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Argentina lanza el mayor operativo de búsqueda del submarino en una zona de 74 kilómetros

Cinco buques rastrillan el fondo del mar, mientras se espera el arribo de una cápsula de rescate

Marinos argentinos y estadounidenses despiden en Comodoro Rivadavia al buque noruego Sophie Siem, portador de la nave de rescate aportada por EEUU.Vídeo: MAXI JONAS (AFP) / REUTERS-QUALITY
Federico Rivas Molina
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Los días pasan y crece la convicción de que ya no queda mucho por hacer por la vida de los 44 tripulantes del ARA San Juan. Desde el viernes, cuando la Armada confirmó una explosión a bordo registrada el mismo día de la desaparición del submarino, hace 12 días, el parte de novedades diarias ya casi no generan expectativas. Los marinos informaron hoy que cinco buques rastrillan una zona de 74 kilómetros cuadrados, un área minúscula comparado con la de 600.000 kilómetros de hace una semana. Pero repitieron la frase que los periodistas escuchan desde el primer día: “Por desgracia, no hay rastros del submarino”. Toda la atención se ha concentrado ahora en el lugar donde los sensores registraron la explosión, mientras viaja hacia el lugar una cápsula no tripulada de rescate enviada por Estados Unidos, capaz de descender hasta los 600 metros.

El portavoz de la Armada, Enrique Balbi, admitió que tras 12 días sólo puede haber supervivientes si se han adaptado a una situación “extrema”. Ya nadie se pregunta cuánto puede ser el oxígeno disponible en el interior del buque, o si el casco puede o no resistir la presión de grandes profundidades. Balbi se limitó al detalle del despliegue de buques y aviones que buscan al ARA San Juan frente al Golfo San Jorge, a unos casi 400 kilómetros de la costa, justo cuando termina la plataforma continental y la profundidad aumenta abruptamente. Cinco barcos rastrillan con sonares el fondo del mar, mientras aviones de Argentina, Brasil y Estados Unidos buscan algún indicio desde el aire.

Hoy llegó a la zona un minisubmarino de rescate que exigió reformar para su traslado la popa de un buque cedido por Noruega. La posibilidad de que el ARA San Juan se haya despeñado hacia el lado del talud que da al abismo ha obligado a planes de mayor riesgo: el martes que viene llegará al Atlántico sur el buque oceanográfico ruso Yantar, “equipado con una cápsula de rescate que puede descender hasta 6.000 metros”, dijo Balbi.

El uso de semejante tecnología depende de que los sonares den antes con el submarino, algo que no ha sucedido. No ha alcanzado ni siquiera la ayuda de una docena de países y los equipos más modernos. La incertidumbre ha alimentado todo tipo de versiones en las redes sociales sobre qué pudo ocurrir con los 44 tripulantes. Muchas de ellas calan en la opinión pública y sobreviven a lo efímero del mensaje, por muy disparatadas que sean. Balbi tuvo que desmentir que el buque haya sido atacado por una fuerza militar extranjera, o que el estallido registrado por una agencia de la ONU aquel miércoles del último contacto haya sido culpa de una mina abandonada de la época de la guerra de Malvinas, en 1982. “No tenemos indicios de que haya habido un ataque exterior. Y no tenemos indicios de minas. Además, si las hubiese, a una mina apoyada a esa profundidad no podría explotar”, dijo Balbi.

El ARA San Juan desapareció sin dejar rastros luego de avisar a la base que había tenido un problema en las baterías de propulsión. El capitán del buque reportó una entrada de agua por el snorkel que se usa para renovar el oxígeno de la cabina. “El agua llegó a través del sistema de ventilación a la bandeja de baterías produciendo un corto circuito un principio de incendio, es decir hubo sin llama. Eso fue subsanado, se aislaron las baterías y el submarino continuó navegando con el otro sistema de baterías”, explicó Balbi. La Armada no dio importancia al incidente, hasta que horas después se perdió todo contacto con el buque.

Lo cierto es que es posible que jamás se encuentre el casco. Y si lo encuentran pero está apoyado sobre el fondo del mar a más de 3.000 metros, una posibilidad, será muy complicado sacarlo a flote. Al drama humano se ha sumado la crisis política. En Argentina se preguntan si el ARA San Juan, construido en 1985, estaba en condiciones de navegar. Mauricio Macri prometió una investigación a fondo, pero pidió esperar al final de la búsqueda antes de señalar culpables.

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Federico Rivas Molina
Es corresponsal de EL PAÍS en Argentina desde 2016. Fue editor de la edición América. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires y máster en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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