_
_
_
_
_

Muere ‘Chicha’ Mariani, una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo

La mujer, de 94 años, nunca pudo encontrar a su nieta Clara Anahí, secuestrada por militares de la dictadura

Federico Rivas Molina
María Isabel
María IsabelGetty Images

“No me puedo dar el permiso de morir, tengo que encontrar a mi nieta”, dijo en septiembre de 2006, frente a un tribunal, María Isabel Chorobik de Mariani, o Chicha Mariani, como todos la conocían. La muerte la esperó casi 22 años desde entonces, hasta que el lunes por la noche se la llevó, sin que Chicha haya encontrado jamás a esa beba que el 24 de noviembre de 1976 fue robada por los militares que asesinaron a su madre, Diana Teruggi. La búsqueda de Chicha comenzó en soledad, hasta que en 1977 fundó con otras 12 mujeres la asociación Abuelas de Plaza de Mayo. Todas tenían en común que habían perdido a sus nietos, algunos porque habían nacido en alguna mazmorra de la dictadura, otros tantos porque eran apenas bebes cuando la dictadura asesinó a sus padres. Y pronto se convirtieron, junto con las Madres de Plaza de Mayo, en iconos de la lucha por los derechos humanos.

El frente de una casa de la calle 30 de la ciudad de La Plata, a 60 kilómetros de Buenos Aires, luce aún los agujeros que dejaron las balas que mataron a Teruggi y a otros cuatro militantes de Montoneros, el brazo armado del peronismo. Diana cayó muerta cuando intentaba huir por un patio trasero con Clara Anahí en brazos, su hija nacida tres meses antes y única superviviente de la cacería. El 12 de agosto pasado, Clara Anahí cumplió 42 años. Seguramente lleve otro nombre y no sepa que su abuela dedicó más de la mitad de su vida a encontrarla.

Más información
Alicia Zubasnabar, fundadora de las Abuelas de Plaza de Mayo
Abuelas de Plaza de Mayo recupera al nieto 128: “Es la restitución de 42 años de amor no vivido”

Chicha convirtió la casa baleada en un museo en memoria de su nieta, de su nuera y de su hijo, Daniel Mariani, asesinado por los militares en agosto de 1977 tras huir durante casi un año de los represores. Fue tras la muerte de su hijo que Chicha sintió que ya nada tenía sentido. "Fue el derrumbe, el momento más terrible... Hasta entonces, todo era buscar el momento de encontrarlo, de poder ayudarlo... pero ahora la vida había perdido razón, empecé a dejarme morir, a no comer...", contó al diario Página 12 hace casi 20 años.

Pero cuando creyó todo perdido, supo de la existencia de las Madres de Plaza de Mayo, un grupo de mujeres que con un pañal anudado en sus cabezas daba vueltas frente a la Casa Rosada para pedir por la aparición de sus hijos. Allí conoció a Alicia Licha de la Cuadra, quien, como ella, buscaba también a un nieto. Eran madres y abuelas a un mismo tiempo, o “doblemente madres”, como ellas decían. El grupo decidió en 1979 concentrar sus fuerzas en la búsqueda de aquello que quedaba de vida en medio de la tragedia. Así nacieron “las Abuelas”, con Chicha como presidenta.

Chicha Mariani en diciembre de 2015, junto a la joven que dijo ser su nieta desparecida.
Chicha Mariani en diciembre de 2015, junto a la joven que dijo ser su nieta desparecida.AFP

Abuelas calcula que hay unos 400 nietos robados por los militares enre 1976 y 1983. Sólo un año tardaron en encontrar a los primeros niños apropiados. Avanzaron poco a poco a poco, hasta que, gracias al aporte de Chicha, se convirtieron en pioneras en el uso del ADN para el reconocimiento de parentesco, un sistema infalible que ya permitió identificar a 128 nietos.

En 1989, por diferencias con otras abuelas, Chicha abandonó la organización y crea la Fundación Anahí, desde donde mantuvo viva la búsqueda de su nieta. Hace tres años, Chicha vivió otro momento muy duro. Una joven se acercó a su fundación y dijo que era la nieta tan buscada. Presentó un estudio de ADN realizado en un laboratorio privado, su fundación dio la noticia y la abuela creyó estar, finalmente, ante Clara Anahí. Pero dos informes del Banco Nacional de Datos Genéticos dieron negativos y todo quedó en la nada. El dolor para Chicha fue inmenso y sus allegados temieron incluso por su vida. Pero Chicha era dura, muy dura.

En 2006, frente a aquel tribunal que escuchó cómo conjuraba la muerte, Chicha miró a los ojos al represor Miguel Etechecolatz, jefe del operativo que 30 años antes había secuestrado a su nieta. “Lo veo al policía Etchecolatz con el rosario y yo quisiera pedirle que en vez de rezar el rosario alivie su conciencia diciendo dónde está Clara Anahí, porque él sabe, y él sabe que mataron a Diana por su orden o con su mano", le dijo. Etchecoltaz, sentado en el banquillo de los acusados en un juicio por delitos de lesa humanidad, se tapó la cara con sus manos. 22 años después, el policía sigue vivo y no ha hablado. Pero Chicha nunca perdió las esperanzas de encontrar a su nieta. En una de sus últimas entrevistas dijo que confiaba en el futuro, pese a la inminencia de la muerte. “Tengo la seguridad”, dijo, “de que alguien seguirá buscándola. Aunque el mundo se termine mañana, yo ya planté mi manzano.”

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Federico Rivas Molina
Es corresponsal de EL PAÍS en Argentina desde 2016. Fue editor de la edición América. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires y máster en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_