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Columna
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Lula quiere ser absuelto por las urnas

Quien conoce a Lula sabe que es un político que no se rinde. Cuando parece más hundido es cuando más alza la cabeza

Juan Arias

Como escudo contra las presuntas acusaciones de corrupción que podrían arrastrarle a los tribunales, Lula pretende ser absuelto por las urnas. Sería su venganza personal.

Frei Betto, quien mejor conoce los entresijos y estrategias de Lula, casi su confesor, hizo dos afirmaciones claves en una entrevista concedida a este periódico que desmontan decenas de rumores y conjeturas.

El escritor zanjó de una vez la idea de que Lula esté triste o deprimido. Al revés, estaría solo a la espera de que pase el tsunami de la justicia para reaparecer.

“Ahora que la Operación Lava Jato reparte las cartas de la política brasileña, a Lula le conviene no sobresalir mucho”, afirma, diplomático, Betto.

Fue categórico también al afirmar que el expresidente volverá a ser candidato en las presidenciales del 2018, a no ser que, para entonces “esté preso o muerto”. Acabó así con las suposiciones. Lula está preparado para volver siempre y cuando lo imponderable no se le atraviese en el camino. Y punto final.

Lo que no explicó el escritor y biógrafo de Fidel Castro, es el porqué de esa necesidad perentoria de Lula de querer volver a disputar la presidencia.

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¿Será, quizás, por esa adición irresistible que aqueja a casi todos los políticos una vez probada la fruta prohibida del poder? También, pero no solo. Existen otros motivos que Betto podría explicar mejor. Entre ellos, que Lula es un político que siempre se sintió por encima de todos, insustituible. Fue así en 2014, cuando Dilma, su pupila, le cerró entonces el paso. Él ha llegado a decir, sin excesivo pudor, que a este país, hoy, solo él puede enderezarlo.

El espaldarazo se lo había dado a Lula el presidente de los Estados Unidos, Barak Obama cuando lo presentó como el político más popular del mundo, y exclamó: “Yo amo a este hombre”. Estaba exaltando el mito americano del hombre salido de la nada capaz de superarse a sí mismo.

Quiso el destino que el mito empezase a resquebrajarse bajo las acusaciones de presunta corrupción, ese virus que se está cebando con la clase política de este país, y no parece respetarlo ni a él.

“No existe en el mundo nadie más honrado que yo”, reaccionó Lula, indignado, a las acusaciones. También Betto apuesta por su honradez ética. Sabe, sin embargo, el expresidente que no es lo que piensan algunos jueces que están hurgando en su vida y hasta intentan probar que fue el jefe de la cuadrilla.

Pero quien conoce a Lula sabe que es un político que no se rinde. Cuando parece más hundido es cuando más alza la cabeza. Es más peligroso, dicen, en la sombra que al sol.

Sabe que para salir del atolladero al que le ha empujado un destino que nunca esperó no tiene otra salida que arriesgarse a desafiarlo todo y volver, por la sexta vez, a disputar unas elecciones presidenciales para ganarlas por la tercera vez. Tendrá entonces 73 años.

Hay, sin embargo, un último motivo, quizás el más importante, detrás de la vuelta al poder de Lula: buscar su absolución en las urnas. Sería su desafío y venganza con los jueces. Que los brasileños lo absuelvan con su voto. Una vez elegido presidente, Lula ni siquiera podría ya ser juzgado por presuntos delitos cometidos fuera de su mandato.

Todo ello puede parecer un rompecabezas, pero para Lula es solo un juego político. “Nunca antes en este país”, fue el eslogan que él acuñó cuando era presidente.

¿También hoy? A eso tendrán que responder ahora los electores en las urnas.

Él lo intentará.

Que no olviden sus contrincantes que a él le va más el juego rápido, inesperado, arriesgado, del póker, que el lento y reflexivo del ajedrez, como aseguran sus viejos amigos del sindicato.

Lula, en la jungla política, es más leopardo que elefante.

¿No será que espera, en la sombra de la noche, la hora de dar su zarpazo final?

Al tiempo.

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