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Pequeño gran paraíso fiscal

Un edificio de cuatro plantas situado a las afueras de Luxemburgo acoge 1.600 compañías, en la mayor concentración empresarial del Gran Ducado

Ignacio Fariza
Sede de Price Waterhouse Coopers en Luxemburgo.
Sede de Price Waterhouse Coopers en Luxemburgo.NICOLAS BOUVY (EFE)

Calle Guillaume Kroll, número 5. Un discreto cartel anuncia el nombre de la empresa propietaria —AlterDomus— de un edificio de oficinas de cuatro plantas en el extremo del barrio de Gaasperech, a las afueras de Luxemburgo capital. Frente al bloque de cemento acristalado, la verde campiña luxemburguesa. A lo lejos se intuye el rumor de la autopista que conecta el Gran Ducado con Bruselas. La modesta edificación, similar a la de cualquier otro inmueble de oficinas en una capital europea, guarda, en cambio, una sorpresa en su interior: 1.600 empresas tienen su sede en las tres plantas de arriba; a razón de más de 500 compañías por piso. Esas cifras pueden decir dos cosas: o las apreturas son sensacionales, o eso explica que las palabras “paraíso” y “fiscal” estén sacudiendo los cimientos del país con mayor renta per cápita de la UE, que no es otro que la patria del presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker.

En el vestíbulo, moderno y diáfano, tres recepcionistas perfectamente trajeados observan las pantallas de sus ordenadores. Es viernes, la actividad es más baja de lo habitual, el edificio está silencioso y tranquilo. ¿Es cierto que 1.600 sociedades tienen aquí su sede? “No puedo darle esa información, lo siento”. Nervioso, poco acostumbrado al trato con periodistas, el jefe de bedeles extiende un papel con un nombre y tres números de teléfono en cuanto asoma en la conversación el nombre de Luxleaks, la filtración que ha puesto a Luxemburgo y a Juncker en la diana por un controvertido marco fiscal que permitía a cientos de multinacionales no pagar impuestos. Las llamadas a los números indicados resultan infructuosas. “El lunes seguro que le atienden”, se disculpa.

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Guillaume Kroll 5 es el lugar con mayor concentración de empresas por metro cuadrado de Luxemburgo y figura entre los mayores de la UE. El acceso a las tres plantas superiores está reservado para clientes. Son, en su mayoría, empresas extranjeras que fijan aquí la sede virtual de sus filiales luxemburguesas cuya única actividad consiste en realizar operaciones financieras con su matriz para aliviar la factura fiscal del grupo. “Técnicamente, Luxemburgo no es un paraíso fiscal [zona off shore]”, aseguran la OCDE y los ministros del Eurogrupo: los luxemburgueses han sabido sacarle punta a ese “técnicamente”.

Apenas 15 minutos a pie separan el edificio de AlterDomus de la sede de otra de las grandes protagonistas del caso: PricewaterhouseCoopers (PwC), una de las consultoras más importantes del mundo y principal consejera de las 340 multinacionales que lograron ventajas fiscales a través de complejos —y poco transparentes— acuerdos con el Estado luxemburgués. Su membrete, común denominador en casi todos los documentos filtrados, revela que su asesoramiento fue vital para que compañías de la talla de Amazon, Procter&Gamble, AIG, Ikea o FedEx, redujesen su factura impositiva hasta niveles irrisorios en los países de la UE en los que generan —y deben tributar— el grueso de sus beneficios.

El atiborrado buzón de Guillaume Kroll no es una excepción. En la Avenida Charles de Gaulle, a apenas cuatro calles de la estación de tren de Luxemburgo, se levanta un bloque grisáceo que se queda cerca del récord: alberga 1.450 empresas en seis plantas. Y hay más. El podio lo completa otro edificio anodino de la avenida John F. Kennedy, a un paso del distinguido barrio europeo, sede de 1.300 compañías adicionales. Entre ellas, destacan la editorial estadounidense McGraw Hill y, sobre todo, Accenture, rival de PwC en el sector de la consultoría pero fiel aliada en cuestiones fiscales. No en vano, contrató sus servicios para cerrar un acuerdo ad hoc con el Gobierno del Gran Ducado que rebajó su tipo impositivo hasta niveles marginales.

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Las élites políticas y financieras luxemburguesas siempre rechazaron la etiqueta de paraíso fiscal, recordaba ayer la prensa local. Los luxemburgueses solían sentirse insultados cuando los visitantes, sorprendidos por la enorme concentración de sociedades de toda clase en un Estado de poco más de medio millón de habitantes, se preguntaban la procedencia de tan inusitado interés empresarial. Las revelaciones de esta semana apuntan a que las sospechas eran fundadas: el minúsculo Luxemburgo parece, en efecto, un gran paraíso fiscal.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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