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¿Barman u obrero?: dilemas de un operario en una fábrica mexicana

Los trabajadores de Carrier en México cobran entre una tercera y una séptima parte de sus pares en EE UU

Pablo Ferri
Un operario de Carrier en Monterrey, México.
Un operario de Carrier en Monterrey, México.SAÚL RUIZ

Julio, nombre figurado, es un joven amable de 26 años, ligeramente grueso, cauto, capaz de hacer entender con pocas palabras que las cosas son parecidas a como uno las piensa, pero no exactamente así. “Ahora, por ejemplo”, decía la tarde del jueves, sentado en una pizzería en Monterrey, en el norte de México, “trabajo administrando un billar y atendiendo la barra. Es más dinero que si sólo atendiera la barra. Si yo no me hubiera formado, atendería sólo la barra, pero estudié administración y puedo administrar el billar”.

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Julio trabaja para pagarse sus estudios de criminología y antes lo hizo para costearse la carrera de administración, que dejó a medias. Cuando dejó administración, hace unos años, Julio entró a trabajar en la fábrica de Carrier en Ciudad Santa Catarina, cerca de Monterrey. “Era auditor, hacia el control de calidad de las piezas antes de ensamblar”.

Santa Catarina es un municipio del área metropolitana de Monterrey. Con 270.000 habitantes, cuenta con su propia universidad, plazas comerciales, paredes de escalada famosas en todo el país, calor seco difícilmente soportable un día de sol a media mañana y, claro, polígonos industriales. De acuerdo al Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, el 98% de la población activa está empleada y la mitad de los vecinos tiene 27 años o menos.

Uno de los polígonos industriales más grandes se llama Stiva, cuenta con seguridad privada y aloja las instalaciones de Carrier. El jueves, un agente de seguridad paró su vehículo junto a la entrada de la fábrica y comentó amablemente que allí no se podían hacer fotografías: “lo que pasa es que ya han venido reporteros gringos”, dijo, “y luego las usan para decir cosas que no son verdad”.

Dos obreros de Carrier, fumando junto a la planta.
Dos obreros de Carrier, fumando junto a la planta.SAÚL RÚIZ
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Algunos trabajadores fumaban a la sombra, junto a la entrada. Ninguno quería hablar: “Con todo respeto”, dijo Juan Chavarría, un hombre mediano, moreno, con bigote, “nosotros no podemos comentar nada. Y allí está la cámara de vigilancia, no le vayan a decir a uno luego”.

La presidencia municipal de Santa Catarina conoce los planes de Carrier de cerrar sus instalaciones en Indiana y traerse la producción a Monterrey, pero poco más. El jueves, el “licenciado” Jaime Alberto García, titular de la Oficina Ejecutiva para la Inversión y el Empleo, estaba reunido con sus pares de la presidencia y no pudo comentar el asunto. El viernes tampoco.

El economista regiomontano Salvador Kalifa explica que las industrias eligen Santa Catarina y otros pueblos cercanos a Monterrey, como García o Apodaca, desde hace décadas. “Tienen mano de obra y cuentan con todos los servicios de la capital. El aeropuerto está a 30 minutos y el de Saltillo tampoco está lejos”. Kalifa dice que hace un tiempo, algunas empresas de la zona se marcharon a China con la intención de abaratar costos, pero que luego, al poco tiempo, volvieron. “Los chinos al final mejoraron sus salarios, el yuan se apreció respecto al dolar y la cercanía de Monterrey con Estados Unidos les hizo volver”.

Y luego está la productividad. Kalifa dice que los trabajadores mexicanos son casi tan productivos como sus vecinos del norte, a una fracción de su costo.

Julio recuerda que le pagaban 1200 pesos a la semana, lo que hace unos años equivalía a 100 dólares. Los ingenieros, dice, cobraban más, igual que los soldadores y los ensambladores, que tenían un plus de peligrosidad. El salario mínimo en México asciende hoy a cuatro dólares y medio diarios, menos de lo que ganaba Julio. El salario medio en el país, a 500 dólares al mes. En EEUU, Carrier paga la hora a 22 dólares; en México, según cuenta Julio, a tres o menos.

Al año y medio de entrar, Julio dejó el empleo en Carrier. “No me alcanzaba. Empecé a estudiar criminología y no me alcanzaba para vivir. Así que entré de barman. Trabajaba jueves, viernes y sábado. Ganaba 350 pesos la noche más propinas. Una buena noche podía sacar además de 1500 a 2000 pesos de propinas”.

Ninguno de los trabajadores de Carrier consultados, siete en total, el jueves por la tarde, conocían los detalles de la expansión de la empresa en Monterrey. O al menos eso decían, antes de disculparse y seguir andando porque tenían mucha prisa. Alguno incluso ignoraba el cierre de la planta en Indiana y el despido de 1400 trabajadores. ¿Carrier abrirá otra planta en Monterrey? ¿Distribuirá lo que se hacía en Indiana en las plantas que ya existen? ¿Contratará a más gente? ¿A cuánta? De momento, se ignora.

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Sobre la firma

Pablo Ferri
Reportero en la oficina de Ciudad de México desde 2015. Cubre el área de interior, con atención a temas de violencia, seguridad, derechos humanos y justicia. También escribe de arqueología, antropología e historia. Ferri es autor de Narcoamérica (Tusquets, 2015) y La Tropa (Aguilar, 2019).

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