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La batalla por el anonimato de una ganadora de lotería en Estados Unidos

Una mujer cobra un premio de 560 millones de dólares pero un juez debe decidir sobre su petición de romper la ley y no ser identificada

Un boleto de la lotería Powerball
Un boleto de la lotería PowerballAP

“Violencia, amenazas, acoso, timos”. Eso es lo que, según sus abogados, más teme Jane Doe. Y la lleva a querer permanecer en la sombra. La mujer se ha embarcado en una batalla legal para lograr lo imposible hasta ahora en New Hampshire y en casi todos los Estados de EE UU: cobrar un premio multimillonario de lotería sin tener que revelar su identidad. Por ahora, ha conseguido una victoria parcial. Un juez ha permitido que el dinero del sorteo Powerball -la friolera de 560 millones de dólares- le sea transferido a un fondo anónimo mientras decide sobre si se debe divulgar o no el nombre real de la afortunada.

Jane Doe es el seudónimo que utiliza la mujer en su litigio contra la Comisión de Lotería de New Hampshire. Quién se esconde detrás de ese nombre falso es el mayor misterio del momento en ese pequeño Estado de 1,3 millones de habitantes y fronterizo con Canadá. Desde que el pasado 6 de enero la mujer lograra el séptimo mayor premio de la historia de EE UU, su historia desata empatía pero también sonrojo por los muchos que querrían tener ese problema. Y ha reabierto un debate político en New Hampshire sobre los límites del derecho a la privacidad de los ciudadanos.

Detrás del caso subyace una poderosa pugna. De un lado, aflora el deseo de secretismo ante la explotación y sobreexposición visceral que pueden sufrir los ganadores de sorteos. Del otro, están las leyes que defienden que la identificación es necesaria para combatir el fraude y reforzar la transparencia gubernamental. También desempeña un papel el enorme imán publicitario que suponen las imágenes de un premiado.

El juez Charles Temple, del condado de Hillsborough, dictaminó a mediados de febrero que la mujer puede cobrar el dinero a través de un fondo anónimo tal como acordaron ambas partes. En las próximas semanas debe decidir sobre la clave de bóveda: si el nombre debe revelarse o no.

La Comisión de Lotería, que supone una importante fuente de ingresos para las arcas públicas, esgrime que ley es clara: para evitar irregularidades, debe difundirse el nombre del ganador y su lugar de residencia. “El derecho a saber del público es mayor que cualquier incomodidad”, dice por teléfono el abogado John Conforti. También rechaza el argumento de la mujer de que identificarse puede ponerla en peligro: “Los riesgos son muy remotos y puede tomar medidas para garantizar su seguridad”.

Los representantes de Doe, en cambio, sostienen que teme verse perseguida por personas que quieran aprovecharse de su riqueza y que desea mantener una vida normal sin esconderse. “Es una invasión de su derecho a la privacidad”, afirma Steve Gordon, su letrado. El miedo es comprensible si se tiene en cuenta que ha habido varios asesinatos en los últimos años en EE UU de personas anunciadas públicamente como ganadoras de lotería. Gordon pide “reconocer el historial de problemas” y confía en que el caso lleve a otros Estados a permitir el anonimato a los ganadores de sorteos.

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Los abogados también acusan a la Comisión de Lotería de New Hampshire de información engañosa. Tras saber que había ganado el sorteo, la mujer siguió las instrucciones sobre cómo cobrar el boleto y lo firmó en el reverso. Su defensa asegura que nadie la informó de que podría haber comprado el boleto mediante un fondo anónimo, lo cual le hubiera evitado el tener que identificarse. Pero Conforti, el representante de la Comisión, responde que las reglas se explican en la página web y que no se puede dar “asesoramiento legal en el reverso del boleto”.

Para evitarse el quebradero de cabeza, lo que también podría haber hecho Doe es comprar su número en uno de los seis Estados, de los 50 que conforman EE UU, que permite a los ganadores permanecer anónimos. Son Maryland, Delaware, Kansas, Ohio, Dakota del Norte y Carolina del Sur. De momento, a la espera del desenlace, el enigma sobre su identidad se propaga por New Hampshire. Cuando se le pregunta a su abogado si él la ha conocido se hace un largo e incómodo silencio.

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