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Merkel: “Los sueños pueden cumplirse”

La canciller señala la caída de Muro como ejemplo para conflictos como los de Irak, Siria o Ucrania

Luis Doncel

El cielo de Berlín se llenó ayer de luz. Pasadas las siete de la tarde, una multitud de personas aplaudía, hacía fotografías o simplemente contemplaba con una gran sonrisa cuando la hilera de 7.000 globos luminosos echó a volar. Era el momento cumbre de las celebraciones del 25 aniversarios de la caída del Muro que dividió la ciudad —y, en cierto modo, toda Europa— durante 28 años y que hoy parece casi inconcebible. En este cuarto de siglo, los berlineses se han acostumbrado a que su ciudad sea como todas las demás.

La alegría por la libertad recobrada y la confianza de que incluso los peores conflictos pueden resolverse presidió la jornada de festejos y el discurso de Angela Merkel. “La caída del Muro nos demuestra que los sueños pueden hacerse realidad y que nada tiene por qué seguir como estaba, sin importar lo altas que sean las barreras”, recordó la canciller alemana. Ella, como ciudadana crecida en la antigua RDA lo sabe bien. “Podemos cambiar las cosas a mejor”, añadió desde la Bernauer Straße, una de las calles que simbolizan la división de Berlín. Cuando en 1961 se levantó lo que la RDA denominó “barrera de protección antifascista”, esta calle quedó dividida en dos. Los vecinos pasaron vivir en dos mundos completamente distintos. Fueron días en los que se vivieron escenas dramáticas: ciudadanos que saltaban desde las ventanas tratando de alcanzar la parte occidental.

Merkel —que ha contado que estaba en la sauna cuando cayó el Muro— recordó a los valientes que permitieron acabar con las divisiones y a las víctimas de la RDA, que tildó de “Estado injusto”. Es esta una definición que aún hoy despierta muchas heridas en ciertos sectores de la izquierda de Alemania oriental. “Fue un régimen obsesionado por la ideología”, añadió. Pero la mujer que ha conducido el país durante la última década no quiso hablar solo del pasado. Los acontecimientos que cambiaron Europa hace 25 años deben servir también a “los ciudadanos de Ucrania, Siria, Irak y tantas otras regiones del mundo donde la libertad y los derechos humanos están amenazados o se ven pisoteados”, dijo.

Schulz alerta contra la construcción de nuevas fronteras en Europa

Berlín, y por extensión toda Alemania, ha vivido unos días en los que la alegría era patente. Bild, el periódico más vendido de Europa, inundó los buzones de las casas con 42 millones de ejemplares gratuitos de una edición especial para conmemorar los 25 años del fin de la frontera interna. El titular, a toda página e impreso sobre una foto con las dos partes del Muro, era simple pero efectivo: “Querida Alemania”. Incluso algunos supermercados de la capital obsequiaban a los clientes con una revista editada para conmemorar el día de ayer.

El 9 de noviembre es una fecha ambivalente para los alemanes. Ningún ciudadano que haya llegado a la cuarentena podrá olvidar la ola de jubilo que invadió el país hace 25 años. Pero el mismo día de 1938 ha quedado grabado en negro como una jornada de oprobio en la historia alemana. Se trata de la noche de los cristales rotos, cuando las autoridades nazis instigaron una serie de actos violentos contra sinagogas, negocios y ciudadanos judíos, y que sirvió como prólogo para el Holocausto que acabó con la vida de millones de personas. “Por ello, hoy no solo siento alegría, sino también la responsabilidad que la historia alemana ha puesto sobre nosotros”, aseguró Merkel. Esta coincidencia de fechas explica por qué la fiesta nacional de los alemanes no se celebra el 9 de noviembre, sino el 3 de octubre. Fue ese día de 1990 cuando entró en vigor el acuerdo de unificación por el que la antigua RDA entraba a formar parte de la República Federal.

Tras el acto en la Bernauer Straße, llegó por la tarde la ceremonia oficial en la que estuvieron presentes protagonistas de aquellos días, como el último líder de la Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov, o el expresidente polaco Lech Walesa, y líderes políticos actuales. Estuvieron, entre otros, la canciller Merkel, los presidentes de Alemania, Joaquim Gauck, y del Parlamento Europeo, Martin Schulz, y el alcalde de Berlín, Klaus Wowereit. Estos invitados reunían tres premios Nobel de la Paz: Gorbachov —al que Wowereit recordó que los berlineses siguen recordando como Gorbi—, Walesa y Schulz, que recogió el galardón con José Manuel Durão Barroso y Herman van Rompuy en representación de la UE.

El presidente de la Eurocámara aprovechó su presencia en Berlín para lanzar un mensaje europeísta. Schulz alertó contra la aparición de nuevas fronteras en Europa y exigió una amplia reforma de las políticas de asilo y de refugiados. El político socialdemócrata, que dijo que el derecho a viajar libremente y a vivir en cualquier parte de Europa es el mayor logro de la unidad europea, clamó contra los populistas que instigan el pánico contra los emigrantes búlgaros y rumanos. “Se están dando la vuelta a los hechos”, añadió.

Schulz también abordó el conflicto en Ucrania. Gorbachov había alertado el día anterior contra una nueva guerra fría. El antiguo líder soviético había reclamado el sábado a Occidente diálogo con el Kremlin; y Schulz disparó ayer en la misma dirección. “Nos guste o no, Rusia es una potencia clave, un miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU. Estamos comprometidos con la integridad territorial de Ucrania, pero hay que mantener todos los canales de comunicación abiertos con Rusia”, concluyó.

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Sobre la firma

Luis Doncel
Es jefe de sección de Internacional. Antes fue jefe de sección de Economía y corresponsal en Berlín y Bruselas. Desde 2007 ha cubierto la crisis inmobiliaria y del euro, el rescate a España y los efectos en Alemania de la crisis migratoria de 2015, además de eventos internacionales como tres elecciones alemanas o reuniones del FMI y el BCE.

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