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Con la vista puesta en los militares

El Ejército ha dado 18 golpes de Estado en 90 años

Naiara Galarraga Gortázar
Policías desplegados durante la jornada electoral en Bangkok.
Policías desplegados durante la jornada electoral en Bangkok.Paula Bronstein (Getty Images)

Buena parte de los ojos siguen pendientes en Tailandia de los militares. El último golpe de Estado perpetrado por el Ejército real fue en 2006 y sirvió para derrocar al primer ministro Taksin Shinawatra, que el año anterior y pese a las acusaciones de corrupción se había convertido en el primero que concluía su mandato. Taksin estaba entonces fuera, en Nueva York, en la Asamblea General de Naciones Unidas. El jefe del Ejército instaba hace tres semanas a sus compatriotas a no dejarse llevar por los rumores de golpe de Estado. “La gente tiene miedo de algo que no ha ocurrido todavía”. Pero añadió una inquietante frase: “Todo debe ocurrir por un motivo. Sin motivos, no ocurrirá nada”, les dijo a los periodistas. Los militares han dado 18 golpes en 90 años.

Algunos analistas atribuyen la reticencia de los generales a intervenir a su temor a que los soldados no les sigan, a la reacción del movimiento de los camisas rojas que apoya a Taksin y a las represalias que pudiera tomar Occidente. Los camisas rojas protagonizaron en 2010 una campaña de protestas similar a la actual también en Bangkok en la que los papeles estaban cambiados y que acabó en un baño de sangre en el que murieron 80 manifestantes y diez agentes.

Si la constitución del Parlamento fuera imposible, prosperaran los casos legales promovidos por la oposición contra Yingluck Shinawatra, la jefa del Gobierno, o su partido fuera ilegalizado (ha ocurrido antes), quizá sería motivo suficiente para que el ejército se metiera de nuevo en asuntos de civiles y quizá designar ese consejo de sabios que exigen miles de manifestantes.

La policía también se ha mantenido a cierta distancia de las protestas salvo en casos puntuales en que la tensión entre los dos bandos políticos en los que está dividido el país había ido demasiado lejos. El despliegue de seguridad para las elecciones incluyó 200.000 agentes y 7.000 soldados. Todos regresaron después a sus cuarteles.

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).

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