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Más de dos años de discordias y críticas por las medidas de austeridad

Portas ha discrepado de algunas importantes decisiones del primer ministro

A. J. B.
Manifestantes cortan un acceso al puente 25 de Abril en Lisboa, durante la huelga general del pasado 27 de junio.
Manifestantes cortan un acceso al puente 25 de Abril en Lisboa, durante la huelga general del pasado 27 de junio.R. MARCHANTE (REUTERS)

La relación personal e ideológica entre el primer ministro portugués, Pedro Passos Coelho, y el ministro de Asuntos Exteriores, Pablo Portas, líderes, además, de los dos partidos que sostienen la coalición gubernamental y la estabilidad parlamentaria, ha sido el eje sobre el que ha girado, desde hace dos años, la vida política lusa. Y sus divergencias han colocado al Ejecutivo a un paso de quebrarse varias veces.

En un país rescatado, con una autonomía financiera y política limitada, Passos Coelho eligió, desde el primer momento —apoyándose en el férreo brazo ejecutor de su ministro de Finanzas, Vítor Gaspar, quien dimitió el lunes—, seguir a rajatabla los dictados de la troika (incluso ir un poco más allá en algunos asuntos) y fiarlo todo a que la austeridad, los recortes y el ahorro de las cuentas públicas acabarían por derrotar a la crisis. Portas, por su parte, comenzó a discrepar de la receta.

Un ejemplo: el 15 de septiembre de 2011 una gran manifestación de cientos de miles de personas hizo recular al Gobierno, que devolvió al cajón una proyectada gran rebaja general de salarios. Portas rechazaba la medida, pero aseguró que mantuvo la coalición por el bien del país y de su gobernabilidad. Ya por entonces la oposición acusaba al ministro de Asuntos Exteriores de decir una cosa pero de no hacer nada, esto es, de amagar el golpe pero no dar.

Hace unos meses, cuando Passos Coelho anunció otra oleada de medidas de austeridad que afectaban, entre otros colectivos, a los jubilados —a los que se les aplicaba un impuesto sobre las pensiones—, Portas volvió a discrepar y a hacerlo público en varios sitios. La oposición volvió a invitarle a abandonar el Gobierno “y ser coherente”, pero el ministro de Asuntos Exteriores volvió a evocar razones de gobernabilidad, a recordar la fragilidad económica y financiera por la que atraviesa el país, para seguir en el Ejecutivo. Ahora da la impresión de que ha encontrado la oportunidad ideal para salir de una coalición que, dicho sea de paso, pierde apoyo electoral y popularidad a manos llenas desde que se formó.

Porque el barco del Gobierno naufraga en los sondeos porque, entre otras cosas, la fórmula de los recortes no ha funcionado por ahora. Hace dos años, el ministro Gaspar aseguró que en 2013 la economía comenzaría a crecer, cosa que ha resultado errónea y fallida. Hace unos pocos días, Passos Coelho, en Bruselas, anunció que la economía comenzará a regenerarse en 2014. La población, hastiada de vivir peor cada día, de cobrar menos cada mes y de trabajar más jornadas cada año (más horas laborales, menos días de fiesta), no acaba de creerle.

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Sobre la firma

A. J. B.
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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