán sus fuerzas en el congreso que el partido celebrará en Hamburgo.

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A Merkel le hubiera gustado orquestar una sucesión ordenada y dejar el partido y el Gobierno al mismo tiempo, como aseguraba apenas hace un par de semanas a este diario Wolfgang Schäuble, presidente del Bundestag y figura de referencia en el partido. “Ella cree que fue un gran error cuando el canciller Schröder, que se enfrentó a dificultades en su partido, entregó la presidencia del partido. Ella no piensa repetir ese error”, aseguraba en la entrevista.

El conato de rebelión de su partido al elegir en contra del criterio de la canciller a Ralph Brinkhaus como jefe del grupo parlamentario a finales de septiembre supuso un primer aviso público y sonoro de la dimensión del malestar que anidaba en el partido. Luego vinieron las elecciones de Baviera y el desplome de la CSU, el partido hermanado con la CDU. Y este domingo, los comicios de Hesse han sido la gota que ha acabado por desbordar un curso político marcado por la sangría continuada de los partidos de la gran coalición desde las generales de hace poco más de un año. El malestar viene de lejos. Seguir como si nada hubiera pasado ya no era una opción. Merkel es aún una política muy popular en Alemania, pero a la vez, para muchos dentro y fuera de su partido se ha convertido en el símbolo de la política de refugiados que rechazan y en un lastre cada vez más pesado. La canciller parece haber comprendido finalmente que ha llegado la hora de mover ficha. De decidir: o ella o el partido.

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