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La contaminación del agua origina el 25% de las enfermedades en Gaza

Un estudio estadounidense señala la polución de los acuíferos del enclave palestino como principal causa de mortalidad infantil

Playa israelí de Zikim, donde se extiende la contaminación desde la cercana franja de Gaza.
Playa israelí de Zikim, donde se extiende la contaminación desde la cercana franja de Gaza. MENAHEM KAHANA (AFP)
Juan Carlos Sanz

La predicción de Naciones Unidas de que la franja de Gaza será inhabitable a partir de la próxima década está empezando a cumplirse. Ya no es potable el 97% del agua de que disponen los dos millones de habitantes del enclave costero palestino, sometidos al bloqueo de Israel y con la frontera egipcia clausurada la mayor parte del tiempo. Después de tres devastadoras guerras libradas con el Ejército israelí en los últimos 10 años, las infraestructuras de distribución y saneamiento han colapsado. De acuerdo con un estudio estadounidense, una cuarta parte de las enfermedades que sufren los gazatíes se deben a la contaminación del agua, que se ha convertido además en la mayor causa de mortalidad infantil.

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El 12% de los fallecimientos de menores en Gaza son achacables a afecciones gastrointestinales, según el informe de Rand Corporation citado por el diario israelí Haaretz. Gérmenes como el rotavirus (causante de gastroenteritis), la salmonela o el cólera se han extendido por canalizaciones, pozos y acuíferos, constatan los expertos del citado laboratorio de ideas, que ha colaborado en el pasado con la Administración y las fuerzas de seguridad norteamericanas.

A partir de la salida de las tropas israelíes de la Franja, en 2005, y después de que el movimiento islamista Hamás se hiciese con el poder en el enclave mediterráneo, en 2007, Israel dejó de suministrar casi por completo agua a Gaza, que depende de los caudales del sobreexplotado acuífero costero y de una limitada capacidad de desalinización.

Nueve de cada diez gazatíes no tienen más remedio que adquirir “agua purificada” distribuida por más de 130 plantas privadas desalinizadoras de agua marina, mientras solo una minoría cuenta con medios para adquirir agua mineral embotellada importada. El informe de Rand destaca que mientras en los países occidentales las familias apenas dedican un 1% de los ingresos mensuales per cápita al suministro de agua potable, en la Franja el coste se eleva a más de un 30%. Con la economía en bancarrota, Gaza alcanza la tasa de paro más elevada en los registros del Banco Mundial: un 44% de la población activa.

“Es inconcebible pensar que todo esto está pasando al otro lado de las vallas que separan de una potencia en materia de agua, como es Israel”, destaca en el estudio Shira Efron, asesora del Centro de Políticas Públicas de Oriente Próximo de Rand. Las limitaciones son tan estrictas que en los colegios de Gaza solo hay un retrete por cada 75 alumnos y un lavabo con agua reciclada por cada 80.

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Las limitaciones de suministro de electricidad —que funciona una media de cuatro horas diarias— ha forzado la paralización de las depuradoras de aguas residuales, de manera que las redes de saneamiento vierten directamente al mar. El informe alerta del riesgo de que la contaminación se extienda hacia las costas de Israel y Egipto, donde ya han llegado vertidos procedentes de Gaza. Los investigadores temen también que se declare una epidemia de cólera, a pesar de que una gran parte de la población ha sido vacunada.

El exceso de bombeo de los pozos, con una sobreexplotación que triplica el límite de las reservas hídricas, ha rebajado el nivel de los acuíferos, según un experto de la Autoridad Palestina de Aguas citado por Haaretz. El agua del mar ha penetrado hasta cuatro kilómetros tierra adentro y salinizado los manantiales. Solo una décima parte del agua de Gaza se halla por debajo del umbral de 250 miligramos de sales por litro recomendado por la Organización Mundial de la Salud. La falta de mantenimiento ha provocado también filtraciones desde la red de saneamiento que han contaminado acuíferos.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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