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“Esta sentencia nos da esperanza”

Supervivientes del centro clandestino ESMA y familiares de víctimas celebran las condenas en el mayor juicio de la historia de Argentina

Buenos Aires -
Una multitud celebra a las puertas de los tribunales de Buenos Aires las condenas por la megacausa ESMA.
Una multitud celebra a las puertas de los tribunales de Buenos Aires las condenas por la megacausa ESMA.AP
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Después de cinco años de juicio y casi cuatro horas de lectura del veredicto, cientos de personas estallaron en aplausos frente a los tribunales de Buenos Aires. Cánticos, saltos, abrazos y lágrimas mostraban la alegría generalizada por las condenas del mayor juicio de la historia de Argentina. Los aplausos se repitieron 29 veces antes: una por cada cadena perpetua a los autores de crímenes de lesa humanidad perpetrados en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), el mayor centro clandestino de detención de la dictadura argentina (1976-1983). El público, que seguía el fallo a través de una pantalla gigante, silbó las seis absoluciones y también algunas de las 19 condenas de entre 8 y 25 años. Pero al terminar, la calle se convirtió en una fiesta. "Oé oé, oé oá, como a los nazis, qué va a pasar, donde vayan los iremos a buscar", cantaban abrazados los presentes.

"Una sentencia como esta nos da esperanza en un momento tan duro", dice a EL PAÍS Alfredo Ayala, una de las pocas personas que logró escaparse de la ESMA, por donde pasaron cerca de 5.000 detenidos-desaparecidos. Coincide con él Ángela Catalina Paolin de Boitano, Lita, presidenta de Familiares de desaparecidos y detenidos por razones políticas y madre de Miguel Ángel y Adriana, secuestrados en 1976 y 1977, respectivamente, y aún desaparecidos. "Da esperanza a los más jóvenes, que sepan que al final el que la hace la paga", asegura esta mujer de gran sonrisa y rizos blancos, que acepta sacarse selfies con todos los que se han acercado hasta allí para escuchar el fallo.

Lita lamenta no haber podido sentar en el banquillo de los acusados a monseñor Grasselli, una de las puertas a las que llamó durante la búsqueda desesperada de Miguel Ángel. "Cuando fui había otras madres. Cuando salían, lloraban. Pasé y Grasselli me muestra dos cuadernos. '¿En cuál estará su hijo, en el de los vivos o en el de los muertos? Yo le diría, señora, que no lo busque más", recuerda 40 años después.

El Tribunal Oral Federal en lo Criminal n° 5 convocó a las dos de la tarde para el veredicto. Pero el inicio se retrasó dos horas, en una espera cada vez más tensa bajo un sol abrasador. Muchos temían que los jueces absolvieran a los responsables de los vuelos de la muerte, el sistema con el que la dictadura asesinó a cerca de 4.000 detenidos: los drogaban y los subían a aviones para lanzarlos al río de la Plata. Nadie sobrevivió y poquísimos cadáveres fueron recuperados, lo que dificultaba las pruebas. Pero los nervios comenzaron a relajarse con las primeras sentencias favorables: perpetua para Mario Daniel Arru y para Alejandro Domingo, que los presentes recibieron con grandes aplausos.

Entre quienes escuchan están Leonardo Martínez y Ricardo Coquet, dos supervivientes de la ESMA que fueron obligados a realizar trabajo esclavo a las órdenes de los militares. Coquet fue liberado tras perder dos dedos en un accidente cuando hacía trabajos de carpintería. "Me corté y mis dedos se los comió el perro de (Emilio) Massera, Zeus", recuerda, mientras muestra su mano mutilada.

Apelarán las absoluciones

Graciela Daleo, otra de las supervivientes de la ESMA, esperó hasta el final para celebrar. "Este día es un día de lucha, de conquistas para celebrar, tomar aliento y seguir luchando. Las absoluciones las apelaremos", dijo subida sobre un escenario improvisado frente a la pantalla gigante y un cartel hecho con flores de papel en el que se lee 30.000, en referencia al número de desaparecidos. "Llegamos a este lugar porque luchamos, porque nos comprometimos por nuestros compañeros desaparecidos", continuó. "Los asesinaron, pero nosotros somos capaces de hacerlos vivir en nuestra memoria", concluyó Daleo tras leer dos fragmentos de poemas que hicieron saltar las lágrimas a muchos de los presentes.

"Se cierra un capítulo muy importante", dice Isabel Mignone, hija del educador y abogado argentino Emilio Mignone, fundador del Centro de Estudios Legales y Sociales. Recién llegada de Estados Unidos, donde reside desde 1982, Isabel cuenta lo doloroso que fue para sus padres no tener una tumba sobre la que rezar ni a la que llevar flores para honrar la memoria de su hija Mónica, secuestrada el 14 de mayo de 1976 y desaparecida desde entonces. "Mi padre hacía una misa cada 14 de mayo en Santa Cruz y yo una vez le pregunté: ¿Hasta cuándo?. Me respondió que hasta que le entregasen el cuerpo", recuerda Isabel en la víspera de la sentencia. La condena no salda esa deuda, pero sí que permite "que se haga justicia" y vuelve a mostrar el liderazgo de Argentina para juzgar a los responsables de la página más oscura de su historia.

"30.000 desaparecidos", grita alguien desde el público. "Presente", repiten los demás". "Ahora y siempre", completan, como un ritual. Agitan al aire las fotos de seres queridos y amigos a los que nunca han vuelto a ver y se abrazan una vez más, antes de comenzar a dispersarse y volver hacia sus casas, con la esperanza renovada de que "no haya ni un represor suelto por las calles de Argentina".

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