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Argentina

Divorcio y matrimonio igualitario, otras leyes que dividieron a la sociedad argentina

La polarización social entorno al debate sobre el aborto legal tiene antecedentes históricos. En todos los casos fue clave la presión de la Iglesia

Federico Rivas Molina
Portada del diario Clarín del 4 de junio de 1987 donde se informa de la aprobación de la ley de divorcio en Argentina.
Portada del diario Clarín del 4 de junio de 1987 donde se informa de la aprobación de la ley de divorcio en Argentina.
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Los debates históricos que han promovido derechos sociales en Argentina han chocado, siempre, con la Iglesia. Sucedió en 1987, cuando el presidente Raúl Alfonsín promulgó la ley de divorcio vincular y desde los púlpitos vaticinaron una disgregación social irremediable, impulsada por una supuesta avalancha de matrimonios rotos y niños sin hogar. La Iglesia fue protagonista también en 2010, cuando el Congreso votó la ley que permitió la unión civil de personas del mismo sexo. El debate alrededor del aborto legal en Argentina tuvo otra vez a los sacerdotes como promotores del voto negativo, con la novedad de que se sumaron en su apoyo los representantes de los grupos evangélicos, cada vez más poderosos.

En 1986, Argentina estrenaba la democracia después de una de las dictaduras más sangrientas de América Latina. El presidente Alfonsín, líder del ala reformista de la centenaria Unión Cívica Radical (UCR), consideró que la transición merecía una ley de divorcio vincular que pusiese a Argentina a tono con las naciones más desarrolladas. El Gobierno tenía el apoyo de los legisladores del oficialismo y, si bien dejó libertad de conciencia a sus representantes, se puso al hombro la defensa de la norma. El debate duró diez meses y la polarización que produjo es el reflejo añoso de la que hoy vive el país sudamericano alrededor del aborto legal.

La bandera en contra del divorcio la llevó una agrupación de extrema derecha llamada “Patria, Familia y Sociedad”. Sin las herramientas de difusión que existen ahora, los líderes se hicieron habituales en los programas de televisión y concentraron sus energías en la movilización callejera. La Iglesia, en tanto, advirtió que una ley de divorcio rompería decenas de miles de matrimonios, la “célula” de la sociedad occidental. Vaticinaron el colapso de los tribunales y una horda de niños sin destino, producto de una crianza sin padres.

El proyecto de ley superó sin problemas Diputados, pero como sucede hoy con el aborto legal, chocó en el Senado, donde el peronismo opositor decidió complicar las cosas a Alfonsín. "El vínculo matrimonial no puede ser sino perpetuo. Hablar de un vínculo disoluble o revocable es sencillamente imposible. Llevo casi 42 años de matrimonio y no me arrepiento. Si tuviera que casarme de nuevo, buscaría a la misma mujer", dijo entonces el jefe del bloque peronista en el Senado, Vicente Saadi, miembro de una familia que dominó la provincia de Catamarca, en el noroeste del país, durante tres generaciones.

Una mujer muestra una pancarta en contra de la legalización del aborto en una marcha organizada por grupos evangélicos en Buenos Aires, el 4 de agosto pasado.
Una mujer muestra una pancarta en contra de la legalización del aborto en una marcha organizada por grupos evangélicos en Buenos Aires, el 4 de agosto pasado. Reuters

Finalmente, la ley fue aprobada en el Senado pero con cambios, y debió volver a Diputados, donde se aprobó el 3 de junio de 1987, tras casi un año de su ingreso al Congreso. No hubo avalanchas de divorcios, evidentemente, y Argentina fue pionera en la región.

En 2010, 23 años después de aquel debate, un proyecto del kirchnerismo partió una vez más a la sociedad argentina. El texto llegó al Congreso con el aval de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y de su marido, Néstor Kirchner, por entonces convertido en diputado. El Gobierno contaba con mayoría en ambas Cámaras y la ley se aprestaba hacia una aprobación sin obstáculos, pero la decisión de otorgar “libertad de conciencia” a los legisladores lo complicó todo.

En el Frente para la Victoria, oficialista, 29 diputados votaron en contra, contra 46 a favor. En el llamado peronismo federal, que aún hoy agrupa a los líderes del interior del país, la ley sumó 22 rechazos y sólo dos apoyos. Como pasó con el divorcio, el proyecto chocó en el Senado, mucho más conservador en sus convicciones. Senadores que respondían al Opus Dei vaticinaron, como sucedió 23 años antes, que la sociedad argentina se encaminaba a un proceso de degradación irreversible y que la unión entre personas del mismo sexo terminaría definitivamente con la familia. En el debate se dijo que la homosexualidad era uno de los siete pecados capitales, que la ley denigraba a las mujeres o que los gais y lesbianas tendrían más derechos sucesorios que los heterosexuales.

Cuando el No ya celebraba el rechazo a la ley, intervino Cristina Kirchner y alineó a la tropa propia. La ley se aprobó finalmente con 33 votos a favor y 27 en contra, en medio del enojo de muchos senadores del No que abandonaron el recinto antes de la votación. La Iglesia fue clave en la defensa del No, tanto como ahora, cuando Argentina enfrenta una vez más un debate estructural que la divide.

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Federico Rivas Molina
Es corresponsal de EL PAÍS en Argentina desde 2016. Fue editor de la edición América. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires y máster en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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