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El cisma entre el presidente y su primer ministro agrava la crisis política en Túnez

El presidente Beji Caïd Essebsi retiró su apoyo al 'premier' y le instó a presentar su dimisión o una cuestión de confianza ante el Parlamento

La incipiente democracia tunecina vive instalada en una sensación de crisis permanente. Cuando no es económica o social, lo es de carácter político. Desde abril, se discute la necesidad de una reforma profunda del Gobierno que incluya un relevo del primer ministro, Yusuf Chahed. Sin embargo, la cuestión divide en dos mitades los partidos y “organizaciones nacionales” que apoyan el Ejecutivo. En una entrevista televisiva, el presidente Beji Caïd Essebsi retiró su apoyo al premier y le instó a presentar una cuestión de confianza o a dimitir. En el trasfondo de la crisis, una lucha descarnada por el poder entre lobbies, partidos y clanes políticos, agudizada con la aparición en el horizonte de las elecciones presidenciales y legislativas del año próximo.

El primer ministro Yusuf Chahed saluda al comisario europeo Johannes Hahn en una visita reciente.
El primer ministro Yusuf Chahed saluda al comisario europeo Johannes Hahn en una visita reciente.FETHI BELAID (AFP)

El primero en abrir fuego contra Chahed fue el secretario general de la todopoderosa UGTT, el sindicato más influyente del mundo árabe. En la base de sus discrepancias, la voluntad del primer ministro de aplicar profundas reformas económicas que permitan recortar la deuda galopante del país (supera ya el 70% del PIB), de acuerdo con el pacto alcanzado con el FMI para recibir un crédito por unos 2.500 millones de euros en 2016. Entre sus medidas, la reducción de la masa salarial de los funcionarios, una de las más altas del mundo, pues supera el 14% del PIB. Precisamente, los empleados públicos forman la columna vertebral del sindicato, y constituyen una línea roja para este.

Ahora bien, el detonante del estallido de la crisis fue el resultado de las elecciones del pasado 6 de mayo, los primeros comicios municipales libres desde la revolución de 2011. El partido que acapara la mayor cuota de poder, Nidá Tunis, fundado por el presidente Essebsi y al que pertenece Chahed, recibió un severo correctivo. Mientras en las legislativas de 2014 obtuvo un 37% de los sufragios, en las municipales no superó el 22%. “La crisis ya existía de antes y está relacionada con la toma de posición ante las presidenciales, pero los resultados la acentuaron. Había que buscar un culpable de la derrota. Y algunos apuntaron al Gobierno”, sostiene Chokri Bahria, experto del think tank Joussour.

La posterior elección de los alcaldes por parte de los consistorios reafirmó la victoria del partido islamista moderado Ennahda, socio de Nidá en el Gobierno y, a la vez, su principal adversario electoral. Ennahda se ha hecho con al menos 130 alcaldías, incluidas las de las dos mayores ciudades del país magrebí, Túnez, la capital, y Sfax. Nidá, por su parte no llega a 80, frente a las 120 de las listas independientes, la gran sorpresa de la noche electoral.

Pugna de ambiciones presidenciales

A finales de mayo, el secretario general de Nidá movió ficha para destronar a Chahed. Y este no es otro que Hafez Caïd Essebsi, el ambicioso hijo del presidente, lo que otorga al conflicto tintes de culebrón. En juego está no solo el liderazgo del partido, sino la sucesión del presidente Essebsi, cuya reelección el año próximo se presenta complicada debido a su avanzada edad, 91 años.

Chahed, un joven político de 42 años con áurea de reformista, reaccionó al órdago del secretario general de Nidá doblando la apuesta. En un mensaje televisado a la nación el 29 de mayo, y ante la estupefacción general, el premier lanzó una diatriba contra Hafez Caïd Essebsi, incitando a los miembros de Nidá a rebelarse contra su líder. Las eternas disensiones internas de Nidá, un partido sin ideología clara y cuyo único cemento es el poder, han infectado ya gravemente las instituciones del Estado. Finalmente, tras semanas de silencio, el presidente Essebsi había tomado partido por su hijo y lo expresó a través del que se ha convertido en el medio preferido para los ajustes de cuentas en la política tunecina: la televisión.

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Así las cosas, ahora el principal sostén de Chahed es Ennahda, junto con la patronal UTICA. “Nuestra posición es siempre de apoyo a la estabilidad del Gobierno, sea quién sea el primer ministro”, afirma Emad Khmiri, portavoz y diputada de la formación que se autodefine como “islamo-demócrata”. “Lo prioritario es que el Ejecutivo aplique las reformas económicas pactadas. Y solo hace falta cubrir las dos vacantes que dejó la destitución del ministro del Interior, y la dimisión del ministro de Derechos Humanos”, agregó en una conversación telefónica, en la que insistió en la necesidad de resolver la crisis a través del consenso, un concepto tornado en un mantra de la transición tunecina.

Con Nidá y Ennahda enrocados en sus posiciones de partida, no se ve una solución a corto plazo al conflicto. “El problema de Chahed es que, incluso con los votos de Ennahda, no tiene garantizado el apoyo de la mayoría del Parlamento a un nuevo Gobierno... En este escenario, el país pasaría dos o tres meses de vacío político, ya que no son previsibles unas elecciones anticipadas. Ningún partido las quiere”, analiza Bahria. La crisis política se eterniza en Túnez justo cuando la economía por fin empieza a dar señales de recuperación gracias una excelente temporada turística.

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