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Tribuna
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Si cae Merkel, cae Europa

La UE se halla asediada desde fuera por Trump y Putin y desde dentro por la xenofobia

Lluís Bassets
Macro y Merkel, el pasado martes en Berlín. 
Macro y Merkel, el pasado martes en Berlín. LUDOVIC MARIN (AFP / GETTY)

Europa se acerca a horas decisivas. Sus intereses, sus principios y sus valores se hallan bajo fuego enemigo. Desde fuera, a cargo de Trump y de Putin. Desde dentro, a cargo de los populistas xenófobos que han alcanzado el Gobierno o participan de las mayorías gubernamentales en un buen número de países, especialmente en Polonia y Hungría. Y ahora más recientemente en Italia, país fundador de la UE y anfitrión del Tratado de Roma en 1957, súbitamente gobernada por una gran coalición populista que rechaza las restricciones presupuestarias impuestas por el euro y las políticas europeas de asilo exigidas por la llegada desordenada de migrantes a sus costas.

Si el presidente de Estados Unidos declara guerras comerciales, destruye los acuerdos multilaterales —como el del clima o el nuclear con Irán—, abandona las instituciones internacionales —como la Unesco o el Comité de Derechos Humanos de la ONU— y hace mofa de los valores liberales que han sustentado la amistad entre europeos y estadounidenses desde la II Guerra Mundial; el frente de los europeos populistas boicotea las políticas de migración, obstaculiza la consolidación del euro y erosiona la democracia representativa, la división de poderes y los derechos humanos.

El doble ataque, desde fuera y desde dentro, ha dejado el proyecto europeo en manos de Francia y Alemania, países que lo concibieron hace 70 años para superar su enemistad histórica, y que ahora ya solo pueden contar con España entre los socios de envergadura, después de la sucesiva deserción de la Polonia ultraconservadora, el Reino Unido del Brexit y la Italia del antieuropeísmo y de la antipolítica de la Liga y el Movimiento 5 Estrellas.

De poco le puede servir a Macron la ayuda inesperada en Europa del nuevo Gobierno socialista español

No es la Unión Europea la única construcción institucional en peligro como resultado del asalto interior y exterior de los populismos. También se resquebraja la Alianza Atlántica, más antigua en su fundación, más extensa en cuanto a composición e incluso más esencial en su tarea de asegurar la paz y la estabilidad en su calidad de organización militar. En el caso de la OTAN, a la deriva iliberal que experimentan Hungría y Polonia se suma la escalada autoritaria de Erdogan desde el fallido golpe militar de agosto de 2016, con lo que son ya tres los socios atlánticos desviados del ideario fundacional de la Alianza.

Es cierto que la OTAN integró, en nombre del combate contra la Unión Soviética durante la Guerra Fría, a tres regímenes autoritarios: el Portugal de Oliveira Salazar, la Grecia de los coroneles y la Turquía kemalista. Pero su evolución posterior, tras la desaparición del bloque comunista, situó la defensa de la democracia y de los valores liberales en el corazón mismo de la Alianza. No es por tanto la discusión sobre la carga presupuestaria excesiva que recae sobre los espaldas de Washington, tal como la denuncia Trump con insistencias, lo que pone en peligro el futuro del lazo transatlántico, sino el escaso compromiso de la actual Casa Blanca con los valores liberales, cuando no su abierta hostilidad hacia quienes los defienden y la simpatía hacia los autócratas que los atacan.

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Nada expresa mejor la nueva actitud de Washington que el trato preferente a personajes como Kim Jong-un o Putin, y el desprecio que se reserva para los aliados y amigos, como el canadiense Trudeau, la alemana Merkel o el surcoreano Moon Jae-in, puenteado con el acuerdo nuclear con Pyongyang, que incluye la suspensión de los ejercicios conjuntos de los Ejércitos de Corea del Sur y de Estados Unidos. Según la exasesora de Obama en asuntos internacionales Celeste Wallander, “la OTAN podría sobrevivir a los devaneos populares con el fascismo en Europa (aunque mejor evitar esos experimentos), pero no podrá sobrevivir si la democracia liberal desaparece en Estados Unidos” (Foreign Affairs, julio-agosto 2018).

Buena parte del futuro europeo se va a jugar en apenas dos semanas en Bruselas, entre la reunión del Consejo Europeo los día 28 y 29 de junio y la cumbre de la OTAN, el 11 y el 12 de julio, reuniones a las que acudirá por primera vez el nuevo presidente español, Pedro Sánchez. Pero la mayor expectativa es la que suscita la presencia de Trump en la segunda de las cumbres, especialmente después del fiasco del G7 en Québec, cuando el presidente estadounidense expresó su deseo de recuperar la presencia de la Rusia de Putin y luego retiró su firma del comunicado final en demostración de su enfado por las represalias canadiense ante las agresivas medidas proteccionistas de Washington. El aspecto más ofensivo de los aranceles sobre el acero y el aluminio impuestos por Trump a sus aliados, coincidiendo con el G7, es la utilización del argumento de la seguridad nacional, especialmente impropio tratándose de socios de 70 años de una alianza militar.

Trump ha alentado el Brexit, mostrado sus simpatías por Le Pen, atacado las políticas de Merkel y jaleado populismos

En la cumbre de la OTAN, Trump tendrá una nueva ocasión para profundizar en su estrategia de maltratar a los amigos y rendirse a los pies de los autócratas, de forma que es muy posible que de nuevo afee a Angela Merkel su escaso gasto militar, su superávit comercial e incluso su política de inmigración. Parte de esta tarea la han realizado ya su embajador en Berlín, Richard Grenell, y su exasesor y consejero electoral Stephen Bannon, con sus incendiarias declaraciones y actuaciones en favor de la extrema derecha populista europea. Son además crecientes los temores a una explosión trumpista durante la cumbre que dé al traste con la reunión y lesione gravemente las relaciones transatlánticas.

Apenas necesita demostración la coordinación implícita entre Trump y Putin para destruir la idea de unidad europea. Quizás llegará a probarla judicialmente el fiscal especial Robert Mueller III, encargado por el Departamento de Justicia de la investigación sobre las interferencias rusas en la campaña presidencial. Trump ha alentado el Brexit, ha mostrado sus simpatías por Marine Le Pen en Francia, ha atacado las políticas de asilo de Angela Merkel y ahora todavía jalea a los Gobiernos populistas de Orbán en Hungría y de Salvini en Italia.

Solo Merkel y Macron resisten en la última trinchera. El flanco débil es ahora el del Gobierno alemán, en el que el ministro del Interior, el bávaro Horst Seehofer, en sintonía con los populistas de Austria, Italia y el grupo de Visegrado (Hungría, República Checa, Eslovaquia y Polonia), amenaza con derribar a la canciller si no cambia su política de migraciones en 15 días. Nada podrá hacer Emmanuel Macron él solo, si se encuentra como pareja del eje franco-alemán con un Gobierno conservador derechizado para competir con la ultraderecha de la Alternativa para Alemania. De poco le valdrá tampoco la ayuda inesperada, aunque digna de agradecer, del nuevo Gobierno español de Pedro Sánchez con el ejemplo de defensa de los valores europeos que ha significado el acogimiento de los refugiados del buque Aquarium, exactamente en los mismos días en que Trump exhibía su vocación de Herodes con los hijos de los migrantes que llegan sin papeles a las fronteras de Estados Unidos. En palabras prematuras de Merkel de 2011, si cae el euro, cae Europa, que ahora se pueden traducir de forma personalizada respecto a la política de fronteras: si cae Merkel, caerá Europa.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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