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La calle se mira el bolsillo

La economía y la inseguridad rebajan el efecto del programa de ayudas kirchneristas

Alejandro Rebossio
La localidad bonaerense de Lanús.
La localidad bonaerense de Lanús.Ricardo Ceppi

Los argentinos llegan a las primarias presidenciales de hoy divididos entre los k (kirchneristas), que apoyan al Gobierno, y los antik. Casi todo el debate gira en torno a la economía, las ayudas sociales, la inseguridad, y la corrupción. Basta acercarse a Lanús, un municipio de la periferia de Buenos Aires donde nació Maradona y que suele votar más o menos igual que la provincia clave argentina. Paola y Cintia, de 25 años y empleadas de una juguetería, cuentan sonrientes que se “matan” discutiendo de política. “Voy a votar a [Mauricio] Macri porque quiero sacar a los k”, dice la primera, que apuesta por el candidato centroderechista y actual alcalde de Buenos Aires. “Voto a [Daniel] Scioli”, contesta Cintia, que apoya al gobernador de Buenos Aires y candidato oficialista. Pero su compañera arremete: “Estoy cansada de los k: no se pueden comprar dólares”.

Desde hace cinco décadas, los argentinos confían en la moneda norteamericana para ahorrar, pero desde 2011 hay cupos para adquirirla por la escasez de divisas del país. Por eso también se han limitado las importaciones. “No puedo tener cosas importadas, hay inseguridad, la promesa de la casa propia es una mentira. Mis papás tuvieron que cerrar su comercio de muebles en la crisis de 2001 y despedir empleados. Después empezaron a mejorar, pero ya no están tan bien”, lamenta Paola. La economía argentina, que en los primeros años del kirchnerismo creció rápido, lleva cuatro estancada.

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Hasta que consiguió empleo en la juguetería, Cintia, como otros dos millones de familias de parados y trabajadores informales —sobre un total de 12 millones—, recibía la asignación universal por su hijo.

Las ayudas sociales que los Kirchner han multiplicado explican buena parte de su resistencia política después de 12 años de desgaste en el poder. Para los kirchneristas se ha utilizado el crecimiento para hacer política social. Para la oposición, han comprado voto con una política de subsidios que no genera crecimiento.

Buena parte de los argentinos votará hoy en función de cómo le ha ido a su bolsillo o a su barrio. “Quizá vote a Scioli”, comenta Mario, de 50 años, pensionista por invalidez, mientras espera el autobús al lado de una oficina del banco BBVA. “Creó las UPA [pequeños hospitales de proximidad], pero lo que hizo en seguridad es puro cuento: hay muchos patrulleros, pero no sirven”, opina Mario, que en 1998 tuvo que dejar de trabajar, pero consiguió su pensión en el Gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007). En 2002, solo el 54,5% de los argentinos en edad de jubilarse cobraban pensión. Ahora son el 95%. “¿Pero de qué te sirve si hay tanta inflación [un 26% anual]?”, se queja el hombre.

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Néstor, de 60 años, come un bocadillo de salami en la calle y también votará a Scioli. “Por las UPA, porque hay más policías en la calle”, resume. En la crisis de 2001 trabajaba informalmente y de vez en cuando descargando camiones en un mercado de frutas y verduras. Ahora es empleado de uno de los principales supermercados de Argentina, Coto, y ha terminado su casa. Tiene siete hijos mayores de edad y solo uno terminó la secundaria.

El coste de la inseguridad

En la Universidad Kennedy, privada, una empleada de 46 años, Myrian, asegura que votará por el peronista disidente Sergio Massa. “Quiere un Código Penal más duro y sacarle los planes sociales a los que no trabajan. La economía está mucho mejor que en 2001, pero la inseguridad me cuesta mucha plata: tuve que comprarme un dóberman, un labrador y una alarma. Además me asustó mucho la muerte de [Alberto] Nisman”, recuerda Myrian, en referencia al fiscal que acusó a la presidenta argentina, la peronista Cristina Fernández de Kirchner, de presunto encubrimiento de terroristas y que fue hallado muerto el pasado mes de enero.

“Mi voto será nulo”, promete Roberto, empleado de 65 años. “Los k crearon universidades, dieron más jubilaciones y compraron trenes nuevos, pero todo queda tapado por la inseguridad y la corrupción”, lamenta Roberto. Su esposa, Dora, peluquera de 59 años, quizás vote a Macri: “Alivió el tránsito en Buenos Aires. A mí me gustaba Néstor Kirchner; en su época, yo tenía clientas hasta las 11 de la noche, pero ya no”.

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