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“Son palabras vacías, es tiempo de acciones”, contestan las víctimas

En Chile se está fraguando una organización internacional de víctimas para forzar a la Iglesia a tomar decisiones

Juan Carlos Cruz, una de las víctimas del sacerdote Fernando Karadima, habla con EL PAÍS en la Fundación para la Confianza.
Juan Carlos Cruz, una de las víctimas del sacerdote Fernando Karadima, habla con EL PAÍS en la Fundación para la Confianza.Sebastián Utreras
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Las víctimas de los abusos sexuales en Chile ya no se conforman con palabras. El periodista Juan Carlos Cruz, el médico James Hamilton y el doctor en Filosofía José Andrés Murillo, todos miembros de familias tradicionales de Santiago, sufrieron abusos de adolescentes y están dispuestos a llegar hasta el final aunque los delitos hayan prescrito. No solo han creado una fundación en Chile contra los abusos a menores, también han reunido durante la visita del Papa a varios representantes de víctimas de nueve países para organizar una asociación internacional que fuerce a la Iglesia a tomar decisiones.

No les basta con el perdón, quieren destituciones y cambios radicales en la forma en que se tratan estos asuntos en la Iglesia para impedir que le pase a nadie más. Ellos son víctimas de Fernando Karadima, un sacerdote condenado por abusos prolongados a adolescentes y jóvenes de clase media acomodada y familias muy conocidas y tradicionales de Santiago. Las palabras del Papa sonaron impactantes para muchas personas ajenas a esta causa, pero para ellos es incluso más grave que diga eso y no haga nada. "Son palabras vacías que causan mayor dolor, porque todos sabemos que no hacen absolutamente nada por las víctimas. Habla de vergüenza y luego celebra la misa con criminales encubridores como el obispo Juan Barros”, se enfada Cruz.

La “dignidad” de las mujeres en prisión

C.E.C.

Uno de los momentos más emotivos de la visita del Papa Francisco fue su paso por una cárcel de mujeres en Santiago, donde están 600 reclusas, la mayoría de ellas con sus hijos pequeños conviviendo en la prisión. Todas acercaban a los niños para que Francisco les diera su bendición. “Ser privado de libertad no es lo mismo que estar privado de dignidad. Es necesario luchar contra todo tipo de corsé, de etiqueta que diga que no se puede cambiar, o que no vale la pena, o que todo da lo mismo, como en el tango, todo es igual, allá en el horno nos vamos a encontrar. ¡No!”, clamó el Papa, que reivindicó que la cárcel sirva realmente como rehabilitación y no solo castigo. “La seguridad pública no hay que reducirla sólo a medidas de mayor control sino, y sobre todo, edificarla con medidas de prevención, con trabajo, educación y mayor comunidad. La sociedad tiene la obligación de reinsertarlas a todas”.

Una interna recordó la dureza de la cárcel, más con niños pequeños, y pidió ayuda al Pontífice para cambiar las leyes: “Papa Francisco, amigo de los pobres y descartados, le pido que le diga a Dios que tenga misericordia de nuestros niños y niñas ya que ellos también cumplen una condena siendo inocentes. Por nuestras malas decisiones arrastramos a nuestros hijos a vivir presos y cometer los mismos errores. Crecen con su corazón lleno de resentimiento. He visto llorar a muchas compañeras al enterarse de que han abusado de sus hijos fuera de la cárcel. Pido misericordia para las madres para que puedan soportar tanto dolor. Interceda para que el sistema modifique las condenas para las que somos madres. Para que podamos pagar nuestra deuda sin abandonar a los niños y niñas evitando así que más tarde sean los condenados”, clamó entre aplausos de sus compañeras.

“Ya se acabó el tiempo del perdón: es el tiempo de acciones. En la Conferencia Episcopal chilena hay obispos que han visto abusos, los han encubierto, y siguen premiados en sus diócesis y el Papa lo sabe. Los obispos Barros, Tomislav Koljatic, Horacio Valenzuela...ahí están todos. ¿Por qué no los saca? Eso sí sería una señal de que nos está apoyando y oyendo. Nosotros le hemos pedido juntarnos con él para que oiga de nuestras bocas lo que ha pasado y, sin embargo, Francisco no quiere", insiste Cruz, que ha viajado desde EEUU para estar en la visita del Papa y reivindicar la lucha de las víctimas.

Su caso es el más simbólico de los 78 que contabilizó en Chile la ONG Bishop Accountability. Cuando hace siete años se destapó la trama, y estas tres víctimas comparecieron en televisión para explicar los abusos, el prestigio de la institución cayó en picado: “La gente se dio cuenta de la forma en que nos trataron y el respaldo bajó inmediatamente de un 68% a un 37%”, relata Cruz, ejecutivo de la multinacional estadounidense Dow-DuPoint. “Para nosotros fue terriblemente difícil enfrentarnos al poder de Karadima. Era amigo de los principales grupos económicos y de la mayoría de los generales importantes del régimen de Augusto Pinochet. No era un cura de pueblo”, señala.

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Tanto Cruz como Hamilton insisten en que Barros encubrió los abusos. “A mí no me lo han contado. Barros estuvo durante 37 años al lado de Karadima. Estaba de pie a mi lado cuando me abusaba”, relata Cruz, que conoció a Karadima a los 15 años, cuando acababa de morir su padre. El ex párroco de El Bosque, un barrio elegante de la capital chilena, le ofreció ser su guía espiritual, pero abusó de él durante ocho años. Cruz reflexiona: “Me considero una persona inteligente, con un cargo importante en una multinacional. He podido educarme, he viajado por todo el mundo, estoy a cargo de 130 países. Y todavía me pregunto, ¿cómo fue posible que yo dejara que este hombre me hiciera lo que me hizo? Cuesta perdonármelo”, cuenta entre lágrimas. Hamilton coincide en la responsabilidad de Barros y asegura que él y otros trataron de que no denunciaran los abusos.

Todos hablan en la sede de la Fundación para la Confianza, que crearon para luchar contra los abusos sexuales infantiles. Allí están reunidos representantes de víctimas de nueve países, entre ellos Peter Saunders, un abogado británico que fue elegido por Francisco para formar parte de la comisión de víctimas que organizó en el Vaticano y que decidió abandonarla, como Marie Collins, ante la falta de colaboración que encontraron en la Iglesia. Todos ellos reprochan la diferencia entre las palabras de Francisco y las decisiones que toma en la Iglesia que dirige. Para Murillo, líder de la ONG chilena, "el Papa tiene hoy el poder absoluto de detener el abuso sexual infantil y suspender a todos los sacerdotes sobre los que haya duda de que puedan ser abusadores sexuales de niños y los que hayan encubierto este tipo de casos. Es una organización monárquica, casi dictatorial. Si no lo para es porque no quiere o no se atreve”.

A pesar de todo, Cruz sigue sintiéndose católico, y asegura que Dios le ha ayudado mucho, aunque señala que la institución cierra las puertas a las víctimas: “La Iglesia solo nos da bofetadas”. Por eso le molesta que Francisco trate de salvar a la iglesia chilena. “Es impresionante que trate de usar su poder de rock star para tratar de salvar a una Conferencia Episcopal chilena que se hunde. Es un Papa que no viene de Mongolia ni Ucrania, sino de Buenos Aires. Conoce nuestro caso perfectamente, entiende nuestra realidad, habla nuestro idioma, comprende nuestra cultura y, sin embargo, no hace nada. Es una verdadera vergüenza”.

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