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El nuevo ministro de Economía concentra más poder que nunca

El ministro Axel Kicillof, estudioso del marxismo, acapara la mayor concentración de poder en un país asediado por la inflación

Francisco Peregil
El ministro argentino de Economía, Axel Kicillof
El ministro argentino de Economía, Axel KicillofREUTERS

El nuevo ministro de Economía en Argentina, Axel Kicillof, el hombre que impulsó en 2012 la expropiación de YPF a Repsol, concentra ahora un poder inédito entre los ministros de Cristina Fernández. En los últimos siete años el auténtico ministro de Economía en funciones era Guillermo Moreno, quien operaba bajo el modesto título oficial de Secretario de Comercio. Los ministros eran nombrados y despedidos, pero Moreno siempre seguía ahí, cumpliendo a rajatabla las directrices de Néstor Kirchner y Cristina Fernández.

¿Había que falsear las cifras de la inflación con tal de ahorrarse unos 3.000 millones de dólares al año en pago de bonos asociados a las tasas de inflación? Allí aparecía Moreno para despedir a los profesionales del instituto de estadísticas argentino que denunciaron la manipulación de las cifras. ¿Había que “apretar” a los empresarios para que dejasen de anunciarse en Clarín o para que congelaran los precios de los supermercados? Moreno asumía el papel de policía malo, levantaba el teléfono y los empresarios obedecían. Sin necesidad de ningún papel escrito, ninguna ley, ninguna firma. Bastaba un grito, una amenaza de Moreno, que podía bajar o subir a su antojo la barrera de las importaciones para cualquier producto. Todo el mundo sabía que Moreno contaba con el respaldo absoluto de Cristina Fernández. Hasta que el martes Fernández le soltó la mano, lo echó del Gobierno –digamos que le aceptó su dimisión-- y le regaló un retiro dorado como agregado económico en la embajada de Roma. Y ahora será Kicillof, El Pibe, El Soviético, como le apodaba Moreno, el que reinará a solas en el ministerio de Economía.

Kicillof y Moreno congeniaron bien. Fraguaron alianzas para afrontar las batallas internas del ministerio de Economía. Eran los grandes defensores de la intervención del Estado frente a cualquier “guitarrista del libre mercado”, en expresión del propio Kicillof. ¿Pero hasta dónde llegará esa intervención del Estado? Con Moreno y Kicillof ya se ha visto: restricción de las importaciones, la prohibición a las empresas de repatriar sus beneficios, restricción a la compra de dólares... Con Kicillof a solas está por ver.

Al margen del apodo, Kicillof nunca se ha definido públicamente como marxista. Lo que sí asume es que ha estudiado con mucha profundidad el marxismo. Y también al economista John Maynard Keynes. Sobre este último trabajó en una tesis entre 1998 y 2005. La investigación se convirtió en libro y en su introducción escribió Kicillof: “Mis intereses se inclinaban hacia [Adam] Smith, [David] Ricardo y especialmente hacia Marx, autores casi del todo ausentes en el canon delmainstream. Mientras estas lecturas me resultaban absorbentes y me proporcionaban infinidad de claves para comprender las condiciones económicas del presente, la bibliografía oficial me parecía, en cambio, casi siempre insípida y, aunque pretendía ser más concreta, paradójicamente, se me antojaba por completo alejada de la realidad y estrechamente condicionada por sus prejuicios ideológicos”.

Ahora, lo que temen ciertos empresarios en Argentina es que sea la ideología de Kicillof la que condicione el mercado. Que una vez despedido Guillermo Moreno, cambie el estilo amenazador de dirigir la economía, pero no la esencia. El estilo de Kicillof no es el de insultar a los empresarios por teléfono, pero tampoco se opuso nunca abiertamente a ninguna de las medidas que promovió Moreno en los dos últimos años. Y a veces, hasta se le escapó alguna expresión propia del mejor Guillermo Moreno. En septiembre de 2012 trascendió en el diario Clarín las críticas que Paolo Roca, el propietario de Techint, la mayor multinacional argentina, hizo al Gobierno. La respuesta de Kicillof en un programa de la televisión pública fue: “Habría que bajar el precio de la chapa [acero] y fundir al señor Paolo Rocca. Pero el Gobierno no lo hará”.

Igual que Guillermo Moreno, Kicillof tiene fama de trabajador y honesto. Proviene de una familia de clase media, está casado con la profesora universitaria de Literatura Soledad Quereilhac, de 37 años, con la que tiene dos hijos. El libro de 498 páginas que Kicillof publicó sobre Keynes presenta una dedicatoria muy breve: “A Sol, mi mujer”. En la única ocasión en la que este periodista ha podido hablar con él Kicillof expresó su preocupación por el efecto que la exposición mediática podría tener en sus hijos. Kicillof, como la mayor parte de los miembros del Gobierno, no acostumbra a conceder entrevistas. Y cuando lo ha hecho ha sido en programas de la televisión pública donde nadie le planteó nunca nada acerca de un tema clave en la economía del país como es la inflación.

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Cuando Guillermo Moreno comenzó a manipular las estadísticas, en 2007, Kicillof impulsó la publicación de índices extraoficiales. Kicillof solía decir que el Gobierno había privado a la sociedad de una herramienta fundamental para conocer la situación económica del país. Pero en 2009 comenzó a trabajar para el Gobierno a través de su amigo Mariano Recalde, presidente de Aerolíneas Argentinas, militante de la asociación juvenil La Cámpora y amigo también de Máximo Kirchner, hijo de Cristina Fernández. Kicillof se incorporó como gerente financiero de Aerolíneas y a partir de ahí fue escalando puestos.

Su momento estelar sobrevino con la expropiación de Repsol. Los medios de todo el mundo repararon en sus ojos claros, las patillas a lo Elvis Presley, las camisas sin corbata, el aspecto juvenil, a pesar de sus 42 años y el verbo brillante. Cuando habla Kicillof uno no tiene la impresión, como ocurre con tantos políticos, de estar escuchando a un asesor de imagen.

En abril de 2012, Axel Kicillof fue en el encargado de exponer en el Senado los fundamentos de la expropiación a Repsol. Kicillof criticó los términos de seguridad jurídica y clima de negocios, “palabras horribles”, tal como él piensa que los concibe un empresario que sólo busca el mayor beneficio para su empresa. “¿Qué seguridad jurídica; qué clima de negocio más que un gobierno comprometido con sostener el crecimiento, con sostener la demanda interna; con sostener nuestras extraordinarias exportaciones hacia el resto del mundo?”, señaló.

Si Kicillof opta por una política aún más intervencionista que la de Guillermo Moreno el único contrapeso que podría tener dentro del Gobierno es el nuevo Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, exgobernador de la provincia de Chacro. Capitanich tiene formación económica también, ambos se conocen desde la década de los noventa, cuando Kicillof trabajó para una consultora de Capitanich. A diferencia de Kicillof, Capitanich es un peronista muy pragmático, de centro izquierda. Y cuenta con opciones de ser presidente en 2015. Este último dato podría condicionar toda la política económica de Axel Kicillof.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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