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Bruselas y Londres encaran la recta final del Brexit sin visos de acuerdo

El acuerdo esperado para octubre se retrasa, como mínimo a noviembre, y aumenta el riesgo de provocar en marzo de 2019 una ruptura brutal

El negociador jefe de la UE, Michael Barnier (en primer término), y el negociador británico, Dominic Raab. En vídeo, declaraciones de Barnier.Vídeo: ERIC VIDAL (REUTERS) / REUTERS-QUALITY

Última vuelta. Las negociaciones para la salida del Reino Unido de la UE inician este miércoles la fase final y Bruselas y Londres se vigilan de reojo sin atreverse a lanzar el asalto definitivo. La cumbre europea que arranca en Salzburgo se convertirá en un simbólico velódromo en el que los dos equipos negociadores afilarán sus estrategias para maximizar los resultados aun a riesgo de provocar una estrepitosa caída o de desfondarse en el sprint final.

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"Por desgracia, un escenario sin acuerdo todavía es posible", dramatiza el presidente del Consejo de la UE, Donald Tusk, en la carta que ha dirigido a los líderes de los 28 países de la UE para convocar la reunión informal en la ciudad austríaca. "Pero si todos actuamos con responsabilidad", añade Tusk, "podemos evitar una catástrofe".

La cumbre de Salzburgo se había pensado como una cita del club para abordar la agenda de migración, seguridad y terrorismo. Pero tras la desastrosa cumbre de junio sobre esos mismos temas y el envenenamiento de las relaciones entre los socios durante la crisis migratoria del verano, los líderes de la Unión han preferido aparcar sus diferencias y centrarse en un Brexit que empieza a entrar en terreno pantanoso.

La Unión esperaba cerrar el acuerdo de salida el próximo mes de octubre y dejar así seis meses para el proceso de ratificación parlamentaria, imprescindible para que Reino Unido deje de formar parte del club el próximo 29 de marzo. Un calendario difícil de cumplir, según Tusk, que plantea ya la posibilidad de retrasar hasta noviembre, como mínimo, el remate del acuerdo.

La debilidad del gobierno de Theresa May y la lucha interna en Londres sobre el modelo de salida ha lastrado la negociación y ha impedido al negociador jefe de la UE, Michel Barnier, avanzar a toda la velocidad que deseaba.

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Barnier ha presentado este martes a las 27 delegaciones de la UE el balance de 18 meses de negociaciones y espera instrucciones de los líderes europeos, reunidos miércoles y jueves en Salzburgo, para proceder a rematar el acuerdo.

Los 27 han mantenido una unidad inquebrantable durante este período que ha desarbolado a un gobierno de May ya de por sí muy debilitado y con la retaguardia en plena batalla campal. Pero la cercanía del plazo final y el riesgo de que las negociaciones descarrilen ha abierto las primeras fisuras en el club europeo. Y algunos socios, sobre todo en el Este, se muestran proclives a aceptar alguna concesión para facilitar que Londres recupere el terreno perdido y pueda firmar un acuerdo mínimamente honroso de salida.

La pequeña grieta entre los socios europeos se ha visualizado al término de la reunión del martes en Bruselas, donde Barnier se ha desmarcado de la relajación del calendario propuesta por Tusk para aliviar la presión sobre May. El francés se ha reafirmado en su plan inicial que preveía el acuerdo el mes que viene. "Para mí y mi equipo, octubre sigue siendo el momento clave para saber si es posible el acuerdo", ha señalado Barnier. "Octubre es el momento de la verdad", ha remachado el negociador.

Barnier ya había advertido que algunas de las propuestas de Londres (recogidas en su Libro Blanco conocido como plan Chequers) contradicen las directrices de negociación cursadas por el Consejo Europeo. Si se impone la mano dura, May estaría abocada al fracaso de su Brexit blando quedaría a merced de los miembros de su partido que defienden una ruptura brutal y sin acuerdo que deje a Reino Unido totalmente fuera el próximo 30 de marzo.

May intenta evitar ese escenario catástrofe con un plan que propone mantener la libre circulación de mercancías entre Reino Unido y la UE y reservar para Londres un derecho de consulta y opinión en la materia, como vía para evitar la aparición de una frontera física entre Irlanda (país de la UE) e Irlanda del Norte (provincia británica). Pero al mismo tiempo pretende acabar con la libre circulación de personas.

Barnier ha advertido que ese plan amenaza "la integridad del mercado interior, la indivisibilidad de las cuatro libertades [de bienes, servicios, capital y personas] y la autonomía de decisión de la UE", según las explicaciones del negociador recogidas en el acta de reunión de la Comisión Europea del pasado 18 de julio. Ese mismo día, el francés recomendó que "se calculen bien las consecuencias para la Unión". La cumbre de Salzburgo debe marcar el rumbo definitivo, con los codazos entre los dos equipos aumentando en intensidad. El Gobierno británico, que llega rezagado, débil y desorientado, prepara ya, por si acaso, los argumentos para decir que Bruselas le ha sacado de la pista.

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