El nuevo primer ministro de Irak forma Gobierno sin nadie en Interior y Defensa
Al Abadi logra el respaldo del Parlamento. Los kurdos le dan tres meses para que satisfaga sus exigencias
El nuevo Gobierno iraquí, que el Parlamento aprobó el lunes por la noche, es fruto tanto de la grave situación que atraviesa el país como de las divisiones que la alientan. Por un lado, el primer ministro Haider al Abadi ha sido capaz de poner en pie un Gabinete en sólo cuatro meses, frente a los ocho que costó tras las anteriores elecciones en 2010. Por otro, el encaje de bolillos para satisfacer las ambiciones y egos de todas las confesiones y tendencias políticas le ha obligado a dejar pendientes las carteras clave de Interior y Defensa, y no garantiza la funcionalidad del equipo. Ahora tiene que hacer frente al desafío yihadista, la desafección suní y el riesgo de desintegración del país.
De la dificultad para distribuir el poder de forma que satisfaga a todos da cuenta la imposibilidad de consensuar dos de los cinco ministerios clave, o de soberanía. La cartera de Petróleo pasa a Adel Abdulmahdi, del chií Consejo Supremo Islámico de Irak (CSII) y que ya fue vicepresidente y ministro de Finanzas con anterioridad. Otro político chií, el ex primer ministro Ibrahim al Jafari, se ocupa de Exteriores, hasta ahora en manos kurdas. Y al kurdo Rozh Nuri Shawes se le ha encomendado Economía. Pero Interior y Defensa han quedado vacantes.
Al Abadi se ha comprometido a cubrir esos puestos en el plazo de una semana. Sabe que no puede asumir ambas responsabilidades de forma indefinida igual que su predecesor, el controvertido Nuri al Maliki. Se trata de dos áreas clave para salvaguardar la integridad territorial de Irak y curar las heridas sectarias que abrió Al Maliki durante su segundo mandato.
Un acuerdo no escrito hace esperar que Defensa se adjudique a un árabe suní, lo que probaría que esta comunidad tiene acceso al poder y no una mera presencia simbólica en el Gabinete. Interior, sin embargo, se ha convertido en un coto chií, pero es necesario distanciarlo de su asociación con las milicias de esa confesión que han aterrorizado a los suníes en los últimos años. De ahí que se haya caído el candidato que se barajaba en todas las quinielas, el hasta ahora ministro de Trasportes Hadi al Ameri, jefe de uno de esos grupos paramilitares, la Organización Badr, y muy vinculado a Irán.
Incluso con Interior en manos de una figura chií de consenso y un suní al frente de Defensa, ese sistema de reparto confesional no garantiza el éxito. Los dos Gobiernos de Al Maliki contaron con suníes y kurdos en diversas carteras. La cuestión es qué poder real tienen y en qué medida se sienten representadas esas comunidades. De momento, los árabes suníes se muestran cautelosos. Esperan a ver cómo responde el nuevo Ejecutivo a sus dos principales exigencias: la liberación de presos políticos y el cese de los bombardeos indiscriminados sobre zonas de población suní en manos de una amalgama de grupos insurgentes y yihadistas.
También los kurdos, cuyos partidos se han aliado para participar en el Gobierno central, tienen condiciones y se han dado tres meses para verlas satisfechas. Quieren que se les permita exportar petróleo directamente sin pasar por Bagdad, se aumente su cuota del presupuesto nacional, se lleve a cabo el referéndum previsto en el artículo 140 de la Constitución (referente a los límites territoriales de su autonomía) y más precisiones sobre los planes de Al Abadi. Algunos de estos asuntos se arrastran desde hace años y difícilmente podrán resolverse en unos meses, pero ayudaría que se pagaran los salarios de los funcionarios de la región kurda, interrumpidos desde enero por la disputa sobre el petróleo.
Tal vez sea un guiño en ese sentido el que Al Abadi haya encomendado la cartera de Economía a un kurdo. En esa comunidad se señala que el ahora primer ministro iraquí era el jefe del comité parlamentario que bloqueó la transferencia de su parte del presupuesto durante la anterior Legislatura. Por otro lado, el nombramiento de Hoshyar Zebari como vice primer ministro parece una compensación por la pérdida de la muy visible cartera de Exteriores.
Además, el Parlamento aprobó los nombramientos como vicepresidentes de Al Maliki, del también ex primer ministro Ayad Allawi y del expresidente de la Cámara Osama al Nuyaifi. Aunque esos puestos son puramente ceremoniales, resulta significativo que se haya incluido al primer ministro saliente y a sus dos principales rivales en las pasadas elecciones de abril. Con el cargo, va incluida la inmunidad y las prebendas asociadas, casa, coche y guardaespaldas a cargo del Estado.
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