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Obama conecta el desembarco en Normandía con la generación del 11-S

Vincula a los soldados que derrotaron a Hitler con los que vuelven de guerras menos heroicas

Foto: reuters_live | Vídeo: REUTERS LIVE
Marc Bassets

Un mismo espíritu une a los hombres que el 6 de junio de 1944 se lanzaron a la playa de Omaha Beach para liberar Europa de la Alemania nazi, y a los hombres y mujeres que tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 se alistaron a las fuerzas armadas de Estados Unidos para luchar en Irak y Afganistán.

En un discurso para conmemorar los setenta años del desembarco en Normandía, el presidente de EE UU, Barack Obama, conectó el viernes a la llamada "gran generación", que derrotó a Hitler y después regresó para levantar el país en la mayor era de prosperidad de la historia, con los muchachos y muchachas que ahora regresa de guerras menos heroicas y en un país con perspectivas económicas inciertas.

Las palabras de otros presidentes

Dwight David Eisenhower, 1954:

"Si todas aquellas naciones que fueron miembros de la Gran Alianza no han mantenido, en tiempo de paz, el espíritu de aquella unión en tiempo de guerra (...), esto es motivo para lamentarlo profundamente, pero no para desesperar."

Ronald Reagan, 1984:

"Estos son los muchachos de Pointe du Hoc. Estos son los hombres que tomaron los acantilados. Estos son los campeones que ayudaron a libertar un continente. Estos son los héroes que ayudaron a acabar la guerra."

Bill Clinton, 1994:

"Sabemos que el progreso no es inevitable. Pero tampoco lo era la victoria en estas playas. Ahora, como entonces, una voz interna nos dice que nos levantemos y avancemos. Ahora, como entonces, las personas libres deben decidir."

George W. Bush, 2004:

"Se os honrará siempre y para la eternidad en el país al que servisteis y las naciones que liberasteis (...). América honra a todos los liberadores que lucharon aquí por la causa más noble, y América volvería a hacerlo por nuestros amigos."

En 1944 se llamaban Colwell, Kulkowitz o Merritt, por citar los nombres de algunos veteranos que Obama mencionó en su discurso en Omaha Beach. Ahora se llaman Melvin Cedillo-Martín —nacido en Honduras, nacionalizado norteamericano, alistado a un ejército que le llevó a Irak y Afganistán paracaidista— o Jannise Rodríguez, apellidos que reflejan el rostro cambiante de este país y de sus militares.

“Los de esta generación, la generación de los miembros del servicio militar del 11-S, también sintieron que algo les empujaba, respondieron a una llamada, dijeron: ‘Yo voy”, dijo Obama en una ceremonia junto al presidente francés, François Hollande. “Ellos también decidieron servir una causa más grande que ellos mismos. Muchos, incluso al saber que les mandarían donde a los lugares más peligrosos. Y durante más de una década, han resistido despliegue tras despliegue”.

Los discursos en Normandía son un clásico de la retórica presidencial norteamericana. Cada presidente, al hablar de la historia y recordar el que probablemente la última guerra heroica de EE UU —después de la Segunda Guerra Mundial llegó el empate de Corea, la humillación de Vietnam, la abrumadora victoria ante un débil Sadam Hussein en Kuwait, el fiasco de Irak…—, habla también de su tiempo. El discurso de Obama llega tres años después de que EE UU retirase a su último soldado de Irak y pocos días después del anuncio de la retirada definitiva de Afganistán en 2016. También coincide con una controversia en Washington por el intercambio de un prisionero de guerra en Afganistán por cinco talibanes, una operación que ilumina los claroscuros de toda guerra. Acabar con más de una década de intervenciones obliga a decisiones moralmente ambiguas.

Obama celebró en su discurso la amistad francoamericana. “Gracias, especialmente, por la generosidad que habéis mostrado a quienes han venido aquí durante generaciones, a estas playas, a este lugar sagrado de descanso para 9.387 americanos”, dijo. Trazó un relato vivo de aquel “día más largo”, cuando decenas de miles de norteamericanos, británicos, canadienses y soldados de otros países participaron en la mayor invasión aliada de la historia. Tras cinco años de una guerra extenuante, por Asia, el norte de África y Europa, el desembarco en Normandía contribuyó a dar la vuelta al conflicto, un vuelco que habría sido inimaginable sin el esfuerzo bélico de la Unión Soviética del tirano Stalin. EE UU perdió unos 400.000 soldados; la URSS, más de diez millones y entre siete y 20 millones de civiles, dependiendo de los cálculos.

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“Muchos americanos han dado demasiado poco crédito a nuestros aliados que ayudaron que el día D fuera un éxito: los británicos, los canadienses y sí, los rusos que mantuvieron a un par de centenares de divisiones ocupadas [en el Este de Europa] en junio de 1944”, decía hace unos días, en un email, el historiador Rick Atkinson.

“Francia jamás olvidará lo que debe a estos soldados, a Estados Unidos”, dijo Hollande, que habló antes que Obama. El presidente francés evocó el destino común de Estados Unidos, desde la revolución americana, inspirada en parte en la francesa y en los ideales de las 'Lumières', hasta las intervenciones norteamericanas en la Primera y la Segunda Guerra Mundial.

"Cuando lo esencial está en juego", dijo en otro momento el presidente francés, "Estados Unidos y Francia están juntos".

Ambos mandatarios hablaron en el cementerio de Colleville, que domina la playa de Omaha, antes de dirigirse a la cena de jefes de Estado y de Gobierno, a la que asistió el presidente ruso, Vladímir Putin, invitado por primera vez a una reunión internacional de estas características desde que en febrero estalló la crisis en Ucrania. El presidente electo de Ucrania, Petro Poroshenko, también acudió al almuerzo, donde conversó con Putin. Después del almuerzo, se dirigieron al pueblo de Ouistreham, donde se celebra la ceremonia internacional.

Entre las miles de personas que asistieron a la ceremonia, decenas de veteranos, como el inglés Geoffrey Litherland, que desembarcó en Sword Beach el 6 de junio a las 10.15. "Pienso en todos los que perdimos. Soy un afortunado por estar aquí", dijo Litherland, que está a punto de cumplir 90 años.

Litherland explica que en su pelotón, formado por 37 hombres, había tres pares de gemelos, entre ellos él y su hermano, ya fallecido.

"Cuando el mundo os haga cínicos, parad un momento y pensad en estos hombres", dijo Obama. "Cuando perdáis la esperanza, parad un momento y pensad en estos hombres".

El primer presidente de EE UU en desplazarse a Normandía para conmemorar el aniversario del desembarco fue Ronald Reagan, en 1984. Hasta entonces ninguno de sus antecesores lo había considerado necesario.

El presidente Dwight Eisenhower, que fue comandante de las fuerzas aliadas durante el desembarco, optó por conmemorar el décimo aniversario en 1954 con una ceremonia discreta en Gettysburg (Pensilvania), escenario de una de las grandes batallas de la guerra civil norteamericana. Eisenhower, que nunca vio motivo de celebración en su decisión de enviar a miles de jóvenes a morir en las playas francesas, escribió una declaración. Era un texto breve y sobrio —al estilo del discurso de Gettysburg de Abraham Lincoln—, sin patetismo ni grandilocuencia, en el que el presidente lamentaba que la alianza entre EE UU y la URSS que derrotó a los nazis se hubiera quebrado, homenajeaba al “excepcional Mariscal Zhukov” --el jefe de las fuerzas soviéticas-- y evocaba “el encuentro victorioso en el Elba entre los ejércitos de Occidente y Oriente”.

El discurso de Reagan, treinta años después, es uno de los más memorables de este presidente, una obra maestra de retórica heroica y patriótica. Sirvió para lanzar su campaña para la reelección en 1984. “Estos son los muchachos de Pointe du Hoc. Estos son los hombres que tomaron los acantilados…”, dijo en alusión a la toma del acantilado de Pointe du Hoc, en Normandía.

Diez años después, habló Bill Clinton, el primer presidente de una generación, la del baby-boom, que había nacido después de la Segunda Guerra Mundial. Y en 2004, en plena guerra de Irak, su sucesor, George W. Bush, recordó a los franceses y alemanes —era la primera vez que un canciller de Alemania, la potencia derrotada en Normandía, participaba— que EE UU volvería a entregar su sangre por sus amigos europeos como lo hizo en 1944.

Cada época, cada presidente ha tenido su Normandía. La de Obama es la de un país más diverso—más latino— que busca dejar atrás más de una década de guerras sin victoria.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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