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La estrella del calentamiento global

El Ártico ha mostrado en los últimos 30 años el récord de deshielo y ha roto todos los registros de elevación de las temperaturas

Javier Sampedro

Durante los últimos 30 años, el Ártico ha sido la estrella absoluta del calentamiento global, con unos incrementos de temperatura que superan los de cualquier otra región del planeta. En correspondencia, la capa de hielo ha sufrido una espectacular reducción en los periodos estivales, con un récord de 3,6 millones de kilómetros cuadrados en septiembre de 2012 que estimuló un intenso debate sobre los cambios socioeconómicos que la nueva era del deshielo implicaba en la zona, entre ellos las nuevas rutas abiertas para la navegación y la prospección petrolífera. El consenso científico atribuye gran parte de la pérdida del hielo ártico a las emisiones de gases, aunque es obvio que también influyen otros factores.

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Según los datos del National Snow and Ice Data Center (NSIDC), el centro de referencia para la investigación polar de Estados Unidos, en 2010 la temperatura del aire en el Ártico era cuatro grados más alta que en el promedio del periodo 1968-1996. Y las imágenes tomadas rutinariamente por satélite muestran que la capa de hielo marino en septiembre se ha reducido un 30% en los últimos 30 años (las medidas se toman en ese mes porque marcan un mínimo de hielo tras los meses de fusión estival). También han decrecido la cubierta de nieve, la superficie de terreno helado y los glaciares del norte de Canadá y Groenlandia.

El calentamiento del Ártico ha sido, por tanto, drástico y evidente. Una cuestión más discutida es cuánto de ello puede atribuirse a la actividad humana, en particular a las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero por el uso de combustibles fósiles. Un trabajo recién publicado por el geofísico Rong Zhang, de la Nacional Oceanic and Atmospheric Administration de Estados Unidos, en Princeton, subraya que el máximo deshielo, alrededor de 2012, ha tenido lugar durante el último hiato del calentamiento, un periodo en que la temperatura media de la superficie terrestre ha cambiado poco. Según el avanzado modelo diseñado por este investigador, la variación en el transporte de aire caliente desde el Atlántico al Ártico, un fenómeno de largo plazo que no está relacionado con las emisiones de gases, ha contribuido al deshielo de forma significativa.

En 2010 la temperatura del aire en el Ártico era cuatro grados más alta que en el promedio de 1968-1996

En cualquier caso, y pese a estos hiatos o pausas transitorias, la tendencia general al calentamiento del Ártico es obvia, y sus efectos sobre la fauna local han resultado evidentes durante la última década.

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Pero los riesgos del calentamiento del Ártico van más allá de sus efectos locales. Un factor esencial en la regulación de la temperatura terrestre es el albedo, o razón entre la radiación reflejada por una superficie respecto a la radiación que recibe. El albedo global de la Tierra ronda el 30% ó 35%, que es bastante alto gracias a la nubosidad, pero las variaciones de una región a otra son enormes. En el Ártico, el albedo depende críticamente de la superficie cubierta de hielo o nieve: la nieve fresca refleja el 70% de la radiación que recibe; el hielo, cerca del 35%; pero el agua líquida, menos del 10%. A más deshielo, por tanto, menos albedo, más calentamiento del Ártico y más deshielo, un efecto de retroalimentación positiva (feedback) que, según calculan los científicos, acelerará el calentamiento de todo el planeta.

Otro efecto de retroalimentación positiva se refiere al permafrost, o capa de hielo permanente en el suelo del Ártico. Estos hielos perpetuos (o que solían serlo) conservan atrapados los cadáveres de cantidades masivas de animales y plantas. Cuando el permafrost se funde, toda esa materia orgánica queda expuesta a los procesos convencionales de degradación bacteriana, que pudren los compuestos orgánicos hasta producir CO2, lo que vuelve a agravar el efecto invernadero: otro feedback positivo o círculo vicioso que puede acelerar el calentamiento.

Corregir la situación exige audacia política y colaboración ciudadana. Los avances dejan que desear

Los científicos están estudiando muy activamente el Ártico y la forma en que su deshielo puede afectar al planeta en su conjunto. Investigan la nieve y el hielo, extraen sondas del subsuelo y analizan la manera en que las capas heladas están cambiando, examinan la fauna y la flora de la región y cómo el deshielo está afectándolas, organizan expediciones internacionales como las del Año Polar de la temporada 2007-2008, utilizan las tecnologías de la teledetección desde aviones o satélites y desarrollan modelos matemáticos cada vez más perfectos. Poco más pueden hacer aparte de describir la situación. Corregirla, en el caso de que sea posible, requiere audacia política y la colaboración de todos los ciudadanos del planeta. Y ahí los avances dejan mucho que desear.

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