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Zimbabue se lanza a las urnas en las primeras elecciones desde la caída de Mugabe

Más de cinco millones de zimbabuenses han sido convocados en unos comicios a los que no se ha presentado el exmandatario que estuvo 37 años en el poder

Votantes, en un colegio electoral en Harare (Zimbabue).
Votantes, en un colegio electoral en Harare (Zimbabue).Yeshiel Panchia (EFE)

Las colas ya eran largas antes del amanecer. La ilusión por unas elecciones en las que Robert Mugabe solo ha podido votar —no ser votado— ha disparado la participación hasta en torno al 75% y es que nunca antes los zimbabuenses habían sentido tener otra opción que no fuera la de extender y resignarse al ahora expresidente Mugabe, que se mantuvo en el poder durante 37 años entre 1980 y 2017.

Son los comicios de los “por primera vez”. Los primeros de la era postMugabe, los primeros en los que la televisión estatal (la ZBC) ha cubierto la campaña de la oposición, y los primeros en los que   aspiran a la presidencia hasta 23 candidatos (todos nuevos), incluidas cuatro mujeres. Los 5,6 millones de votantes registrados, además, han tenido que identificarse de nuevo para que la Comisión Electoral de Zimbabue (ZEC) pudiera introducir el nuevo sistema biométrico y eliminar así el problema de los “electores fantasma”. Los observadores europeos y estadounidenses han recuperado la autorización de desplegarse en misión, ya que no lo hacían desde el 2002. Pero la cautela acompaña en las colas al optimismo en unos comicios cuyos resultados se harán públicos entre el próximo viernes y el sábado y en los que si ningún candidato consigue más del 50% de los votos, habrá segunda vuelta el próximo 8 de septiembre.

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El candidato favorito y actual presidente, Emmerson Mnangagwa, ha votado en un tranquilo colegio electoral de Kwekwe, una ciudad de cerca de 100.000 habitantes en el centro del país. Es un 'gato viejo' del régimen de Mugabe y aunque es considerado el ingeniero de la represión electoral de 2008 que dejó 100 muertos y unos 200 desparecidos y torturados, Mnangagwa ha mantenido en esta ocasión —y por ahora— las formas. Quiere atraer a los inversores y normalizar las dañadas relaciones de Zimbabue con el mundo, en la actualidad sometidas a fuertes sanciones, para sacar al país del pozo de una economía destrozada. Para conseguirlo ha mostrado su cara amable a los medios extranjeros, los observadores e incluso los granjeros blancos zimbabuenses expulsados durante la reforma agraria del año 2000.

Mnangagwa, sin embargo, ha difuminado su etiqueta de “candidato de la continuidad” gracias al golpe de Estado con el que apartó a Mugabe. Aunque representa la esencia del régimen que ha gobernado Zimbabue desde la independencia y carga en su historial la peor masacre registrada de la historia poscolonial del país, el político se presenta a sus 75 años como el artífice del “nuevo Zimbabue”.

Mnangagwa tiene el serio reto de derrotar a Nelson Chamisa, un joven abogado que ha votado rodeado de seguidores en las afueras de la capital del país, Harare. Chamisa, de 40 años, representa la oposición histórica y la juventud. Un cambio no solo de hombre, sino de régimen. Astuto y gracioso, pegado a las redes sociales y usando incluso el formato de los mítines online, Chamisa le pisa los talones a Mnangagwa en las encuestas.

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Pero entre el hormigueo de la novedad, ha reaparecido la fuerza de Mugabe, sacudiendo a pesar de su frágil salud a los dos favoritos a suceder su trono. Emmerson Mnangagwa y Nelson Chamisa podrían haber violado la ley electoral, según ha indicado la ZEC, por responder en plena jornada de reflexión, precisamente, a Mugabe, que, tras ocho meses de letargo, reapareció el domingo para rechazar a Mnangagwa y posicionarse al lado de Chamisa.

El exmandatario contra su partido, el ZANU-PF, acusando a la oposición de ser “el disfraz de Mugabe” y la previsión de unos resultados ajustados. Zimbabue se prepara así, sin noción del nuevo rumbo, para iniciar una nueva etapa.

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