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EL ESTANCAMIENTO DE JAPÓN

La revolución de Abe se tambalea

La debilidad de la economía evidencia las dudas sobre las reformas en Japón

Alicia González
Unos peatones cruzan una calle de la zona de Kasumigaseki, en Tokio, el pasado jueves.
Unos peatones cruzan una calle de la zona de Kasumigaseki, en Tokio, el pasado jueves. tomohiro ohsumi (bloomberg)

“En 1989 el mundo cambió para siempre, pero Japón no. Este país ha disfrutado de un antiguo modelo de éxito, que ya no funciona”. A sus 67 años, Akira Matsumoto, el consejero delegado de Calbee, un fabricante de aperitivos salados que factura alrededor de 1.500 millones de euros anuales, se muestra pesimista sobre el futuro de la tercera economía del mundo. La empresa que dirige desde la planta 22 de la Torre Marunouchi Trust en Tokio debe acometer profundos cambios para sobrevivir en una sociedad condicionada por el envejecimiento, donde uno de cada cuatro habitantes tiene más de 60 años, que arrastra décadas de estancamiento económico y donde las reticencias a los cambios son grandes.

Con esos mimbres, el programa puesto en marcha en diciembre de 2012 por el primer ministro, Shinzo Abe, resulta casi revolucionario. El político conservador está decidido a cambiar el rumbo de la economía, una tarea nada fácil cuando la deuda pública ya supone el 200% del PIB y se acumulan 15 años de deflación; a incorporar a la mujer a esa revolución económica, en un país que ocupa el puesto 134 del mundo por número de diputadas, y a crear una nueva red de seguridad exterior en una sociedad de vocación pacifista, que renunció en su Constitución a una auténtica política de Defensa.

En sus primeros 22 meses de gobierno, Abe ha exhibido un liderazgo político que contrasta con la inestabilidad vivida en su anterior etapa al frente del Gobierno, hace ahora seis años, y la debilidad mostrada por sus cinco sucesores. De ahí la visita organizada por el Ministerio de Asuntos Exteriores para un grupo de periodistas extranjeros, entre ellos EL PAÍS, para mostrar de cerca las bases de esos cambios.

Fuente: FMI
Fuente: FMI

Pero la revolución puede estar empezando a hacer aguas. La economía se desplomó entre abril y junio un 7,1%, la mayor caída de la actividad desde 2009, tras la decisión del Ejecutivo de subir el impuesto sobre el consumo del 5% al 8%. A la vista de la evolución de las ventas de coches y productos para los hogares, el gasto de las familias ha seguido cayendo en julio y agosto, debido al mal tiempo, aseguran los expertos, y el Gobierno admite que “seguirá de cerca la evolución de la actividad” antes de decidir el próximo mes de diciembre si sigue adelante con sus planes para subir el impuesto hasta el 10% en octubre de 2015.

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La recuperación económica es clave para la Abeconomía, el programa de reformas económicas impulsado por el Gobierno del Partido Democrático Liberal (PDL) que consta de tres patas, o flechas: una política monetaria ultra expansiva para combatir la deflación; planes de gasto público para estimular el crecimiento y un programa de reformas estructurales para impulsar la actividad. Solo una recuperación económica sostenida en el tiempo puede poner fin a una larga etapa de caídas de precios y devolver la confianza a los consumidores. Y solo ese crecimiento permitirá ganar margen para bajar los impuestos a las empresas, otra de las claves de su programa, pero también para acometer los cambios que busca Abe en materia de Defensa sin avivar aún más las suspicacias de la población.

El Gobierno aún confía en remontar el bache de los últimos meses. “Japón puede ser la primera economía del mundo en lograr acabar con una espiral deflacionista de largo plazo y convertirse en un modelo a imitar”, sostiene Etsuro Honda, uno de los principales asesores de Shinzo Abe en materia económica. Honda asegura que el éxito de la Abeconomía, cuya paternidad se le atribuye, depende en buena medida de que se consolide la subida salarial que se observa desde abril y a favor de la cual intervino el Gobierno hace unos meses, durante las negociaciones anuales entre la patronal y los sindicatos. “La subida de los salarios es clave y depende, a su vez, de las perspectivas de las empresas y es cierto que, pese a la fuerte depreciación del yen, las exportaciones no han aumentado igual”, admite Honda.

Con unos salarios moderadamente al alza y la subida de impuestos desde abril, es lógico que los precios hayan salido de los números rojos y se sitúen en el 1,3%. A eso hay que sumar el efecto de una divisa en su nivel más bajo en seis años, fruto de una política monetaria que inyectará en la economía el equivalente a casi el 30% del PIB en dos años y “no dudará en tomar medidas adicionales si fuera necesario”, según aseguraba esta semana el gobernador del Banco de Japón, Haruhiko Kuroda, al primer ministro. Una moneda débil también encarece las importaciones energéticas, al alza desde el tsunami que dejó fuera de servicio la central nuclear de Fukushima en 2011, y obliga a los hogares a hacer frente a una pérdida de poder adquisitivo desconocida hasta ahora.

Incorporar madres al empleo

Takako Suwa dirige Daiya Seiki, una empresa que fabrica aparatos de medición para grandes corporaciones, como Nissan, en Ota City, un distrito manufacturero al sur de Tokio. Tiene 36 empleados, factura 1,4 millones de euros anuales y se hizo cargo de la pequeña fábrica a la muerte de su padre. Pero no fue tan sencillo como pudiera parecer. “De hecho, mi padre me había echado dos veces de la empresa cuando le propuse efectuar cambios y nombró segundo heredero a mi hijo nada más nacer. Hasta los empleados que me apoyaron esperaban que no me dedicara a la gestión”, dice esta mujer. Una vez a cargo de la compañía, Suwa tuvo que hacer frente a los fuertes prejuicios de socios y clientes e incluso las entidades bancarias con las que la empresa venía trabajando condicionaron el mantenimiento de la línea de crédito a que se fusionara con otras empresas “porque una mujer haría quebrar la compañía”. De eso hace ya 10 años.

Los planes del primer ministro Shinzo Abe de incorporar masivamente a las mujeres al mercado de trabajo tienen profundas motivaciones económicas. En una economía envejecida, cerrada a la inmigración y sin ningún avance tecnológico que propicie un masivo choque de oferta, sólo la incorporación de las mujeres a la economía y al empleo permitirá dar un significativo impulso al crecimiento. La renta per cápita del país aumentaría un 4%, según los datos que recordó la directora general del Fondo Monetario, Christine Lagarde, en la inauguración de la primera Asamblea Mundial de las Mujeres, celebrada esta semana en Tokio. Pero no será fácil cambiar la mentalidad de una sociedad casi impermeable a los cambios y en la que el 60% de las mujeres que trabajan lo deja cuando se quedan embarazadas de su primer hijo.

En esas condiciones, no es de extrañar que la economía real aún esté lejos de lanzar alabanzas sobre la Abeconomía. “Había expectativas elevadas entre las empresas y esperaban que las políticas de Abe marcarían una gran diferencia. Por ahora, las pequeñas y medianas empresas no hemos notado esos cambios. La primera y la segunda flecha de la Abeconomía no han beneficiado a las pymes”, admite Takako Suwa, presidenta de una empresa de apenas 36 empleados, Daiya Seiki, dedicada a fabricar aparatos de medición para grandes corporaciones como la automovilística Nissan. “Si al menos nos bajaran los impuestos eso nos ayudaría”, remata quien se dice amiga personal de la familia Abe.

A la decepción de las pymes, que conforman la mayor parte del tejido empresarial del país, hay que sumar el escepticismo de las grandes empresas. “No soy optimista sobre la Abeconomía, el Gobierno debería explicar en qué consisten sus planes. La primera y la segunda flecha están claras pero nadie sabe en qué consiste exactamente la tercera”, asegura Matsumoto. El Gobierno alude en esos planes de reforma a una revolución robótica, a una política agrícola agresiva, a recuperar el poder adquisitivo de empresas y trabajadores, la reforma de los programas públicos, la revitalización de la industria sanitaria o la incorporación de la mujer al mercado laboral.

Unas propuestas que el veterano empresario, como muchos otros, considera demasiado genéricas. “Abe debe asumir que no se puede tener a todos contentos”, sentencia. Por el momento, el consenso de los analistas ha rebajado la previsión de crecimiento para este año hasta el 0,9%, por debajo del 1,2% que el Gobierno se fijó como meta, lo que puede dificultar los planes de estímulo.

Abe necesita revertir la situación con rapidez. En abril de 2015 se celebran elecciones regionales y dentro de un año el PDL elegirá presidente y el actual primer ministro no tiene totalmente despejado el camino de su reelección. “Las encuestas sugieren que la rivalidad dentro de su propio partido puede ser un tema más relevante para Abe que la pugna con una debilitada oposición”, aseguran los analistas de Barclays Capital en Tokio. “Un crecimiento fuerte y unos resultados regionales sólidos la próxima primavera, por el contrario, allanarían el camino para que Abe ganara otros tres años como presidente del PDL y, por tanto, su reelección como primer ministro en 2016”, rematan. Los datos de los próximos meses pueden resultar decisivos para Abe y sus reformas.

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Sobre la firma

Alicia González
Editorialista de EL PAÍS. Especialista en relaciones internacionales, geopolítica y economía, ha cubierto reuniones del FMI, de la OMC o el Foro de Davos. Ha trabajado en Gaceta de los Negocios, en comunicación del Ministerio de Economía (donde participó en la introducción del euro), Cinco Días, CNN+ y Cuatro.

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