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¿Quién se atrevió a profanar la tumba de Tito?

Una casa de subastas española retira unas páginas arrancadas del libro de condolencias del panteón del mítico presidente de Yugoslavia ante la sospecha de que eran robadas

Juan Diego Quesada
El féretro que contiene los restos mortales del presidente de Yugoslavia, Josip Broz Tito, escoltado por soldados, mineros y metalúrgicos, pasa por una calle de Belgrado durante el funeral de estado, en 1980
El féretro que contiene los restos mortales del presidente de Yugoslavia, Josip Broz Tito, escoltado por soldados, mineros y metalúrgicos, pasa por una calle de Belgrado durante el funeral de estado, en 1980AP

La memoria de un país que ya no existe, la gran Yugoslavia de Josip Broz Tito, no está a la venta. Una casa de subastas se ha visto obligada a retirar de la puja internacional unas páginas arrancadas del libro de condolencias del panteón de Belgrado en el que fue enterrado el mariscal que derrotó al fascismo y desafió a Stalin. La sospecha es que son robadas, y el gran enigma está en quién se atrevió a hacer tal cosa con los recuerdos de un mito. 

La subasta, celebrada este fin de semana en Marbella, habría pasado casi desapercibida de no ser por que uno de los lotes incluía una tanda dedicada al hombre que desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta su muerte a los 87 años gobernó de forma personalista una unión de nacionalidades e idiomas que, sin él, se precipitó de forma trágica a la extinción. La serie incluía las dedicatorias póstumas y los elogios encendidos que personajes tan distintos del siglo pasado como Olof Palme, Nicolae Ceausescu, Gorbachov o Mobutu le dedicaron al padre de la Yugoslavia socialista.

El destino de estas páginas era caer en manos de algún coleccionista privado pero un medio regional, Antidot, vio la puja en Internet y rastreó su procedencia. Las firmas deberían estar encuadernadas, efectivamente, en el lugar al que pertenecen, un libro en el que durante años expresaron su pésame los visitantes de La Casa de las Flores, donde está la tumba de Tito. Después el ejemplar fue trasladado a un museo anexo, el de Historia de Yugoslavia, donde fue guardado en un depósito de documentos. En teoría, ahí estaba a salvo.

La carta del dictador rumano Ceausescu, en 1987
La carta del dictador rumano Ceausescu, en 1987

¿Cómo salieron de allí? Nadie lo sabe. La sospecha es que el robo lo perpetró un empleado del museo, pero todavía es una conjetura, no es algo demostrado. De una manera u otra, la reliquia acabó en manos de Francisco Piñeiro, responsable de International Autograph Auction (IAA) Europe, una prestigiosa casa de subastas. Un cliente cuyo nombre no puede revelar por contrato ("alguien de mucho prestigio") le dejó los documentos en depósito hasta que se verificara su autenticidad. Una vez demostrada, la empresa los puso a la venta, sin prever la tormenta que se iba a desatar en los Balcanes.

Días después de sacarlos a subasta en su página web, Piñeiro recibió un correo elctrónico desde Serbia donde le alertaban de que podrían tratarse de unos objetos robados. "Como siempre que ocurre algo así, les pedí que me enviaran más información. Es un caso que podría derivar en un proceso de disputa de propiedad (dispute of ownership). Necesitaba la denuncia y la descripción de lo robado, no puedo dárselos al primero que se me presente diciendo que son suyos. Pero no recibí nada", cuenta Piñeiro.

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No lo recibió porque no existían. En Belgrado nadie se había dado cuenta del robo, o si alguien lo sabía no lo había querido dar a conocer. Al hacerse pública la puja, las autoridades serbias comenzaron un proceso diplomático en el que involucraron a la embajada y a la policía. En un arrebato de yugonostalgia, los medios serbios ha llegado a comparar este pequeño expolio con el que sufrieron los griegos con las piezas del Partenón expuestas en el British Museum.

Dos días antes de que se celebrara, pese a que no había recibido ningún requerimiento oficial, la casa de subastas IAA decidió retirar el lote de quien estuvo casi 40 años en el poder . "Decidimos retirarlas por no afectar nuestro buen prestigio y nombre", explica Piñeiro. La realidad es que las páginas a subasta no tienen un gran valor económico. El precio de salida de cada una de ellas rondaba los 120 euros. 

La firma que dejó en el libro de condolencias George H. Bush, cuando era secretario de Estado
La firma que dejó en el libro de condolencias George H. Bush, cuando era secretario de Estado

Hubiera sido más fácil y barato para los burócratas serbios pujar en público por los documentos y devolverlos a casa antes que iniciar un litigio internacional, pero el honor está en juego. La casa de subastas, a menos que un juez dicte lo contrario, está obligada a reintegrarle las páginas a su actual dueño, ese alguien "de mucho prestigio". El misterioso coleccionista, según Piñeiro, no tiene ningún temor y asegura que le compró las firmas a otro "personaje conocido en Serbia" que aseguraba que le pertenecían. El caso está en el aire.   

Los yugoslavos fueron criados en el culto a la personalidad de Tito. Los niños escribían en el colegio redacciones sobre él, recitaban poemas en su honor y corrían carreras populares que llevaban su nombre. Su foto en uniforme colgada de todos lados. Nadie podía imaginar una vida sin Tito, y ni el propio Tito podía imaginarlo al final de sus días. Poco antes de su muerte, con una pierna amputada y los riñones dañados, los médicos que le trataron le vieron hacer planes futuros. Ahora ya no existe, ni él ni su país, para nostalgia de algunos y el alivio de otros pero lo que es seguro es que su legado no sale a subasta. Los recuerdos de Tito no se mercadean.

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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